Capítulo 42

Hola Chicas!!! Cómo están??? Espero que lo disfruten y mil gracias por sus comentarios! ;) besos y hasta mañana!!!

Twitter: @Caparatodos

___________________________________________________________________

–A menos que invente algo, me temo que te sentirás defraudado.

–Entonces invéntatelo.

Capítulo 42:

¿Podía hacerlo? ¿Allí, en la pista de baile? ¿Podía convertirse en Bomboncito de Miel si cerraba los ojos? La mujer que hacía que los hombres ardieran de deseo. Hombres como Peter.

–En realidad no fue tan malo –dijo ella–. Nada de látigos y cosas de ésas. No me gusta el dolor.

Resultaba muy atractivo estar tan cerca de Peter y fingir que era la mujer capaz de satisfacer a un hombre como él. La clase de mujer que susurra cosas sarpadas y hace que los hombres supliquen. Para su siguiente artículo para la revista ELLOS, había pensado escribir sobre una fantasía compartida para Bomboncito de Miel. A los hombres les encantaban las fantasías compartidas.

–¿Te gusta mirar?

–Soy más bien de los que participan –susurró él a su oído–. Me resulta más interesante.

Pero no podía hacerlo. Sola en su apartamento era una cosa, pero allí entre los brazos de Peter era otra cosa totalmente diferente. No podía deja volar su imaginación, y lo máximo que atinó a decir fue:

–Felipe es insaciable. Nadie lo habría supuesto. De hecho, creo que voy a sentarme. Estoy agotada.

Peter le apretó el brazo y la miró a la cara.

–No me digas que tienes tan poca resistencia.

–Hablemos de otra cosa –dijo ella, que temía que sus defensas empezaran a flaquear.

Él se mantuvo inmóvil durante un momento, después dijo:

–Estás muy guapa esta noche.

–Gracias. Tú también lo estás.

Peter la atrajo una vez más hacia sí y ella puso de nuevo la mano en su hombro, sintiendo la suavidad de su chaqueta. Si se acercaba un poco más el olor de su colonia impregnaría su nariz.

–Y estás muy elegante. Me gusta tu peinado.

–Me corté el pelo esta mañana. Ahora se ve bien, pero la prueba definitiva será mañana por la mañana, cuando lo lave.

–Yo me lo lavo y lo dejo secar –susurró Peter–. Ella cerró los ojos. Bien, un tema seguro... y aburrido. El pelo– Me gusta tu vestido–.Otro tema seguro.

–Gracias. No es negro.

–Ya me di cuenta. –Peter deslizó la mano desde su cintura hacia su espalda, dejando los dedos y la palma cálida sobre la piel desnuda- ¿Crees que podrías ponerte alguna vez la parte de atrás hacia delante?

–No. Creo que no –repuso ella, sintiendo el calor de su mano.

–Qué lástima. No me importaría vértelo puesto de ese modo.

La música fluía alrededor de Lali como si todo estuviera detenido. Peter Lanzani, con su malvada sonrisa y su tatuaje de herradura, quería verla desnuda. Imposible. Bajo la superficie, su piel tembló, caliente y viva, plena de sensaciones. El deseo y la necesidad se apretaban en su abdomen y se preguntaba si él se habría dado cuenta de que se había pegado a él justo para olerle el cuello. Justo por encima de su moñito y del cuello de su camisa.

–¿Lali?

–¿Sí?

–Alelí ha vuelto. Mañana tenemos que estar muy temprano en el aeropuerto, así que es mejor que nos vayamos.

Lali levantó la vista hacia la cara de Peter. Su mente estaba ocupada en impuros pensamientos, pero él parecía ajeno y distante. «No me importaría vértelo puesto de ese modo», había dicho. No cabía duda de que se estaba quedando con ella.

–Voy a buscar mi abrigo.

Apartó la mano de su espalda y el aire frío reemplazo el calor de su roce. La cogió por el brazo y, mientras abandonaban la pista de baile, le pasó el pequeño bolso de Candela.

–Dame tu ticket. Voy a por el abrigo de Alelí y también traeré el tuyo.

Lali buscó en el bolso y sacó el ticket. Mientras él retiraba los abrigos, Lali habló con Alelí, pero seguía pensando en Peter, y no quería dejar de hacerlo. Había sentido que lo deseaba. Mala cosa. ¿Peter se habría dado cuenta? Esperaba de todo corazón que no. Esperaba que nunca se lo imaginara. Su vida podría desarrollarse con total felicidad si nadie llegaba a saber que Lali Espósito había querido saltar encima del jugador de rugby Peter Lanzani. Si él llegaba a sospecharlo, sin duda saldría corriendo en la dirección contraria.

Cuando estuvo de regreso, la ayudó a ponerse su abrigo negro. Los dedos de Peter rozaron su nuca mientras ajustaba el cuello del abrigo, y ella se preguntó a qué se parecería sentir sus brazos alrededor del cuerpo mientras se apretaba contra él. Pero aunque tuviera las agallas para seguir sus impulsos, sería ya demasiado tarde; él se había alejado y mantenía abierto el abrigo de su hermana para que se lo pusiera sin problemas.

Mientras esperaban en la entrada a que el valet parking les llevara la camioneta de Peter, éste se abotonó el saco y metió las manos en los bolsillos, con los hombros encorvados debido al frío. Hablaron del clima y del vuelo que tenían que tomar casi de madrugada. Nada importante. Alelí les habló de la vista que tenía el mirador, y Lali no dejó de echarle miraditas al oscuro perfil de Peter. La luz que llegaba de lo alto de la torre iluminaba un solo lado de su cara y sus anchos hombros, dibujando una alargada sombra en la vereda.

Cuando regresó el valet, Peter abrió la puerta del acompañante para Lali y la trasera para su hermana. Se puso al volante, arrancó y emprendió el viaje. Tras unas cuantas cuadras, rompió el silencio.

–Feli ya sabe que tiene que llegar antes de que te vayas al colegio –le dijo a su hermana–. ¿Necesitas dinero o alguna otra cosa?

Lali lo miró de reojo. Su perfil era poco más que una silueta negra dentro del interior oscuro del auto. La luz procedente del tablero rebotaba contra su reloj lanzando destellos dorados sobre su saco. Volvió la mirada hacia la ventana.

–Necesito dinero para comer y tengo que pagar la clase de cerámica.

–¿Cuánto necesitas?

Lali escuchó su conversación, sintiéndose una intrusa, sentada en aquel asiento de cuero de la camioneta de Peter mientras éste hablaba con su hermana acerca de cuestiones de su vida cotidiana. Una vida en la que no estaba incluida. Era la vida de ellos. No la suya. Ella tenía su propia vida. Una hecha a su medida, y no guardaba relación con la de Peter. Cuando el vehículo se detuvo frente a su casa, Lali fue a abrir la puerta.

–Muchas gracias por traerme –dijo.

Peter estiró la mano y la cogió del brazo.

–No te muevas. –Miró hacia el asiento trasero–. Ahora vuelvo, Alelí –añadió al tiempo que se bajaba.

Los faros apenas le iluminaron mientras rodeaba la camioneta y abría la puerta del acompañante. Ayudó a Lali a salir y caminó a su lado por la vereda. En la iluminada entrada, ella abrió la cartera y sacó las llaves, pero al igual que la noche en que él la había acompañado a su habitación en Santa Fe, él le quitó la llave y la introdujo en la cerradura.

Había dejado encendida una de las lámparas de pie, y la luz iluminaba el piso y la puerta de entrada.

–Gracias de nuevo –dijo al tiempo que entraba. Estiró la mano para que él le entregara las llaves y él le agarró la muñeca, dejó caer las llaves en la palma de su mano y entró con ella.

–Esto no es una buena idea –dijo Peter, y con el pulgar le acarició la muñeca.

–¿Qué? ¿Traerme a casa?

–No. –La atrajo hacia él y le rozó una mejilla con la suya–. Has estado volviéndome loco. No dejo de preguntarme cómo debe de sentirse tener los dedos al enredar de tu pelo. –Aumentó la presión de sus manos contra la espalda de ella–. Tus labios rojos y tu vestido del color del fuego me han hecho pensar un montón de cosas disparatadas. No debería tener esa clase de pensamientos contigo, pero los tengo. Debería dejarlos pasar. –Sus ojos verdes se clavaron en los de Lali, ardientes e intensos–. Pero no puedo –susurró contra su boca–. Dime una cosa, Lali, ¿tienes frío? –Sus labios se rozaron y él añadió entre jadeos–: ¿O estás excitada?

Entonces la besó, y el impacto la dejó conmocionada durante unos cuantos segundos. No podía hacer otra cosa más que quedarse allí quieta mientras él la besaba.

¿Qué quería decir preguntándole si tenía frío o estaba excitada? A simple vista, no tenía frío.

Él apretó su boca contra la de Lali y posó la mano libre en su cara, acariciándole la mejilla y enroscando los dedos en su pelo hasta rozar la sien. Un leve gemido escapó de la garganta de Lali, las llaves cayeron de su mano y ya no le importó qué significaba aquella pregunta sobre el frío. Recorrió con la palma de su mano la parte frontal del saco de Peter hasta llegar al cuello. Aquello no podía estar pasando. No a ella. No con él.

Los labios de Peter apretaron con más fuerza hasta que ella abrió la boca. Su lengua se deslizó dentro y tocó la suya, húmeda y tan esperada.

Para un hombre que se pasaba el tiempo tackleando a otras personas y lanzando una pelota, sus caricias eran sorprendentemente suaves. Lali se sintió arrastrada por la pasión que recorría su piel, aferrándose en su pecho, y provocándole dolor entre los muslos. Se dejó caer en la lujuria que había estado intentando contener. La gran mano de Peter abarcó uno de sus pechos a través de la tela de su vestido y del abrigo, al tiempo que Lali se pegaba a su cuerpo. Rozó su pezón con el pulgar y éste creció entre sus dedos. No había más pensamiento que dejarse llevar, que hacer lo que había que hacer. Lo besó como si quisiera devorarlo. Su lengua se enroscó a la de Peter como si deseara emborracharse de él.

Peter se apartó y la miró a los ojos y dijo con voz áspera:

–Haces que me den ganas de chuparte más que de besarte.

Lali se lamió los labios húmedos y asintió. Ella también lo prefería.

–Maldición –dijo Peter entre jadeos.

Después se dio la vuelta y se fue. Dejó a Lali aturdida y desconcertada. Conmocionada por cuarta vez aquella noche.  

Continuará…

Sean felices llegó y larguito porque no daba cortar el chape después de esperarlo tanto jajajaj ;)