Capítulo 58

Hola chiquillas!!!!!! Cómo las trató el día?! Listas ya, en varios lugares, para recibir la primavera??? Vamos, vamos a animarse que ya llega el sol por este hemisferio y cuando menos lo pensemos ya nos llegó el fin de año también! ;) Bueno, gracias por sus comentarios y lindas palabras siempre! El aguante que me dan es increíble y llega siempre! Las quiero y nos leemos mañana! Besos :D

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

—Tengo que hablar con Gastón y, después, dalo por hecho.

—Genial. Estaré junto a la piscina.

Capítulo 58:

Lali colocó el alto de revistas de jardinería sobre una de las mesas de fierro forjado junto a la piscina y dejó una lata de Coca Cola Light al lado de éstas. Tenía algunas ideas sobre lo que quería hacer, pero considerando que aquélla era su primera vez en la jardinería y que Peter usaba su casa como lugar de reunión así como atracción turística —y que cada habitación de un lado de la casa tenía vista a la piscina—, su única intención era la de remover la hierba mala sin contar antes con la aprobación implícita por su parte.

Sin embargo, cuando se sentó y abrió la libreta de papel cuadriculado la otra sugerencia de Peter vino a su mente. Todo tenía un significado, y en la oficina de Bedoya-Agüero habían pruebas en abundancia, independientemente de si la policía las tenía o no en cuenta.

La policía. Que el lugar del crimen estuviera abierto al público menos de una semana después del suceso y antes de que se hubiera algún sospechoso resultaba, de por sí, algo extraño. Sabía por experiencia que el Departamento de Policía de Buenos Aires estaba acostumbrado a tratar con ricos y famosos y que habitualmente se mostraban protectores y respetuosos, pero ese caso era de Castillo, y a él se le daba bien lo que hacía. Dios, a punto había estado de «atraparla», en una ocasión.

Dibujó pausadamente lo que recordaba de la pared en cuyo interior se encontraba la caja fuerte. No había recibido ningún tipo de educación formal en arte, pero había pasado la mayor parte de su vida entre famosas obras de arte, y en numerosas ocasiones le habían dicho que tenía talento. Aquello le hacía bastante gracia; una ladrona de arte que sabía dibujar.

 Lo más valioso era su memoria casi fotográfica, y tenía más que una ligera impresión de que ése era el motivo por el que hoy estaba tan preocupada. Había visto algo, y hasta que no supiera de qué se trataba, aquello seguiría atormentándola.

El bosquejo a lápiz de la pared y el grabado del Renoir no le decían nada, de manera que pasó al escritorio y al aparador, recreando sobre la página lo que había visto en persona unas pocas horas antes. Hizo una pausa y comenzó a trabajar en la caja con la figura de Giacometti. «Espera un momento.»

Si en efecto aquel era un prototipo para Mujer en pie, la obra más famosa de Alberto Giacometti, probablemente valdría cerca de un millón. Con toda franqueza, a menos que alguien estuviera familiarizado con Giacometti, no parecía demasiado impresionante, pero ella lo había reconocido, y también lo habría hecho un ladrón lo bastante bueno como para no dejar signo alguno de su entrada o salida. A juzgar por lo que Daniel había dicho, no estaba incluido en ninguno de los informes de la aseguradora. Eso haría que fuera mucho más fácil traficar con ella. Además, había estado a plena vista de todos, sin ninguna alarma conectada a ella, durante el robo y el asesinato.

Sin embargo, el asesino había optado por tomarse el tiempo de forzar la caja fuerte y robar el dinero y las joyas bien registradas, y los mucho más reconocibles Van Gogh y O'Keeffe. Interesante y no demasiado inteligente. Teniendo en cuenta la falta de conocimiento de Daniel sobre el valor de la mujer, olvidarse de aquello no decía mucho a favor de su inocencia. Se preguntó si Laura entendía más sobre arte, moderno o de otro tipo, que su hermano.

Por primera vez entendió que sospechaba específicamente de Daniel. Parecía que debía ser un gran problema, pero no lo sentía realmente así; era como si hubiera sido consciente del tema en todo momento. A menos que él hubiera contratado a alguien para que matara a su padre, su ignorancia en arte volvía lógicas las circunstancias del crimen. Casi todo el mundo conocía a Van Gogh y a O'Keeffe, y el valor de los rubíes y el dinero era obvio.

Lo que necesitaba era a alguien con algo más de entendimiento acerca de la familia Bedoya-Agüero. Dando un vistazo por encima del hombro para ver si Peter se acercaba o no, sacó su celular y marcó.

—¿Aló? —respondió una suave voz después de un tono.

—Augusto, soy Mariana Espósito. ¿Puedes hablar?

—Nunca nadie ha sido capaz de impedirme hacerlo antes. Pensé que estarías en el velorio. Te estuve buscando.

—¿Sigues ahí?

—Jamás me pierdo un evento, sean cuales sean las circunstancias.

—Lo siento. Entonces, te llamaré más tarde.

—Espera un segundo. —Ella esperó, escuchando el eco de voces—. De acuerdo, señorita Lali —prosiguió un momento después—. Estoy en la biblioteca.

—¿Solo? —lo apuró. Si alguien escuchaba su conversación, ella perdería cualquier ventaja que tuviera con Daniel y su libido.

—Dudo que la mayoría de invitados sepan dónde está la biblioteca. ¿Qué te preocupa?

—¿Cuál es el objeto más famoso que poseen los Bedoya-Agüero?

Él guardó silencio durante un momento.

—Diría que los rubíes Gugenthal. Bartolomé tiene… tenía, un Manet en la sala de arriba, pero no lo mostraba demasiado.

—Pero a ti te lo enseñó.

—Pensó que yo lo apreciaría. Y lo hice.

—¿Y cuál era el objeto de mayor valor de la familia?

—Los rubíes. ¿Tienes algún sospechoso en mente? Esto se está poniendo muy emocionante.

Ella sonrió ampliamente ante el entusiasmo en su voz. Al parecer Augusto Pereira había estado verdaderamente privado de estímulo intelectual. Probablemente Bartolomé no había tenido tiempo de enseñarle a su amigo sus nuevas adquisiciones. Ahora éstas le pertenecían a otra persona; a alguien más interesado en el color de los billetes que en la verdad y en la belleza.

—Nada con seguridad —respondió—. Pero ¿me harías un favor? Si alguien del círculo familiar te pregunta si conoces a algún perista bueno y de confianza, ¿le darás el nombre de Rubén? —le dictó el antiguo número de trabajo de Nicolás y escuchó a Augusto sacar un papel y anotarlo.

—Después de esto voy a tener que conseguirme un diploma de sabueso —dijo.

—Me parece que ya nadie usa ese título.

—Está claro que todavía soy nuevo en esto.

—Eres un estudiante muy vivo, Augusto. Gracias de nuevo.

—Gracias a ti. Te mantendré informada.

—¿Augusto? —Llegó la voz de Peter desde su espalda cuando colgó el teléfono.

—Dios mío. Cada día eres mejor espía.

—No estaba espiando. ¿Augusto Pereira? ¿El acompañante?

Se retorció para mirarlo a la cara, notando que él también se había puesto un short. Mmm. Tenía unas piernas de deportista, y no las enseñaba con frecuencia.

—Sí. Es un hombre muy interesante. —Lali captó la expresión de su fría mirada y lo jaló de la mano para que se sentase en la silla a su lado—. No te preocupes. Es más fan tuyo que mío, lunarcitos.

Peter enarcó una ceja.

—¿En serio?

—Sí. Pero es un secreto. Y me está ayudando.

—Su secreto está a salvo conmigo. —Agarró su gaseosa y tomó un trago—. ¿Qué tienes hasta ahora?

Tardó un segundo en darse cuenta que se refería a sus ideas para el jardín.

—No demasiado —confesó—. Estaba un poco distraída.

Le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. Qué gracioso, dicho gesto por parte de Daniel la dejaba indignada, pero los dedos de Peter rozando su sien la hacían estremecer.

—Pues sentémonos y tomemos algo tranquilos.

Eso sonaba agradablemente lindo.

—¿Podemos pispiar fotografías de jardines? —preguntó, acercando la ruma de revistas hacia ellos.

Necesitaba hacer una breve visita para poder buscar la posible ubicación del fotógrafo de Lyon, pero prefería no hacerlo a plena luz del día, y no se sentía lo suficientemente… capaz para ser sigilosa y lista esa noche. Y dado que estaba en punto muerto con los Bedoya-Agüero hasta después del velorio y hasta que pudiera hablar de nuevo con Franco Castillo, podía relajarse por un día. Y pasar un tiempo con Peter sin hacer nada era todavía lo bastante extraño y nuevo como para que no pareciera algo ordinario y mundano.

—Me encantaría —respondió él, sonriendo.

Continuará…