Capítulo 67

Hola, hola!!!! Cómo empezaron el día?! Espero que bien y lo sigan mejor!!! Muchas gracias por sus comentarios ;) Son geniales!!!! Besos y nos leemos mañana... o más tarde si les provoca, quieren?! 

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

De acuerdo, era en el bien de Peter y el suyo en lo que pensaba. Y tal vez, en ocasiones, eran cosas distintas. Pero esa mañana, teniendo en cuenta el poco tiempo con el que contaba para interpretarlo, hacer lo que mejor sabía parecía la forma lógica de actuar. Aun cuando eso incluía a Daniel Bedoya-Agüero y un barco.

Capítulo 67:

Viernes, 8:37 a.m.

Lali estacionó en el club y encontró el barco de Daniel sin problemas. Él la estaba esperando en el embarcadero con una canasta de picnic en la mano. Miró más allá de su hombro hacia el agua.

—Eso no es un barco —declaró, dejando a un lado el recuerdo de su sueño del tiburón de la otra mañana. Ya había cambiado el sonido del celular para Antonio.

Él comenzó a reír.

—Técnicamente, es un yate. Uno pequeño. Ten cuidado por dónde pisas —dijo, dándole la mano para ayudarla a subir.

Ella podría haber subido con los ojos cerrados, pero obviamente a Daniel le gustaba presumir, así que aceptó su mano y saltó con delicadeza a bordo.

—¿Cómo lo llamas?

—Es «ella» —la corrigió, saltando a bordo—, se llama Hope.

—Qué lindo. ¿Es tuyo o de la familia?

—Ahora es mío, o lo será apenas termine el papeleo. Papá lo compró para mí, principalmente.

¿Era impaciencia lo que escuchaba en su voz? Esa molesta investigación por homicidio podría estar retrasando sus planes. Lali guardó esa información en su mente.

—¿Por qué compites con ellos?

—Porque gano. Como te dije, es pequeña, pero tiene un gran motor.

—Ah. Justo como me gustan.

—Buenísimo. —Con una encantadora sonrisa, dejó la canasta y subió las escaleras hasta el pequeño puente—. ¿Puedes desatar aquella cuerda en la proa? —preguntó, señalando.

—Claro. ¿Es la parte delantera, no?

—Sí, es la parte delantera.

Hasta el momento, todo iba bien. Cuanto más ignorante pudiera ser, más podría hablar él y ser el chico popular del colegio… o del yate, mejor dicho. Cuando desató la cuerda automáticamente se dio cuenta de dónde se encontraban los salvavidas y golpeó disimuladamente con el pie la caja de proa etiquetada como balsa. Parecía bastante sólida. Estaba cerrada, pero eso no era problema.

Ni siquiera saber dónde estaba todo el equipo para emergencias la hizo sentir mejor. En tierra siempre podía encontrar la forma de salir en caso hubiera problemas. En el agua tal planteamiento era mucho más complicado. Aviones o barcos; ambos la hacían sentir lo suficientemente incomoda.

—Sube aquí —dijo Daniel cuando el yate zarpó, rugiendo, del embarcadero.

Con un profundo suspiro, Lali subió la angosta escalinata para unirse a él.

—Qué bonito es esto —mintió, posando una mano en el panel de control para apoyarse—. ¿Con qué frecuencia sales a navegar?

—Tanto como me es posible —le lanzó una mirada—. Peter tiene un yate aquí. ¿No sales a navegar con él?

—Nunca me lo ha pedido. Ni siquiera sé dónde está estacionado.

Daniel se rió de nuevo entre dientes.

—Amarrado, querrás decir. En realidad está justo allí.

Señaló al reluciente yate blanco amarrado a uno de los embarcaderos vecinos. Era, de lejos, el yate más grande del club, y probablemente de todo Buenos Aires, haciendo que el resto de botes a su alrededor parecieran enanos. A diferencia del Hope, éste había sido construido para ser lujoso más que veloz.

—¿Sabes su… nombre?

—Antes se llamaba Británico —respondió—, pero fue rebautizado hace un par de semanas.

—¿De verdad?

Daniel asintió.

—Mmm, hum. Como El Espósito.

Ella parpadeó.

—¿Como el qué?

—¿No sabías?

—No me contó nada.

—Si yo le pusiera el nombre de alguien a un yate, se lo diría.

—También yo. —Bueno, eso sí que era interesante, pero no era un tema a debatir por el que se había embarcado. Y en medio del agua no iba a perder la concentración—. ¿Por qué me diste tu teléfono el otro día —preguntó pausadamente—, cuando sabías que Peter le había puesto mi nombre a su yate?

—Porque vi cómo me mirabas cuando Pamela nos presentó, y luego me miraste de nuevo cuando hiciste que te llevara a casa con aquella pobre excusa sobre querer ayudar. —Se desvió, haciendo pasar el yate bajo el puente en ángulo—. Y luego, en el velorio, te estuve mirando. Te ibas en cuanto alguien comenzaba a hablar con Peter. Pensé que podrías estar buscándome.

«Tal vez, pero no por los motivos que él pensaba.»

—Estás muy seguro de ti mismo.

Empujó la palanca del acelerador y el barco aumentó de velocidad.

—Sé lo que me gusta —dijo sin más.

Al menos parecían dirigirse hacia la costa en vez de las profundidades.

—¿Y qué es lo que te gusta? —ronroneó, deseando haber añadido unos largos de natación a su plan de ejercicios.

—Dime antes una cosa: ¿Es verdad que tu padre era Carlos Espósito, el ladrón?

—Es verdad.

—¿Alguna vez le has robado a alguien?

Continuará…