Capítulo 32

Hola!!!!!!!!!!!!!! Cómo les va?! Gracias por sus comentarios y puteadas a Pamela jajajajjaa me hacen tentar! Les juro que me llega el odio que le tienen a la poooooobre! Hasta me da penita ya! :P Bueno, nos leemos mañana! Besos y buen domingo para todas!  Ahhh chicuelas, me olvidaba, dejo el capi de mañana programado… así que a eso de las 12 arg. (10 Perú y 17 España) tienen el capítulo para leer! ;)

Sor: jajajaja Elvisa jajajaajja Hola amigos! Jajajaaaj me dio mucha risa tu comentario! :P Ya te mandé la nove!

Titel: Me emocionó tu tw! :D les dedico mi tiempo así como ustedes dedican el suyo a leer! Y lo hago feliz y con mucho, mucho gusto! :D

Irene y Masi_ruth: Qué rudos sus comentarios! Jajajaja

Y les mandé a todas la nove! Chequeen sus mails ;) Ahora sí, me voy! Tengan lindo día y recarguen para empezar la semana a full! Besos

Twitter: @Caparatodos

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—Nicolás, no puedo…

—Claro que puedes. Eres la jefa.

Capítulo 32:

Nicolás desapareció por la puerta de recepción. Lali se detuvo frente a ésta. «¡Mierda!» Irritada e incluso un poco nerviosa, no la ayudó a darse cuenta de que había estado abusando del apoyo de Nicolás en esta aventura, sobre todo teniendo en cuenta que éste parecía más reacio a retirarse de lo que había imaginado. Pero se suponía que podía aprovecharse de él. Para eso estaba la familia.

Un espejo había sido colocado en el reverso de la puerta del área de recepción, probablemente para que los ocupantes del lugar pudieran comprobar su aspecto antes de salir a recibir a un cliente. Miró su reflejo, todavía un moño hecho, un sencillo polo verde con una blusa blanca abierta encima y un pantalón azul. Tenía una muda en el auto, en caso de que necesitara cambiarse, pero ya todos la habían visto.

Lali expulsó el aire. Muy bien, podía hacerlo. Dios, comparada con otras situaciones por las que había pasado, esto sería pan comido. Tal y como había dicho Nicolás, ella era la jefa. Todos querían algo de ella. Otro día más en la vida de Mariana Espósito.

Lali salió.

—A ver, ¿quién es el siguiente?

Unas caras agradables la miraron, mientras que ella les devolvía la mirada. Al cabo de un momento, se puso de pie una chica joven que parecía tener más o menos su edad.

—Me parece que soy yo —dijo con un suave acento del interior.

—Bien. Entremos y charlemos un rato.

Después de la tercera entrevista le había entrado el ritmo; a la gente le gustaba hablar, así que lo único que en realidad tenía que hacer era formular una o dos preguntas capciosas en relación a las horas a las en las cuales podían trabajar y sobre el tipo de sueldo que esperaban. De inmediato recibía un flujo de información sobre las necesidades que representaba ser madre soltera, los créditos pendientes para la universidad, o sobre el dolor de espalda o los pésimos ex maridos. ¡Por Dios! Si la gente aprendiera a escucharse y a pensar en las impresiones, tendría más posibilidades de conseguir un trabajo, y Nicolás y ella sólo hubieran tenido tres personas a quienes entrevistar en vez de veintitrés.

Acompañó de nuevo a la víctima número cinco hasta la puerta de la recepción.

—Gracias por venir. Tomaremos una decisión en los próximos días.

—Gracias, señorita Espósito. Estoy realmente ansiosa de trabajar con usted —dijo Azul, dando un paso adelante—. ¿Puedo preguntarle algo? ¿su novio viene seguido a visitarla?

Genial. Otra de las subscriptoras del boletín de Las chicas de Peter.

—Sí, Nicolás siempre está aquí —respondió, esbozando una deslumbrante sonrisa.

—Pero…

Lali abrió la puerta y la hizo salir.

—Gracias de nuevo. ¿El siguiente?

Uno de los dos tipos, el que parecía el salvavidas de la piscina de un hotel, musculoso con pelo rubio, se puso de pie. Pero antes de que pudiera acercarse, otra figura se le adelantó bruscamente.

—Soy yo —dijo Pamela Lanzani–Valente, su deslumbrante sonrisa la hizo frenar en seco.

—No voy a contratarte ¡ni lo sueñes! —dijo, antes de poder contenerse.

Pamela se rió entre dientes.

—Por supuesto que no, querida. Jamás trabajaría para ti. Me preguntaba si tenías tiempo para tomar un café.

—¡Qué genial! Peter volvió a echarte, ¿no?

Con una mirada indignada a su ahora entretenida audiencia, Pamela la agarró del brazo y prácticamente la obligó a cruzar la oficina privada hasta el fondo. Obviamente Pamela ignoraba lo poco que le gustaba que la agarrasen. Pero en lugar de frenar a la ex, Lali señaló y toleró que la llevara hacia la nueva cafetera que había aparecido en la pequeña sala de conferencias.

—Tengo entrevistas pendientes —dijo innecesariamente, deliberando que seguramente Pamela lo sabía y no le importaba en lo más mínimo.

—Sí, ya me di cuenta. Bonita oficina. ¿Quién es tu decorador?

—Yo soy la decoradora. —Bueno, Nicolás en su defecto.

—Con razón, querida. —Pamela tomó asiento en la mesa de conferencias—. Es muy selecto.

—También lo soy yo. —Comenzando a divertirse, Lali le sirvió una taza de café a la ex—. Con mucha azúcar, ¿supongo? —preguntó.

—Tres cucharaditas, por favor. ¿Tú no vas a tomarte uno?

Lali se sentó en la silla de en frente.

—Yo no tomo mamarrachos. ¿Qué pasa, Pame? No te molesta que te diga Pame, ¿no?

La sonrisa de la mujer se tensó.

—Prefiero Pamela. Se me ocurrió que debíamos conversar. Estar con Juan Pedro es una situación complicada, después de todo, y dado que él me está ayudando tanto, pensé que tal vez yo podía ayudarte a ti.

—Ayudarme —repitió Lali—. Tú.

—Bueno, sí. ¿Quién conocer mejor a Juan Pedro que yo? Por desafortunado que fuera el final, estuvimos casados casi tres años.

—Te refieres a que fue una pena que te encontrara revolcándote con Martín Valente —retrucó Lali. Si iban a conversar, no pensaba encajar ningún golpe. No con esta mujer. No después de saber cuánto daño le había hecho a Peter—. Te acuerdas de él ¿no?, el tipo que trató de matarnos a Peter y a mí.

—Yo no tuve nada que ver con eso. —Pamela bajó la mirada a su taza de café, removiendo perezosamente el azúcar en la mezcla—. Cometí un terrible error con Juan Pedro, y luego otro con Martín. No es algo que pueda olvidar. Jamás.

Continuará…