Capítulo 5

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien y empezando la semana de la mejor manera posible! Yo correteando y feliz de haber llegado antes de las 12 para publicar jajajaja ando como cenicienta pero con efecto inverso :P Gracias por leer!!!! Hasta mañana, chicas!!! Besos

Twitter: @Caparatodos

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Luego empezó a acariciarle el pelo y a murmurar mientras ella cedía a un torrente de lágrimas. Al ver que no la consolaba, maldijo entre dientes y la rodeó con sus brazos. Lali reaccionó con una nueva oleada de lágrimas. Aferrándose a su camisa con ambas manos, enterró el rostro en su tórax. Parecía tan íntegro, tan honesto. Sabía por instinto que podía confiar en él, y resultaba grato sentirse consolada en sus brazos. Era amable y comprensivo. Seguramente al día siguiente no podría mirar a nadie a los ojos, pero en aquellos momentos, aquella noche, la traición de Martín no le parecía tan terrible.

Respiró de forma entrecortada, Lali levantó un poco la cabeza y lo miró.

Capítulo 5:

—Dime la verdad, Peter. ¿Por qué lo hizo? ¿Es porque Daniela es... más hermosa?

Peter le dedico una media sonrisa.

—Daniela es bonita, Lali. Descarada. Tú eres hermosa.

No lo creía, pero era lindo escucharlo.

—¿Soy demasiado seria? ¿No tengo sentido del humor?

—¿Y eso lo dice una mujer que, con apenas una sonrisa, cautiva a mi equipo para que trabaje un domingo? No lo creo.

—Está bien, estoy demasiado centrada en el trabajo. A ningún hombre le gusta una mujer ambiciosa, ¿no es eso? Es cuestión de poder —Peter tenía las manos sobre sus hombros. Las deslizó por sus brazos hasta las muñecas, levantó sus manos y le dio un beso en cada palma. ¡Un beso! Contempló atónita su pelo castaño. Peter nunca, jamás, había insinuado nada personal.

—Estas manos han sido creadas para proyectar una arquitectura fabulosa —murmuró—. Y para hacer increíblemente feliz a un hombre afortunado. Eso es poder, sí. Pero te aseguro que a mí no me deja frío.

Sintiendo todavía el calor de sus labios en las palmas, notó cómo se le aceleraba el corazón. Tan vívida era la sensación de su beso, que se preguntó si le habría dejado una marca en la piel. Pero no podía mirar, estaba atrapada por la expresión de sus ojos. Aquella mirada penetrante e inescrutable la mantenía inmóvil, como si estuvieran unidos por una fuerza invisible.

Peter se inclinó hacia delante y la besó en el rabillo del ojo. Lali parpadeó, con los ojos todavía llorosos.

—No se merece que derrames una sola lágrima por él, Lali —dijo con suavidad, mientras ella cerraba los ojos con un suspiro. Luego Peter tomó su rostro entre las manos—. Cuando menos lo pienses, ni siquiera recordarás cómo era —la besó en la punta de la nariz—. Una mañana te despertarás y te preguntarás qué fue lo que viste en él —acarició con los labios los cabellos junto a su sien y besó su oreja. Después, mordisqueó el lóbulo y utilizó la lengua para aliviar el dolor.

Lali se estremeció al sentir un torrente de sensaciones que emergían de su interior con la fuerza de un volcán en erupción. El corazón le palpitaba con frenesí y se estaba aferrando a su camisa, no con angustia, sino como la única cosa sólida en su frágil mundo. Era Peter quien la besaba, no Martín, y le estaba gustando. Le estaba gustando de verdad.

Peter se separó un poco y esperó a que ella abriera los ojos. Por un largo rato, se miraron como dos personas que veían aguas no exploradas y no sabían si lanzarse a ellas. Podía detenerlo, pensó Lali entre el remolino de sensaciones. Un pequeño paso atrás y Peter la soltaría. Habría cumplido con su deber de padrino y se iría. Después, ninguno de los dos volvería a mencionar aquel fugaz momento de locura.

Pero en aquel momento, Peter bajó la mirada a sus labios y Lali se sorprendió preguntándose cómo sería que Peter la besara de verdad. Con un suspiro, volvió a cerrar los ojos. Peter atrapó sus labios y la estrechó entre sus brazos con fiera posesividad.

El beso no era comparable a nada de lo que Lali había experimentado antes. Era sombrío y profundo y arrollador, como el propio Peter. Salvaje, sensual y abrumador. Generó una espiral de emociones que Lali no había creído albergar en su interior. La arrastró en una ola de necesidad tan irresistible que se quedó sin aliento, con el cuerpo anhelante y el corazón hambriento.

Y cuando Peter se levantó, la tomó en brazos y se dirigió con ella a su habitación, Lali contestó a la pregunta que asomaba en sus ojos con un sí terminante.

Peter se fue un par de horas después. Recorrió el trayecto hasta su casa, entró directamente a la sala, se sirvió una copa de whisky y se la bebió de un solo trago antes de dar rienda suelta a sus pensamientos. Con un gemido, apoyó ambas manos sobre la barra y bajó la mirada al piso. ¿Qué le había pasado? Dios Santo, ¿en qué había estado pensando? ¿Se había vuelto loco de atar? Había ido a ver a la prometida de su hermano para decirle que la había dejado plantada y, en lugar de consolarla y tranquilizarla, ¡se había acostado con ella! La había visto tan dulce e increíblemente sexy que había olvidado la norma rigurosa que había guiado su vida durante los últimos ocho años.

Por Dios, era tan despreciable como Martín. No, era peor. Martín, al menos, había planeado un futuro con Lali, pero Peter no podía ofrecerle ningún futuro. Ni a ella ni a ninguna otra mujer. Ya había pasado por ahí y había jurado no volverse a exponer al dolor.

Continuará…