Capítulo 52

Hello!!!! Cómo les va??? Les dejo nove!!! ;) besos y GRACIAS por ser tan geniales!!!!

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–¿Qué es un Teletubby?

Capítulo 52:

–¡Dios mío! ¿No sabes lo que es un Teletubby? –Alelí meneó la cabeza, azorada ante la ignorancia de su hermano.

–No. –Peter frunció el entrecejo al tiempo que se volvía hacia Lali–. ¿Tú lo sabes?

–Por desgracia, sí. Es un programa de televisión para niños. Yo sólo lo he visto una vez, y por lo que pude comprobar, los Teletubbies se limitan a dar vueltas por Teletubbylandia balbuceando.

–Y tienen una pantalla en la barriga –dijo Alelí.

Peter abrió la boca, sorprendido; parecía como si le hubiera sobrevenido un repentino dolor de cabeza sólo de imaginarlo.

–¿Estás bromeando?

–No. –Lali negó con la cabeza–. Y, en mi defensa, tengo que decir que sé quiénes son porque hace unos años el noticiero alertó a los padres de que en Teletubbylandia había un mensaje homosexual encubierto. Al parecer, Tinky Winky es de color violeta y lleva un bolso rosa.

–¿Tinky Winky? –Peter se volteó muy despacio hacia su hermana–. Dios del cielo. Y te burlas de mí porque me gusta mirar los partidos de rugby.

–No es lo mismo. Que tú mires partidos de rugby es como si yo mirara clases del colegio por la tele.

No dejaba de tener razón. Peter, por lo visto, también apreciaba la lógica de su afirmación, pues se encogió de hombros.

–No puedo creer que veas cosas como los Telebellies esos –dijo, pero al mismo tiempo tomó el control y apagó la tele.

–Teletubbies –lo corrigió Alelí–. Cuando voy a casa de Flor pone dvd’s para su hermanito de dos años. Él queda hipnotizado y así podemos pintarnos las uñas.

–¿Flor?

–La chica que vive en el tercer piso. Ya te he hablado de ella.

–Ah, sí. Había olvidado su nombre. –Una vez que Peter sacó las verduras humeantes, se volteó hacia las  hornillas y puso a calentar el pollo.

–Precisamente, voy a ir al cine con ella después de comer.

–¿Quieres que las lleve?

–No.

Peter tenía una gracia innata para todo lo que hacía, ya fuese detener un lanzamiento o darle la vuelta a las pechugas de pollo en el fuego. Sus movimientos eran tan armoniosos que observarlo resultaba fascinante. Casi tanto como ver el modo en que su culo llenaba los pantalones. La chompa le llegaba justo por debajo de la cintura y justo por encima de la etiqueta de los bolsillos traseros.

Lali oyó hablar a Peter y a su hermana acerca de lo que habían estado haciendo, todo lo que ella había comprado y sus planes para más tarde. Lali sabía, gracias a las conversaciones que había mantenido con Peter, que éste no creía que estuviera haciendo un buen trabajo con Alelí. Al verlos juntos, Lali no estaba tan segura de que de verdad sea así. Parecían llevarse muy bien. Eran una familia. Quizá no la familia ideal, pero familia al fin y al cabo. Allí estaban, en la cocina, preparando la comida, intentando incluir a Lali, pero aun así un poco distantes. Alelí con aquel jean apretado que llevaba cuando Lali pasó a buscarla por la mañana, y Peter con aquellos pantalones que le quedaban como un guante.

Peter movió el pollo y Alelí le habló de los diferentes diseñadores de los que Candela le había estado hablando.

–Espero que, finalmente, te compres jeans que no te queden tan apretados –dijo mientras se ocupaba de las verduras.

Alelí le miró por encima del hombro, sus ojos tenían un leve deje estrábico.

Tal vez si Peter se hubiera percatado de la mueca de su hermana, se habría dado cuenta que Alelí se tomaba en serio sus palabras y no habría añadido:

–Esos pantalones te quedan tan ajustados que es un milagro que las costuras no hayan reventado.

Oh, no.

–¡Qué simpaaaático! Yo no te digo si los pantalones te quedan muy apretados.

–Eso es porque no me quedan apretados. No me gusta que me aprieten el culo. –Finalmente, Peter miró a su hermana–. ¿Qué es lo que te molesta tanto?

Alelí abrió la boca, pero Lali habló por ella.

–Alelí se ha comprado algunas cosas muy bonitas que le quedan estupendamente. –Bueno, excepto aquel cinturón con tachuelas–. Candela la ha ayudado a escoger. Yo no soy muy buena en eso de la moda y los colores. Por eso visto siempre de negro.

Peter se giró hacia ella y apoyó el trasero en la encimera.

–Pensaba que se debía a que eras la Reina de los Condenados.

Ella lo miró a los ojos y frunció el entrecejo.

–No, chico duro –dijo volviendo a centrar la atención en Alelí–. La próxima vez iré a depilarme a la cera, y tú vendrás conmigo. Antes me depilaba con maquinilla, pero ahora me he pasado a la cera. Duele como un demonio, te lo aseguro, pero merece la pena.

–De acuerdo. –Alelí le sonrió a su hermano–. ¿Podré llevarme una de tus tarjetas, Peter?

–No. –Cruzó los pies y los brazos–. Te comprarías ocho kilos de chucherías y alguno de esos horribles discos de música.

Alelí volvía a estar radiante.

–Eso sólo pasó una vez, y no fueron ocho kilos. Y no compré ningún disco horrible.

–Dos. Todo ese azúcar es malo para ti, y escuchar esa música vuelve a uno estúpido. –La tensión se palpaba en el ambiente, aunque Peter parecía no darse cuenta. O eso, o era muy hábil para pasarlo por alto. Se volteó para echar un vistazo a la comida–. Un día, si aún conserva todos tus dientes y tu cerebro no se ha hecho gelatina por tanto bullicio, me darás las gracias.

Por la cara que puso Alelí, ese día iba a tardar una eternidad en llegar.

Continuará…