Capítulo 22

Hola, hola! Cómo las trató y trata el viernes?! Disfruten la noche y empiecen con ganas el fin de semana ;) Gracias y nos leemos mañana!!!! Besos

Twitter: @Caparatodos

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—Si lo tienes todo bajo control, ¿por qué vamos a ver a Dalmau?

—Para demostrar lo que digo.

Capítulo 22:

Entraron en la recepción de cromo y vidrio del edificio de Dalmau y subieron al último piso en uno de los seis ascensores. Peter la estaba manipulando, igual que manejaba cualquier situación comercial. Por lo general, a Lali aquello no le gustaba, pero, sólo por esta vez, era prácticamente un alivio que alguien se encargara de pensar. Tenía la cabeza en otra parte, sobre todo en la última parte de su conversación con Bedoya-Agüero, en donde a éste se le distinguía la intención de pedirle algo más.

Había estado considerando seriamente contratar un guardaespaldas, y ella lo había convencido con bastante facilidad para que hablara con la policía.

Debería haberlo buscado después de la cena y cerciorarse de que no corría un peligro inminente. En vez de eso, había arreglado una cita y pasado el resto de la noche tratando de alejar a Peter de sus pensamientos relacionados con Pamela. Puede que eso fuera lo que las novias hacían, pero estar con Peter no significaba que debiera empezar a ignorar su instinto. ¡Maldición!

—¡Señor Lanzani! —exclamó la recepcionista, sentada detrás de una enorme placa dorada con el nombre del estudio grabada en ella—. No lo esperábamos esta mañana. Espere un momento, le informaré al doctor Dalmau que está aquí.

Agradecida por la distracción pasajera, Lali tomó aliento. Las hipótesis la volvían loca. Necesitaba la realidad por un instante. Y en esa realidad, estaba intentado comenzar un negocio. Examinó a Giselle, tal y como lo decía su tarjeta de identificación. Vestido y maquillaje disimulados; expresión tranquila y simpática; eficiente pulsando las teclas del teléfono y conociendo los nombres de los clientes, y poseedora de esa voz suave y profesional que se les exigía a las recepcionistas de clase alta. De modo que eso era lo que se suponía que debía contratar. «Mmm.» Apostaría lo que fuera a que los posibles clientes del estudio de abogados no aparecían muertos. Por lo visto, eso era labor suya.

—¡Peter! —Gastón Dalmau, entró a la recepción. Sonriendo ampliamente, el abogado agarró la mano de Peter y la estrechó con entusiasmo—. Gracias a Dios que estás aquí. Casi tuve que asistir a la reunión financiera mensual.

—Celebro ser útil. —Peter se hizo a un lado y señaló a Lali—. ¿Te acuerdas de Lali?

La mirada que Dalmau le dirigió era cómica y furiosa en partes iguales.

—¿Todavía no te han arrestado, Espósito?

—Aún no. También tú sigues sin tener un trabajo de verdad, ¿eh, Yale?

—Gastón, ¿tienes unos minutos para hablar con nosotros? —intervino Peter.

—Claro. ¿Qué es lo que hizo esta vez?

 Mientras los llevaba dentro del estudio, Lali le sacó la lengua. Odiaba a los abogados por norma general, y la ponía de malhumor que, en el fondo, respetara a aquel abogado en particular.

A medida que pasaban por delante de cubículos y elegantes oficinas, Lali se notó que todos los empleados parecían saber quién era Peter, y que a su vez Peter conocía todos sus nombres. Ese hecho no la sorprendía en absoluto… probablemente Peter los consideraba empleados suyos, y siempre estaba al tanto de quién trabajaba para él. «Detalles», siempre decía él. «Todo está en los detalles.» Esa también era su filosofía… aunque sus detalles iban más por el lado de que largo fuera el corredor y la combinación de la caja fuerte.

La oficina de Gastón estaba situada en el rincón del edificio. De modo que su oficina daba a la de ella. Eso era para matarse de risa… o lo habría sido si hubiera logrado sacarse de la cabeza la imagen de Bartolomé Bedoya-Agüero, su vaso de vodka medio vacío y su serena mirada de preocupación.

—Me he enterado que ya tienes oficina propia —dijo Gastón, mirándola al tiempo que tomaba asiento tras su escritorio—. Peter dice que tengo que preguntarte dónde está.

Ella movió el pulgar hacia la ventana más cercana.

—Ahí.

—¿Al norte de Microcentro? Es una buena ubicación.

—No. Justo ahí. En ese edificio. —Se acercó a la ventana—. ¿Ves la ventana con las persianas arriba? Es la mía.

No se quedó boquiabierto, precisamente, pero la expresión de sorpresa que tomó su cara fue bastante fácil de interpretar.

—No me jodas.

—Anda a tomarte un café uno de estos días —le invitó—. Eso sí, tendrás que llevarlo tú. Todavía no tenemos cafetera. Ni tazas. Pero, no traigas desechables. Son de muy mal gusto.

—¿Tenemos? —repitió, mirando a Peter—. ¿Ustedes dos?

Peter se aclaró la garganta.

—Lali y Nicolás Vázquez.

Las cejas de Dalmau salieron disparadas hasta la raíz de su pelo rubio.

—¿Tu perista?

Lali atinó a sonreír. Esto era demasiado bueno como para hacer caso omiso, fueran cuales fuesen las circunstancias.

—Ex perista. Ahora somos socios. —Se preguntó si él sabía quiénes eran Dumbar Asociados, pero ¡qué importaba eso!, no era más que un fax.

—¡Sorprendente! —El abogado miró de nuevo por la ventana de su oficina—. Qué horror.

—Gracias.

Continuará…