Capítulo 3

Hola!!! ¿Qué tal llevan el sábado, muchachas? Espero bien y con ganas de recargar pilas a full! Yo tengo tal sensación de ahogo y sobrecarga que haría que fuera eterno, pero que se le hace… a ponerle huevos, como dice Natalia Málaga y para adelante!!! Gracias por leer y que lindo que les esté gustando!!!! Besos y hasta mañana ;)

Twitter: @Caparatodos

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—Voy a colgar, mamá.

—Una cosa más, hija...

Capítulo 3:

—¿Qué, ma? —levantó la voz, pero parecía que iba a resquebrajarse. María José le habló con genuina preocupación.

—¿Quieres que vaya a verte y esté contigo, Lali? Te quiero, chiquita, y sé que esto es muy doloroso. Paloma y yo sólo estamos a cuarenta minutos de tu casa.

Lali consiguió esbozar una trémula sonrisa. —No pasa nada, mamá, de verdad —respiró de forma entrecortada—. Tendremos que hacer un montón de llamadas, si no, ¿cómo sabrán los invitados que ya no hay boda? ¿Podrías hacer eso por mí?

—Peter ya se ha encargó de todo. Apenas recibió la llamada de Martín, buscó la lista de invitados y la repartió entre su hermana y Laura. Ellas se están encargando de hacer los avisos. Laura era la hermana de María José, la tía de Lali, y había viajado desde Córdoba para la ocasión.

—Es tan humillante —susurró Lali, llevándose los dedos a los labios.

—¡Para ti no! —dijo María José con fiereza—. Martín es el idiota en todo este asunto. Ahora deja que Peter te sirva una copa de vino y pídele que te prepare una tina con agua caliente. Date un baño largo de espuma. Y no te olvides de usar las sales de baño de aromaterapia que te regalé, ya sabes, ese frasco tan bonito que le compré a la masajista. Se llaman Tranquilidad y son realmente efectivas, vas a ver. Mañana lo notarás en tus ojos, créeme.

Lali permaneció inmóvil por un momento, maravillándose de que aquella mujer, tan diferente a ella, le hubiese dado la vida.

—Está bien, mami. Chau.

Colgó, pero no se movió. A su lado, Peter irradiaba una mezcla de preocupación, lástima e indignación.

—Tienes que servirme una copa de vino, y luego dejarme llorar en tu hombro. Después, debo darme un baño de espuma con aromaterapia, que tú vas a tener la amabilidad de prepararme, y debo poner a remojar mis problemas. Mañana por la mañana, estaré bien otra vez —le dijo con el auricular aún en la mano y al borde de la histeria. Levantó la cara y miró a Peter a los ojos.

—María José es una mujer increíble —dijo, intentando no sonreír.

—Su filosofía de la vida no es muy... tradicional —agregó Lali con ironía.

—Es única, de eso no hay duda.

—Ha estado casada cuatro veces, ¿lo sabías?

—Sí. Lo mencionó una vez en la inauguración del Hotel Moliniere.

—¿De verdad? —por un momento, Lali se distrajo. No recordaba haber visto a Peter y a su madre juntos aquella noche. Sabía que a María José le caía bien Peter; de hecho, a veces había tenido la sensación de que su madre habría preferido a Peter como yerno. Se quitó una mota de suciedad que tenía en el vestido—. Sólo uno de sus maridos murió, el primero. Era mi padre. Se divorció de todos los demás.

—También me lo dijo.

Lali se pasó los brazos por la cintura, en actitud de defensa.

—Está dispuesta a despachar este asunto con la misma naturalidad con la que racionaliza sus fracasos matrimoniales. Según ella, debería quitarme a ese hombre de la cabeza con la misma facilidad con la que debería quitarme la ropa para darme ese baño de aromaterapia que se supone que vas a prepararme.

—Me encantaría hacerlo.

Lali sintió de nuevo ganas de llorar. María José podía tener razón, ¿por qué no se enamoró de Peter? Lo contempló en silencio por unos minutos. Las facciones de su cara reflejaban preocupación. La artista que llevaba dentro siempre había admirado la masculinidad patente en el rostro de Peter. Aunque los dos hermanos Lanzani tenían una figura similar, Martín era atractivo de una manera más convencional. Lali imaginó en una ocasión que Peter había sido creado como un prototipo, y que después de pulir los bordes y suavizar la dureza alrededor de sus ojos, la mandíbula y el mentón, Martín era el producto final.

—Sigamos el consejo de María José —sugirió Peter—. ¿Tienes algún vino?

Con un suspiro, Lali hizo ademán de ir a buscarlo, pero Peter la detuvo. Le puso la mano en el brazo, la llevó hacia el sillón y la ayudó a sentarse.

—Dime dónde está y regresaré con dos copas en un abrir y cerrar de ojos.

—Hay un poco de Chardonnay en la refrigeradora…

Y sin más, desapareció. Peter no gastaba palabras, actuaba. Era una de las muchas facetas de su personalidad que a Lali le resultaban interesantes. Martín le había presentado a Peter antes de su compromiso, anticipando que sus profesiones serían un vínculo en común, y había acertado. Peter era constructor inmobiliario. Había sido una buena fuente de referencias para ella y Lali había estado fascinada de devolverle el favor. Con el paso del tiempo, habían trabajado juntos en varios proyectos, siendo el primero el del Hotel Moliniere. El último era un ambicioso bloque de oficinas ideado por el estudio de arquitectos en la que Lali trabajaba. El proyecto era de Lali e iba a dirigirlo en conjunto con Peter cuando regresara de su luna de miel. Al menos, ese había sido el plan. Pero, habiendo cancelado la boda, al parecer no tenía motivos para no estar en la oficina el lunes por la mañana.

Las lágrimas volvieron a aflorar de sus ojos y buscó un pañuelo de papel en el cajón de la mesa auxiliar. Todavía no podía creer lo que había pasado. Peor que eso, no estaba segura de cómo se sentía. Avergonzada, sí; humillada, también. ¿Deprimida? Bueno, el hombre que amaba la había engañado y despreciado de la forma más deplorable dejándola plantada prácticamente en el altar. ¿No se sentiría deprimida cualquier mujer?

Continuará…