Listo chicas!!! Último capi de la maratón 2x1 con Faty (http://nohaytalcrisisnovelas.blogspot.com/) te quiero!!! :D Gracias por sus comentarios y me alegro que les guste!!! De paso es un punch para arriba para las que empiezan el cole mañana!!! Métanle eh y que lo empiecen GENIAL!!!! Besos ;) y hasta mañana
Twitter: @Caparatodos
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Peter, sin embargo, no se libraría de su frustración con tanta facilidad. Nunca había culpado a nadie, era el responsable último de cómo jugaba.
Capítulo 28:
Cuando el avión despegó de Santa Fe, se sentó en la cabina a oscuras reviviendo su pasado, y no precisamente los mejores momentos. El terrible dolor de las rodillas, las operaciones y los meses de rehabilitación. Su adicción a los tranquilizantes y los horrorosos dolores corporales y las náuseas que sintió cuando dejó de tomarlos. Y, en última instancia, su incapacidad para jugar a lo que más quería.
El fracaso susurró en su oído camino de casa, diciéndole que había perdido el norte. El resplandor de la pantalla de la computadora de Lali Espósito y el sonido de las teclas le aseguraron que todo el mundo lo sabría en breve. En la sección deportiva del periódico podría leer la crónica de su desastrosa noche.
En el aeropuerto de Buenos Aires, Peter se dirigió al estacionamiento para estancias de larga duración y se fijo en Lali, que cargaba sus pertenencias en un Honda Prelude. Ella lo miró al pasar, pero ninguno de los dos dijo nada. Ella no parecía necesitar que la ayudaran con las maletas, y él no tenía nada que decirle al ángel de la muerte y la oscuridad.
Las primeras gotas de lluvia mojaron el parabrisas de su camioneta mientras recorría los cuarenta y cinco minutos que lo separaban de su departamento en Buenos Aires. Nunca había vuelto tan triste a casa.
La luz de la luna atravesaba las altas ventanas del comedor mientras él se movía por su apartamento. Había quedado encendida una luz, que iluminaba directamente un sobre que reposaba sobre la encimera. Llegó a su dormitorio y encendió la luz. Dejó la puerta entreabierta y su bolsa en el suelo junto a la cama. Se quitó la casaca y la colgó en el closet. Desharía la maleta al día siguiente. Se encontraba cansado, aliviado de haber llegado a casa, y no deseaba otra cosa que echarse en la cama.
Estaba aflojándose el nudo de la corbata justo cuando Alelí llamó a la puerta y la abrió. Llevaba pantalones de pijama y un polo de Britney Spears. Parecía que tuviera diez años.
–¿Sabes qué, Peter?
–Eh, hola. –Peter miró su reloj. Era más de medianoche; ¿por qué no podía esperar a la mañana siguiente? Se preguntó si Alelí habría seguido ausentándose del colegio desde que habían hablado la última vez. Temía incluso averiguarlo–. ¿Qué pasa?
Abrió mucho sus ojos y sonrió.
–Quería preguntarte sobre la fiesta –dijo ella con una amplia sonrisa y los ojos muy abiertos.
–¿Qué fiesta?
–La del colegio.
Peter se acordó del sobre que estaba en la cocina. Se encargaría de él al día siguiente.
–¿Cuándo es?
–Dentro de unas semanas.
Tal vez dentro de unas semanas ella ya no viviría allí. Pero no tenía por qué saberlo en aquel instante.
–¿Quién te ha pedido que vayas con él?
Abrió incluso un poco más los ojos y se alejó de él dentro de la habitación.
–Tomás Montero. Está en el último grado.
Mierda.
–¡Toca en una banda! –añadió Alelí–. Lleva un aro en el labio y tiene piercings en la nariz y en las cejas. También tiene tatuajes. ¡Es increíble!
Mierda. Mierda. Peter no tenía nada contra los tatuajes, pero los piercings eran algo muy distinto. Dios bendito.
–¿En qué banda toca?
–Los Tornillos Lentos.
Genial.
–Tengo que comprarme un vestido. Y unos zapatos. –Alelí se sentó en el borde de la cama y juntó las manos entre las rodillas–. Felicitas dijo que me llevaría de compras. –Lo miró con expresión de súplica–. Pero es muy vieja.
–Yo soy un hombre, Alelí; no tengo ni idea de comprar vestidos para fiestas de fin de año.
–Pero tienes un montón de novias. Sabes mucho de vestidos bonitos.
Para mujeres. No para niñas. Y mucho menos para su hermana, sobre todo si era para ir a una fiesta a la que probablemente no iría. Incluso en caso de asistir, no iría con el tal Tomás de los Tornillos Flojos o como se llamara. El tipo con el aro en el labio y el piercing en la nariz.
–Nunca he tenido una cita –confesó Alelí.
Peter dejó caer las manos a los lados y la miró detenidamente. Observó que sus cejas parecían demasiado pobladas y su pelo parecía un poco seco. Saltaba a la vista que necesitaba una madre. Una mujer que le echara una mano. No a alguien como él.
–¿Cómo les gusta a los chicos que vistan las chicas? –preguntó.
«Lo más corto posible», pensó Peter.
–Manga larga. Pensamos que las mangas largas y los cuellos altos quedan muy bien. Y los vestidos largos, para que no podamos acercarnos demasiado.
Ella se echó a reír.
–Sí claro, ya hablando en serio.
–Te juro por Dios que sí, Alelí –dijo él. Se quitó la corbata y la dejó en la mesita de noche–. No nos gusta que enseñen demasiada piel. Nos gusta que vistan como si fueran monjas.
–Ahora sé que estás mintiendo.
Volvió a reír y él pensó que era vergonzoso que no la conociera mejor. Era su único pariente y no sabía nada de ella. Y cabía la posibilidad de que no llegara a conocerla mejor. Una parte de sí mismo deseaba que las cosas fuesen diferentes. Deseaba pasar más tiempo en casa, y saber qué era lo que Alelí necesitaba.
–Mañana después de clases te daré mi tarjeta de crédito. –Peter se sentó junto a ella y se desató los zapatos–. Compra lo que necesites y yo le daré mi visto bueno cuando lo traigas a casa.
Alelí se puso en pie, se encogió de hombros e hizo un tic con los labios.
–De acuerdo –dijo, y se fue a la habitación.
Caramba, iba a hacerla enojar otra vez. Pero ¿realmente esperaba ella que él la acompañara a comprar un vestido para fiesta de fin de año? ¿Como si fuera su novia? ¿Cómo podría molestarse por algo así? Ni siquiera le gustaba ir de compras con mujeres de su misma edad.
Continuará…