Capítulo 57

Hola!!!!!! Qué tal?! Espero que todo anda bien! Gracias por sus comentarios y nos leemos mañana!!! ;) Besos

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—¿Intentas sobornarme?

Daniel negó con la cabeza.

—Intento seducirte.

Capítulo 57:

—Estás aquí, Lali. —La voz de Peter llegó desde la puerta antes de que ella pudiera responder con algo atrevido aunque evasivo—. Tengo esa conferencia telefónica… Ah, Daniel. —Se aproximó a él, luciendo aún esa amistosa expresión insípida que generalmente adoptaba para las grandes reuniones. Y Lali no pensó ni por un instante que él no hubiera visto la caricia—. Mis condolencias.

—Gracias, Peter. Acabo de preguntarle a Lali si sabe qué es eso —respondió Daniel, apuntando un dedo hacia la caja.

La mirada de Peter no se apartó del rostro de Daniel.

—Ella es una experta en arte. —Tendió con lentitud la mano hacia ella. Cuando Lali la agarró, ésta temblaba ligeramente—. Discúlpame, pero tengo que…

—Sin problemas.

—Gracias de nuevo, Lali.

—No hay de qué.

Mientras se dirigían hacia la puerta principal, Peter sacó su celular y llamó a Ben, su chófer, para que se reuniera con ellos en la entrada. Lali se guardó la tarjeta de Daniel en el bolso y mantuvo la boca cerrada.

Peter se desplazó al borde del asiento una vez estuvieron dentro de la limusina.

—Ben, necesitamos un poco de privacidad, por favor.

—Sí, señor.

La mampara divisoria entre el asiento trasero y el delantero se levantó en silencio. Dado que ignoraba por completo cómo reaccionaría él a su encuentro con Daniel, Lali decidió contraatacar primero.

—Peter…

—Silencio. Necesito pensar.

—Oye, antes que nada, quiero que sepas que yo no lo besé a él.

Peter la miró fijamente durante unos minutos.

—Me he dado cuenta. ¿Por qué pensó que besarte sería buena idea? Aparte de por lo obvio, claro está.

«Bueno, al menos, no habían gritos.»

—Me parece que creyó que tenía que darme algo a cambio de la información sobre la escultura.

—¿Y no llevaba una moneda en el bolsillo?

—Yo que sé. No le revisé los bolsillos.

—¿Descubriste algo más? Si no pone en peligro la apuesta, claro.

—Ya quiesiera. Voy tan adelantada que ni siquiera puedo ver a Castillo —mintió.

—¡Dale! Entrega.

Ella parpadeó.

—¡Hey! Estamos calentones, ¿no?

—¿Qué? No. Quiero decir que desembuches, chiquita.

—Deberías haber dicho eso desde un principio.

—Lo hice. Déjate de dar vueltas.

—Está bien. Creo que lo más importante de su vida para él es él mismo —respondió, relajándose junto a Peter. Si de verdad desconfiaba de ella, lo estaba ocultando muy bien—. No le importan los recursos o los intereses de nadie a no ser que sean suyos. Y no le di una patada donde más le duele porque algo pasa en esa casa. Sé que es así, Peter. Y creo que él sabe de qué se trata.

Con un suspiro la rodeó con los brazos, acercándola contra su cuerpo.

—¿Existe alguna razón por la que no deba hacer que sus negocios se vayan a pique?

Muy bien. Aquello si era típico de Peter.

—Porque hasta la semana pasada eran los negocios de su padre, y porque ahora mismo no es más que un tarado y un egoísta. Puedes arruinar todo si tiene algo que ver con el asesinato de Bartolomé. —Le besó en el cuello—. Pensé que estarías más enojado.

—Hay veces en que me sorprendo a mí mismo. Estaba dispuesto. De haber sido otra persona, lo habría estado. Mis seres queridos no tienen precisamente un buen historial de fidelidad en lo que a mí respecta.

Dios, ni siquiera había pensado en eso. Se había encontrado a Pamela revolcándose con su amigo y aquello no había terminado bien.

—Ni siquiera me gusta —declaró.

—Lo sé. Y, verdaderamente, estás tan buena que no puedo resistirme a ti. —La besó, profunda y suavemente.

—Bueno, doy gracias por eso —dijo, fingiendo que prácticamente ese beso no la había desestabilizado.

—¿Y ahora, qué?

—Tengo que hablar otra vez con Castillo. —Y seguramente iba a tener que realizar una llamada telefónica, después de descubrir alguna forma para mantener a Daniel Bedoya-Agüero interesado pero a una distancia segura.

—¿Eso no es hacer trampa?

—«A mi manera» abarca todos y cada uno de los medios para obtener información. Tan sólo tengo que unir las piezas antes que la policía lo haga.

—No esperes que te desee buena suerte.

—La suerte es para los tontos.

Así que Lali había decidido utilizar a Daniel y a Pamela para ayudarse a resolver su rompecabezas. Juan Pedro frunció el ceño mientras se sentaba frente a su escritorio con el montón de documentos que acababan de llegar de Londres. Esta apuesta había sido ideada para enseñarle una lección a Lali, no para ayudarla a volverlo loco, más, si aquello era posible.

Exhaló. En el mejor de los casos, no estaba acostumbrado a sentarse a esperar que una situación se resolviera por sí sola. Cualquier otra cosa que estuviera a su alcance, ayudar a Castillo y al Departamento de Policía de Buenos Aires, no sería hacer trampa; simplemente sería dar buen uso a su amplia experiencia, recursos y contactos.

Si Lali pensaba que Daniel tenía información en su poder, entonces también Laura podría saber algo útil. Y, además, ella poseía un negocio inmobiliario y él había prometido ayudar a Pamela a encontrar un lugar en Buenos Aires. Con una sombría sonrisa sacó su celular, buscó el número de la agencia de Laura y le dejó un mensaje para que lo llamara. Lali no era la única que podía poner en práctica el juego del encanto.

—¿Peter? —Lali asomó la cabeza en la habitación al mismo tiempo que tocaba la puerta.

—Entra —dijo, apagando su celular y metiéndolo en el cajón de su escritorio. Contempló su short y la camiseta verde que llevaba—. ¿No vas a trabajar?

—No. Nicolás tiene una cita, y yo… sólo quería el resto de día libre.

El se levantó, sumamente consciente de la callada tristeza que traslucía su voz. Una ladrona con más compasión que la mayoría de los supuestos amigos e incluso la familia de Bedoya-Agüero. Y con papeleo o no, de pronto, su trabajo se volvió intentar animarla.

—¿Una cita? ¿Nicolás?

—Bueno, sí —sonrió—. Le presté mi carro.

—¿Le h… ? Es tu auto.

—Y que no se te olvide, querido. —Dirigió la mirada hacia su aparador—. ¿Por casualidad no tendrás un pedazo grande de papel cuadriculado?

—Me imagino que sí. —Fue hasta su closet y rebuscó en él hasta que dio con una libreta a medio usar—. ¿Estás haciendo un dibujo detallado del escritorio de Bedoya-Agüero?

—Qué buena idea. Eso haré. —Le dio un besito en la mejilla al tiempo que le quitaba el cuaderno—. Gracias.

—¿Para qué lo necesitabas antes de que yo te diera esa brillante idea?

—Para el área de la piscina. Se me ocurrió hacer algunos bosquejos y ver algunas revistas de jardinería.

—Ya sabes que puedes contratar a un paisajista.

Ella le dedicó una sonrisa.

—¿Estás seguro de que no quieres darme un lugar en el que no puedan verse los resultados?

—Confío en ti. Sólo decía que…

—No, me parece que hoy es un buen día para mirar flores. Todo eso de la «normalidad» de lo que hablabas. Creo que puedo plantar sin que tú estés rondando. Puedes venir para llevarme el lapicero, si quieres.

Lali lo estaba invitando. Aquello no sucedía muy seguido, y Peter aprovechaba cada oportunidad como si se tratara de una preciosa pepita de oro.

—Tengo que hablar con Gastón y, después, dalo por hecho.

—Genial. Estaré junto a la piscina.

Continuará…