Capítulo 82

Hola!!!! Cómo empezaron el viernes?! Jajajaj ya llega el finde :D Así que pónganle ganas para que lo empiecen con todo ;) Besos y MUCHAS Gracias por los comentarios! Me voy rapidito que tengo clases y no llego :P jijiijij Chau, Chau… nos leemos después!

Twitter: @Caparatodos

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Se dio la vuelta sobre sus propios talones, y continuó por el pasillo en dirección a su suite. Tenía allí las herramientas y estaba en lo cierto acerca de las posibilidades que Peter tenía de detenerla.

Capítulo 82:

—Voy contigo —refunfuñó malhumoradamente, siguiéndola.

Y así, media hora después, Peter apagó las luces del SLK y manejó el último tramo a oscuras.

—Me siento como un criminal —murmuró mientras estacionaba al doblar la esquina.

—Lo serás si entras allí conmigo y te atrapan. —Mariana se puso un par de guantes negros y un gorro oscuro en la cabeza—. ¿Por qué no esperas aquí afuera y eres el hombre al volante? Así, cualquier cosa te dan la condicional por eso.

¡Dios! Ella se sentía lo suficientemente cómoda con lo que iban a hacer como para hacer chistes.

—Yo voy donde tú vas. —Se colocó su propio par de guantes y un gorro.

—Muy bonito. Pero hazme acordar de conseguirte un gorro con visera. Tapará mejor tus ojos verdes. —Se bajó del auto, y cerró la puerta en silencio—. No cierres con llave —le advirtió—. El ruido, las luces, tardar demasiado en volver a subir, crea todo tipo de problemas.

—No pretendo dedicarme a esto. —Cerró su puerta, y se guardó las llaves en el bolsillo—. Pero gracias por la enseñanza de conducta criminal.

Podía enumerar algunas de sus operaciones empresariales que no habían sido del todo lícitas, pero también empleaba lo que adquiría para ayudar a los más necesitados, para patrocinar causas que consideraba dignas… y suponía que eso le mantenía del lado del bien. Mariana era simplemente una ladrona con una serie de motivos y planes que le ocultaba. Sí, ella tenía su propio código moral; no robaba en museos, no le gustaban las armas y veía ilógico que se matara o muriera por un objeto. Pero seguía siendo una ladrona, y exageradamente buena.

Mariana se detuvo un momento a mirar atentamente la calle en una y otra dirección, luego subió a la vereda. Giró al llegar a la entrada principal de Dante, y se dirigió directamente a la puerta con Juan Pedro pisándole los talones. Teniendo en cuenta que eran casi las cuatro de la madrugada, Peter se sentía sorprendentemente alerta. Nunca se lo contaría a Mariana, pero casi podía comprender por qué hacía aquello por norma general. Saber que podrían atraparlos en cualquier momento, que no debían estar allí, hacía que aquel paseo nocturno resultara mucho más excitante que cualquier acuerdo comercial o adquisición financiada.

Mariana tocó a la puerta, y a Peter estuvo a punto de salírsele el corazón del pecho.

—¿Qué estás hacien…?

—Shh. No voy a entrar si su anciana madre ha venido para apoyar a su hijo en este desastroso momento, o lo que sea —le respondió entre susurros.

—De acuerdo, está bien.

Se quedaron ahí parados durante lo que pareció una hora y después Lali colocó ambas manos en la manija de la puerta. Peter no podía ver bien lo que hacía en la oscuridad, pero un segundo más tarde la puerta se abrió.

—Vamos.

—¿Cómo sabías que no habría alarma? —preguntó.

—La hay —dijo mientras entraba—. Puso un sticker en la ventana delantera. Si es de las corrientes, tenemos treinta segundos para desactivarla, o todo el vecindario se va despertar. ¿Vienes?

Se dirigió de inmediato a la pequeña caja que había en la pared al fondo de la entrada. Esta vez sacó lo que parecía una pequeña batería con cables y pinzas. Retiró la parte frontal del dispositivo y unos segundos después éste emitió un pitido.

—Buenísimo. Nos sobran catorce segundos —murmuró.

—¿Y ahora, qué?

—¿Has estado aquí antes?

—No.

—Entonces buscaremos la oficina. —Inició la marcha, luego redujo el paso para lanzarle una mirada por encima del hombro—. Por curiosidad, ¿por qué no has estado antes aquí? Aunque Cortés y tú no fueran buenos amigos, ha trabajado para ti durante diez años.

—¿De verdad quieres mantener esta conversación ahora?

—¿Alguna vez te invitó y tú lo rechazaste o nunca te lo ha pedido?

Comprendió que Lali no hablaba por hablar; seguía buscando pistas, pruebas, para dar respuesta a sus preguntas sobre Dante.

—No recuerdo que me invitara.

—Así que no eran amigos.

—Asistió a mi matrimonio.

—Apuesto a que la reina fue a tu matrimonio —respondió con su imprevisible sonrisa, y se escabulló por una entrada.

—Su majestad es muy educada —contestó Juan Pedro, divertido a su pesar.

—Allá vamos —dijo, y él la siguió a una oficina pulcra y grande. Ella ya se encontraba junto al alto archivador y le indicó a él que fuera al escritorio—. Avísame si está cerrado.

Podía abrirlo perfectamente sin ayuda de nadie. El cajón de arriba estaba cerrado, y mientras lo sacudía escuchó el sonido del archivador al abrirse. Lali era buena. De eso ya se había dado cuenta con anterioridad, naturalmente, pero verla en acción era verdaderamente impresionante. Volvió a sacudir el cajón una vez más, levantando y tirando, y éste se abrió con un grave crujido de madera al astillarse.

—Qué delicado —dijo ella por encima del hombro.

—¡Hey!, ha funcionado.

Juan Pedro metió la mano para sacar el pestillo y abrir el resto de los cajones, e inició su búsqueda. Facturas personales, seguidas de alquileres de películas, información fiscal… todo tenía su propio expediente por orden alfabético. Hasta los lapiceros estaban separados por colores.

—Busca cualquier información de ingresos, cualquier cosa que no encaje con lo que le pagas.

—Estamos buscando expedientes de arte, Mariana. Nada más. Deja que la policía se ocupe de investigar el resto.

—¿Estás siendo buena gente o tienes miedo a encontrar algo?

Continuará…