Capítulo 25

Hola!!!! Cómo les va?! Qué tal empezaron la semana??? Gracias por sus comentarios y sus lindas palabras en el post anterior :D! Todo lo logrado en el blog es gracias a ustedes! GRACIAS por tanto! Las quiero y nos leemos mañana! Besos

Twitter: @Caparatodos

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—Nadie me arruina, Lali. Jamás.

—Todavía, chico listo. Todavía.

Capítulo 25:

Sábado, 10:15 a.m.

Pamela Lanzani–Valente se puso los lentes de sol y se hundió en el asiento del conductor del carro que alquilaba mientras un nuevo modelo de Bentley Continental GT pasaba a toda velocidad por la avenida. No había duda de que a Espósito le importaba poco y nada la ley. Pero Pamela ya sabía eso de la puta ladrona. Consideró el seguirla, pero tenía mejores cosa de las cuales ocuparse. Se dirigirían a Sonne Brilliant, y ella tenía una cita en un spa dentro de cuarenta minutos. Si la cancelaba con menos de una hora de anticipación, le cobrarían la sesión de todas formas, y en esos momentos necesitaba economizar. Con un suspiro de irritación, Pamela se alejó de la vereda y se retomó nuevamente su camino hacia el hotel.

Ver a Mariana Espósito con Juan Pedro resultaba espantoso. Una semana o dos deberían haber sido suficientes para que él se sacara a esa arribista de encima, y, sin embargo, seguían juntos tres meses después. Por el amor de Dios, prácticamente se le caía la baba por ella. Siempre lo había considerado terrible y absolutamente inflexible y, sin embargo, ahí estaba él, sentado en el asiento del pasajero mientras que esa maldita mujer manejaba su preciado Bentley.

Pensaban que no tenía conocimiento de lo que había estado tramando Martín, robando obras de arte de las distintas propiedad de Juan Pedro por toda Europa. Bueno, puede que no estuviera al tanto en ese entonces, pero se había enterado de algunas cosas, sobre todo después del arresto. Martín se había encargado de que alguien contratase a Espósito para perpetrar un robo. Durante semanas había buscado la forma de demostrarlo sin contar con la palabra de Martín y conseguir que arrestaran a esa zorra, pero no había logrado nada concreto.

Pamela se miró en el espejo retrovisor cuando se detuvo en un semáforo. Lo malo de Buenos Aires, era que durante todo el año, sea verano o invierno el sol brillaba y hacía que se le formen arrugas en los rabillos de los ojos. Menos mal que el hotel contaba con un spa. Sobre todo con la cena que tenía esa misma noche. Más cuando Daniel seguía empeñado en asistir, aun a pesar de la muerte de su padre. Era por caridad, después de todo, y uno de los preferidos de Bartolomé.

Había tenido suerte de que Daniel hubiera estado al fondo de la habitación cuando se cruzó con Juan Pedro y Espósito en el club. Juan Pedro hubiera estado menos dispuesto a ayudarla si supiera que en esos momentos estaba saliendo con alguien. Pamela sonrió. No es que no fuera a dejar a Daniel en el caso de que Juan Pedro volviera a fijarse en ella una vez más.

Al fin y al cabo, era humana. Había caído en un momento de debilidad y terminado en brazos de otro hombre. Ocurría en ocasiones… y con el estilo de vida de Juan Pedro y ella, había tenido demasiadas tentaciones. Se había disculpado repetidas veces, ofrecido a ver a un consejero matrimonial, pero él no había querido saber nada de eso. De manera que había hecho lo necesario para demostrar que no iba por la vida acostándose con hombres como norma general. Se había casado con Martín Valente. En cuanto al matrimonio, bueno, Martín había estado más obsesionado con Juan Pedro que ella.

De modo que ahora estaba sin marido, apenas tenía dinero y solamente contaba con un novio y un plan en construcción… y su ex marido seguía siendo el hombre más rico, guapo y encantador sobre la faz de la tierra. Y allí estaba Lali Espósito, conduciendo su Bentley nuevecito, durmiendo en una mansión de treinta habitaciones, compartiendo la cama con su ex esposo y, al parecer, capaz de vivir la vida tan al margen de la legalidad como quisiera.

Lali. Que nombre más estúpido, insípido y poco favorecedor. Pero, a pesar del apodo, la tipeja tenía a Juan Pedro. A juzgar por lo que Pamela había podido averiguar, se habían conocido la noche de la explosión en Sonne Brilliant, cuando ella había ido a robarle. ¿Acaso aquello era lo que ahora lo excitaba? ¡Cielos! Debía de haber sido una crisis prematura de los cuarenta, ya que sólo tenía treinta y cuatro. Bueno, si lo que excitaba a Juan Pedro era el poco respeto que Lali tenía por las convenciones legales, entonces podría jugar el mismo juego. Se pasó la lengua por el lápiz labial de larga duración color rojo mientras se le aceleraba el corazón. También ella se excitaba con sólo pensar en eso, y en Juan Pedro.

Cuando el Bentley tomó la última curva de la calle frente a la casa, Lali pisó el freno. Un Ford Taurus de 1997 bloqueaba las rejas de entrada. Apoyado contra el parachoques trasero, un ceñudo hombre con bigote poblado y canoso comía pipas de girasol.

—¿Qué demonios? —Peter se agarró del tablero cuando se detuvieron en seco.

—Dime que has invitado a Franco Castillo a comer —dijo, mirando mientras el detective se enderezaba y los saludaba con la mano.

—No.

El pecho se le encogió.

—Así que el poli de homicidios ha venido simplemente a saludar. Podría ser eso, ¿no?

—¿Lo averiguamos, amor? —dijo Juan Pedro con voz mucho más serena que la suya.

Continuará…

Esto fue un poco de Pamela “La palmera” y sus intenciones o cuasi intenciones