Capítulo 1

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va? Espero hayan tenido un buen día y ya listas para recibir el viernes con el “buen” pie para comenzar a disfrutar y aprovechar el fin de semana!!!!! Aquí me tienen nuevamente, contra pronóstico y con cambio de planes, así que al menos hasta diciembre, Dios mediante, nos leemos!!!! Veremos qué pasa ;) Gracias por animarse, leer, compartir, comentar y vivir cada historia! Gracias por estar ahí… son lo mejor, no cambio por nada del mundo el leerlas, hablar con ustedes y poderlas conocer un poco día a día!!!! Besos y mañana nos leemos!!!

P.D.: Esta nueva novela es un corto, desde ya les aviso para que sepan que va a ser corta :D

P.D.1: Quiero que esta nove esté dedicada a una amiga, que es una luchadoras, para que desde aquí al menos, la tormenta sea más llevable! Jor, que la disfrutes! ;)

P.D.2: Si alguien se anima y puede hacer la portada de Casados al amanecer se lo agradecería!

P.D.3: Mariana, no leí esa nove… no sé quién la subió pero, chicas alguien la leyó: “lali estaba casada con pablo que era mayor y lali era virgen y se quedaba con la empresa y peter decía que era una cazafortunas”?!

Twitter: @Caparatodos

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Capítulo 1:

Mariana Espósito odiaba llegar tarde, pero después de mirar la hora por enésima vez en dos minutos, afrontó lo inevitable. Aquella noche no tendría más remedio que retrasarse a la cena ofrecida por la familia del novio. Algo un poco raro, considerando que ella era la novia. Dejó a un lado su cartera y se sentó, enojada.

«¿Dónde te metiste mamá?».

Crecer con una mamá que nunca llegaba temprano podría haber condenado a cualquier persona a una vida de continuo retraso, pero su carácter se había desarrollado dispuesto a ir en contra de eso y para Lali era de suma importancia llegar a una cita temprano. María José había prometido pasarla a buscar a las siete en punto... pero eso no sucedería.

Ok, admitía que había sido una estúpida al aceptar que su mamá la recogiera para llevarla al restaurante donde la familia de Martín organizaba la cena.

Cuando quería, María José Riera era muy regida al protocolo, con la excepción de la puntualidad, y había insistido en que madre e hija debían aparecer juntas. Junto con Paloma, claro está, la hermanastra de once años de Lali, que caminaría al altar delante de ella con un ramo de flores en la mano.

María José tendría preparada una excusa perfectamente lógica. No encontraba los aretes, había tenido una llamada inesperada de teléfono, una vecina había tocado el timbre de la casa un segundo antes de salir para pedirle un poco de azúcar y se había quedado a tomar el café, el vestido que pensaba llevar estaba en la tintorería y había tenido que ir a recogerlo, porque era el único vestido que podía ponerse para la ocasión... Lali había oído todas las excusas habidas y por haber y aun así, optimista como ella era, había confiado en que María José reconociera la importancia de la velada de aquella noche y, por una vez en su vida, fuese puntual. ¿Era mucho pedir?

Al parecer, sí.

Se levantó de un salto del sillón al escuchar el timbre. Gracias a Dios, pensó, dándole una última mirada a su reloj. Si se apuraban, llegarían al restaurante solo con quince minutos de retraso. Tomó rápidamente su cartera y abrió la puerta, dispuesta a correr al auto con su madre para tratar de reducir lo máximo posible su retraso. Pero no era María José la que estaba en la puerta, sino el futuro cuñado de Lali.

Juan Pedro Lanzani la saludó con una inclinación de cabeza.

—Hola, Lali.

—¿Peter? —miró hacia la calle como si, por alguna absurda razón, hubiese acompañado a su madre hasta allí, pero no había nadie detrás de él y no era el auto de María José el que estaba estacionado delante de su puerta, sino el moderno convertible negro de Peter—. Estaba esperando a mi madre —le explicó, mirando nuevamente a la calle. No había nada salvo una camioneta de correo.

—Acabo de hablar con María José por teléfono.

—¿De verdad? —dijo Lali con sorpresa—. Intenté llamarla, pero no lograba comunicarme. Supuse que estaría en camino —su expresión se alteró ante un repentino pensamiento—. No le habrá pasado nada, ¿no? No...

—Tu mamá está perfectamente—, Peter respiró hondo—. Necesito entrar, Lali.

Se sintió aún más confundida, pero retrocedió sin hacer ningún comentario. A la luz del atardecer, tenía una expresión inusualmente solemne, incluso sombría.

Aunque eran hermanos, Peter no se parecía en nada a Martín, su prometido. No sonreía tan fácilmente como él, ni era igual de ocurrente. No iluminaba una habitación como su hermano, cautivando a niños y a adultos por igual. No, Peter era más reservado en sus respuestas, menos accesible, más precavido al hablar. Y sus traviesos ojos verdes no se parecían en nada al azul claro de los ojos de Martín. Pero extrañamente, la mirada de Peter siempre tenía en ella un efecto peculiar, sobre todo cuando la miraba directamente a los ojos... como en aquellos momentos.

—Tal vez sea mejor que fuéramos a la sala y nos sentemos —declaró, lanzando una ojeada hacia la pequeña zona acogedora que ella llamaba sala. En el brochure que describía la pequeña vivienda que había comprado hacía dos años no especificaban el número de metros cuadrados, sino su cercanía con el barrio de oficinas del centro. Lali trabajaba como arquitecta y sus clientes estaban dispersos por toda la ciudad. Así que había sacrificado el tamaño de una casa en las afueras por la comodidad de estar cerca de su oficina.

—No tenemos tiempo para sentarnos, Peter, ya vamos quince minutos tarde a la cena. ¿En qué estaría pensando mi madre? Si ha tenido algún problema, yo podría haber ido en mi auto. ¿Por qué te mandó a ti?

—María José no me mandó —dijo Peter, hundiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones—. Fue idea mía venir a verte.

—¿Pero por qué?

Peter miró al sillón.

—Tal vez deberíamos sentarnos.

—No hay tiempo para sentarse, Peter —repitió Lali con una carcajada de nerviosismo—. Tengo que ir al restaurante. Y por si lo habías olvidado, como padrino de Martín, tú también tienes que ir.

Peter se pasó los dedos por él pelo, murmurando algo.

—¿Qué pasa? —preguntó Lali.

Continuará…