Capítulo 33

Hola chicas!!! Qué tal?! Les dejo nuevo capi y muchas gracias por sus comentarios! :D son lo más!!!

• Abril: Sorry si no te contesté, pero no tuve ninguna mención tuya me parece! Déjame tu mail que te mando las noves!
• Alex: Bienvenida y espero que sigas animándote a firmar ;)
• Ruth_ly: me tente con tu comentario ajajja lo siento! Prefieres que lo saque?!
• Anonimo: Te mande las noves a tu mail fíjate!

Ahora sí! Hasta mañana y GRACIAS por estar siempre! Besos!

Twitter: @Caparatodos

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—Yo también te admiro, Lanzani —dijo, luego se alejó de él con algo menos de su elegancia y compostura habitual.

Capítulo 33:

Sábado, 10:39 a.m.

Gastón Dalmau y cuatro mensajes telefónicos esperaban a Juan Pedro en su oficina. Se llevó a Mariana con él, principalmente porque no quería que ella se largara al aviario sin él. Había sido un tonto al dudar, aunque no hubiera sido más que por un segundo, que pudiera desaparecer de su propiedad cada vez que a ella le provocara.

—Reinaldo dijo que habías ido a dar un paseo —comentó Gastón, estirando sus largas piernas mientras remoloneaba en uno de los sillones de la mesa de conferencias.

—Quería chequear la seguridad exterior, que parece ser una mierda. —Juan Pedro lanzó una fugaz mirada a Mariana, que se había acercado a la ventana y estaba mirando el estanque. Apenas había dicho una palabra desde que se habían besado, así que, por lo visto, ninguno de los dos tenía la menor intención de disculparse por ello o poner alguna excusa. Sin embargo, unos momentos más de su mutua admiración y él hubiera necesitado una ducha fría otra vez.

—Es una basura de alta tecnología —dijo Gastón, con la mirada fija también en la invitada—. Castillo quiere acercarse a mostrarte algunas fotos de Maxi Recca para ver si tú, o alguien de en la mansión, lo reconoce. Por lo visto este tipo tiene algunas órdenes de arresto pendientes por robo o por ser sospechoso de lo mismo en ocho países.

—¿Han dicho qué ocurrió? —preguntó Mariana en voz baja, sin moverse.

Los pies de Gastón golpearon el suelo.

—Entonces, lo conocías. Buenísimo. Esto es una convención de ladrones habituales. ¿Sacamos unas bebidas y unos bocaditos, o prefieres entrar por la fuerza y servirse ustedes mismos?

—Basta, Gastón —dijo Juan Pedro, atento aún a Mariana mientras se preguntaba cuántos países podrían tener órdenes de arresto en relación a sus actividades nocturnas—. Eran amigos.

—Estupendo —repitió el abogado—. No, no sé qué ocurrió. Imagino que Castillo tendrá más información después de la autopsia.

—Maxi me llamó el jueves, después del allanamiento. Me advirtió que me mantuviera al margen de este trabajo y parecía bastante molesto de que yo hubiera aparecido. Si le oyó la persona con quien estaba trabajando, entonces… —Tomó aire, enderezó los hombros y se volvió hacia ellos—. Entonces puede que lo hayan matado por hablar. Si no, no tengo ni idea. Podría haber sido mala suerte, supongo.

—Pero no crees eso. —Juan Pedro le ofreció otra bebida, pero ella negó con la cabeza.

—Él no habría sido un blanco fácil para un extraño.

—¿Tenía él algún colega?

Lali le lanzó una fugaz sonrisa.

—Nadie en especial. Le gustaba trabajar directamente con el cliente.

—¿Estás completamente segura de que fue él quien se llevó la tablilla y colocó los explosivos? —preguntó Gastón.

Sus ojos perdieron el enfoque, como si estuviera pensando en algo distante, y Mariana medio volvió a sonreír. Era una expresión triste y solitaria, y Juan Pedro se agarró al respaldo de la silla para evitar acercarse a ella.

—Aunque no me hubiera llamado y lo hubiera prácticamente admitido, ya le había dicho a Lanzani que los ladrones del calibre de Maxi podían contarse con los dedos de una mano —dijo—. Me gustaría ver las grabaciones de vigilancia de la zona norte de los jardines.

—Lo haremos antes de irnos —dijo Peter.

—¿Y adonde nos vamos? —indagó Gastón.

Mariana resopló.

—¡Claro!, como vamos a decírtelo.

—Nos vamos a hacer turismo —interrumpió Juan Pedro, dejándose caer en un sillón—. ¿Qué más me has traído?

—Las primeras estimaciones del seguro por los objetos destruidos. Dante me traerá la lista oficial de las piezas de valor dentro de unos minutos para que pueda comparar el precio de mercado con lo que probablemente ofrecerán los tipos del seguro. También tengo algunas estadísticas de audiencia actualizadas para la compra de la WNBT. Conrado las envió después de que cancelaras la cita. Me parece que lo está poniendo nervioso que puedas tirarte para atrás.

—¿No se le ha ocurrido que pudiera tener algunos asuntos personales de los cuales ocuparme con la explosión de mi casa y todo eso?

Dalmau sonrió.

—Parece que no.

—Entonces, peor para él si deja que la demora abarate su precio.

Mariana suspiró, y se apartó de la ventana.

—Todo esto es fascinante, pero no creo que me necesites.

—¿Y adónde vas? —preguntó Peter, dispuesto a atarla a una silla si no respondía.

Ella se encogió de hombros.

—Prometí que no me llevaría nada de aquí —dijo, abriendo la puerta—, pero tienes vecinos, ¿no?

Juan Pedro se levantó bruscamente.

—¡Mariana! Mi casa no va a convertirse en tu nueva base de operaciones. No les vas a robar a mis vecinos.

La mirada que ésta le lanzó era, como mínimo, furiosa y divertida a partes iguales.

—Estaba bromeando. Poseo algo de autocontrol. Estaré fuera junto al estanque, o por ahí, dando una vuelta. —Se detuvo a medio salir por la puerta—. Pero ten cuidadito a quién das órdenes, Lanzani. Nuestro acuerdo únicamente incluye tu finca. En cuanto al resto del mundo, haré lo que me dé la gana. Una parrilla y algunas latas de Coca-Cola dieta no significan que seas mi dueño.

Cuando ella se marchó y cerró la puerta tras de sí, Juan Pedro tomó asiento de nuevo.

—Maldita sea.

—Es una ladrona, Peter. Ahora le has encontrado una utilidad, lo que está bien, supongo, pero…

—Pero ¿qué? —contestó Peter, su temperamento estalló antes de que pudiera controlarlo—. ¿No puedo salvarla? ¿Crees que es un proyecto de caridad o algo por el estilo?

Continuará…