Capítulo 68

Holillas chiquillas! :D Cómo las trató el día?! Yo estoy feliz, feliz!!!!! Les dejo otro por hoy y veo como voy con los capis para dejarles a ver si mañana sale maratón o al menos unos cuántos capis, les va?! Gracias por el aguante!!! Besos y buenas noches!

Twitter: @Caparatodos

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—Dime antes una cosa: ¿Es verdad que tu padre era Carlos Espósito, el ladrón?

—Es verdad.

—¿Alguna vez le has robado a alguien?

Capítulo 68:

Así que de eso se trataba. Quería una confesión suya para que ambos estuvieran a la par, aunque no significaba eso que él hubiera confesado nada. Todavía.

—Podría ser —respondió, disimulando su indirecta con una sonrisa.

—¿Cómo es?

—No me gusta ventilar mis pecados en público —dijo, posando una mano sobre su brazo.

Él le dedico nuevamente una sonrisa encantadora.

—Puedes confiar en mí. Me gusta pecar.

—Seguro que sí. Te diré los míos si me revelas los tuyos.

—Vamos viendo. Te dije que hoy sería un perfecto caballero.

Lo pondría a la defensiva si lo presionaba más. Y, afortunadamente, tenía historias de sobra, aun cuando tuviera que dar detalles; después de todo, la ley de prescripción de algunos de sus trabajos ya había caducado.

—Está bien. Es muy emocionante. Pura adrenalina.

—Lo entiendo —dijo, sonriendo de oreja a oreja al viento—. Yo practico esquí extremo. Es sentirse al límite.

Hablaron durante un rato sobre esquí y regatas, en gran medida para que él pudiera sentirse cómodo presumiendo y soltado la lengua mientras ella escuchaba y emitía sonidos de admiración. Después de veinte minutos comenzó a acercarse más a la costa, entrando con facilidad en un pequeño puerto.

—Entre tú y yo, aún sigues haciéndolo, ¿no es así? —preguntó de pronto—. Me refiero a robar cosas.

Durante un breve segundo Lali se preguntó si él estaba llevando a cabo su propia investigación. ¿Pensaba acaso que era ella quien había matado a Bedoya-Agüero? Sin embargo, eso haría que fuera completamente inocente, y, en lo más profundo de su desconfiado ser, Lali no creía que lo fuera. Era más probable que estuviera buscando un posible chivo expiatorio en caso de que algo saliera mal. En ese caso, buscaba a la chica equivocada.

—No desde hace mucho. No es bueno para mi salud.

Él asintió, reduciendo la velocidad.

—También entiendo eso. Me rompí la pierna la última vez. Menos mal que existen otras formas de conseguir emoción. —Daniel inhaló, pellizcándose la nariz.

«¡Genial!» Aunque aquél podría ser un motivo para un robo. Lali soltó una carcajada forzada.

—Eso dicen, pero creo que robar es menos perjudicial para el bolsillo. —Miró hacia la costa—. Qué bonito. ¿Dónde estamos?

—Es mi lugar privado para almorzar y cambiar de aire.

—Mmm, hum. ¿Viniste con Pamela ya?

Daniel acarició entre los dedos un mechón de su pelo.

—Estoy aquí contigo.

Lali permitió la caricia. Imaginó que eso le daba algo más de margen para insistir.

—Quizá sea un poco indiscreta, pero asesinaron a tu padre durante un robo. Esperaba que no te excitara tanto invitar a una ladrona, aunque esté retirada, a almorzar.

—Esto tiene que ver con la atracción, no con mi padre —respondió, utilizando ahora ambas manos para jugar con su pelo.

Se inclinó y la besó. Lali también permitió aquello.

—Oye, pensé que ibas a ser un caballero —dijo, empujándole lentamente. Lograr que tal gesto pareciera evasivo precisó más control de lo esperado. Tuviera o no una bonita cara, hacía que se le pusiera la piel de gallina. Peter decía que poseía su propio sentido de dignidad, independientemente de que fuera o no convencional, y Daniel lo estaba pisoteando.

—¿Qué me dices de la atracción? Sé que la sientes.

—Puede que así sea. —Lali lo analizó con la mirada—. Pero, francamente, Daniel, necesito más que un paseo en barco para convencerme de que puedes hacer más por mí que Juan Pedro Lanzani.

—¡Ah, pero qué interesada! —dijo, riendo de nuevo.

Podría decir lo mismo de él, pero se guardó el comentario. Teniendo en cuenta que dos días antes había asistido a un funeral, parecía estar de bastante buen humor, de hecho… como si pensara que había salido impune de un asesinato o algo similar. Pero ¿lo había hecho el despreocupado Daniel o había contratado a alguien? Le encantaría saber si había alquilado un BMW.

—Sólo soy práctica.

—Me parece justo.

Lanzó el ancla al agua y apagó el motor. La absoluta falta de preocupación con la que él contemplaba su presencia, considerando que fácilmente podría haber estado involucrada en el fallecimiento de su padre, la inquietaba un poco. No era exactamente una declaración de culpabilidad por su parte, pero si tan seguro estaba ya de que ella no lo había hecho, era porque sabía quién lo había hecho realmente. Bajando lentamente la pequeña escalera, Daniel recogió la canasta de picnic y la colocó sobre la pequeña mesa empotrada en la cubierta.

—¿Tienes hambre?

—Sí. ¿Qué trajiste?

—Es un poco temprano para almorzar, así que pedí me pusiera en su mayoría fruta, pan y queso. Y una botella de vino.

—¡Dios mío! —dijo tranquilamente, acercándose a él—. Podría creer que intentas impresionarme.

—Ya estás impresionada, o no estarías aquí. Pamela te llama la perra bonaerense, pero imagino que eres más sofisticada que la mayoría de las mujeres que conozco.

—Gracias, supongo.

—No, en serio. Pamela no distinguiría una obra de arte de un trozo de tostada. Sabe de moda, pero eso es todo lo profunda que llega a ser.

—¿Y a ti te gusta la profundidad?

—Me gusta tu profundidad. —Daniel acomodó un plato con uvas y rodajas de mango, animándola con un ademán a sentarse mientras él ocupaba el banco de enfrente—. ¿Qué es lo que haces para divertirte?

—Para divertirme. Estoy armando una consultoría de seguridad, pero eso ya lo sabes.

—Tienes uno de esos teléfonos que tiene tonos diferentes según la persona, ¿no? ¿Te ayuda a no confundir a tus clientes?

Así que quería saber acerca de su teléfono. Eso no pintaba sonaba bien.

—Tengo el teléfono en vibrador —sonrió ampliamente—. Lo prefiero así.

—Seguro que sí. Si mi padre te hubiera contratado, ¿qué habrías hecho para proteger su casa?

—En realidad no he pensando en eso —mintió—. Me benefició que lo asesinaran antes de que firmáramos el contrato, ¿no crees?

—Lali —la persuadió—. Puedes especular, ¿no? ¿Más cámaras de vídeo? ¿Más sensores de movimiento? ¿Algunos de esos rayos infrarrojos?

—¿Qué importancia tiene? Ya es tarde para hacer algo.

—Sí, pero ese tipo sabía bien por dónde iba, cómo entrar, dónde estaba mi papá, cómo salir. ¿Crees que toda esa mierda tecnológica lo habría frenado?

Dios santo. Ahora buscaba halagos. Lo miró fijamente a los ojos.

—No. Era demasiado bueno. En mi opinión, el mejor que he visto. ¿Tiene alguna pista la policía?

—Ni una sola. Si es tan bueno, tal vez lo conozcas. —Se metió una uva en la boca—. Puede que sea famoso.

¿Acaso deducía demasiado de la conversación porque quería que fuera culpable? ¿Estaba en realidad Daniel forzando su suerte tal como ella sospechaba?

—«Yo» no era tan buena —mintió, bajando la mirada y fingiendo decepción o vergüenza o lo que fuera que lo hiciera sentirse aún superior.

—Seguro que podías jugar con los chicos grandes, Lali. Yo dejaría que jugaras conmigo.

Ella levantó de nuevo la mirada, sonriendo.

—¿Eres uno de los chicos grandes?

Él se acercó lentamente para susurrarle al oído.

—El más grande.

Lali se rió entre dientes.

—Y rico, también. Cada vez resultas más atractivo.

Daniel ladeó la cabeza hacia la entrada de debajo de la cubierta.

—Entonces, ¿quieres que hagamos chanchadas?

Al menos lo había preguntado, en vez de abalanzarse sobre ella. No estaba segura de poder regresar aquel barco ella sola.

—Todavía no estoy del todo convencida.

El se levantó.

—Está bien, pero yo voy abajo a refrescarme. Ahora vuelvo.

—Aquí estaré, disfrutando de la vista.

Continuará…