Capítulo 11

Hola, hola!!!! :D Cómo las trata el día?! Qué tal pasaron el domingo??? Ya listas para empezar la semana??? Espero que sí, y sigan recargando así se pasa mejor y más llevadera la condenada jajajja Gracias por sus comentarios! Ayer subí y no pude avisar, AVISO ahora por si alguien no leyó pensando que no había subido ;) Un beso y mañana nos leemos!!! Buena semana para todas!

Twitter: @Caparatodos

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Era típico de él, tomarse aquella grosería de Gabriela con tanta calma. Aquéllas eran cosas que nunca le habían afectado, sobre todo, porque Peter sabía quién era, de dónde venía y qué podía hacer.

Capítulo 11:

Además, Gabriela siempre lo había odiado. Y eso, en parte, era culpa de Lali, que se había presentado en casa de su tía dolida, enojada, destrozada y embarazada de su ex marido.

Después de haberle contado la historia de su complicado matrimonio, el posterior divorcio, el inesperado embarazado y la necesidad de encontrar un lugar donde vivir, en la que Peter había desempañado el papel de malo de la película, la opinión que su tía tenía de él había caído en picada. Desde entonces, el único objetivo de tía Gabriela había sido no volver a ver sufrir a su sobrina.

       

–Había pensado que me podrían recomendar algún hotel.

Lali y Gabriela se miraron.

–Supongo que va a tener que ser el hostal El Puerto –le dijo Gabriela–. No es nada del otro mundo, pero la otra opción es el motel que está en la carretera.

–Hostal El Puerto –murmuró Peter, frunciendo el ceño–. No sabía que hubiera una extensión de agua por aquí como para necesitar un puerto.

–No la hay –le contestó Lali–. Es una de esas rarezas de la gente que nadie puede explicar. No hay ningún puerto cerca. Ni siquiera un arroyo ni un río que puedan ser mencionados, pero el Hostal El Puerto es uno de los hoteles más antiguos de Banfield y está todo decorado con faros, gaviotas, redes de pescador, estrellas de mar…

Sacudió la cabeza y tuvo la esperanza de que Peter no pensara mal ni del lugar ni de sus habitantes. Aunque en algunos aspectos estaba un poco atrasado, en esos momentos era su hogar y sentía la necesidad de protegerlo.

 –En cualquier caso, es un sitio divertido –agregó, tratando de explicar.

Peter no parecía muy convencido, pero no dijo nada. En su lugar, se apartó del moisés y empezó a quitarse los gemelos para remangarse la camisa.

–Mientras tenga una habitación y un baño, estará bien. De todas formas, pasaré casi todo el tiempo aquí contigo.

Lali abrió mucho los ojos.

–¿Si?

Él sonrió de medio lado.

–Por supuesto. Aquí es donde está mi hijo. Además, si tu meta es ampliar la panadería y empezar con los pedidos online, tenemos mucho de lo que hablar y mucho que hacer.

–Espera un momento –dijo ella, dejando caer la espátula que tenía en la mano sobre la encimera–. Yo no he accedido a que tengas nada que ver con La Tiendecita Dulce.

Él le lanzo una encantadora y confiada sonrisa. La compradora, como ella la llamaba.

–Por eso tenemos tanto de lo que hablar. Ahora, ¿vas a acompañarme al hostal o prefieres decirme cómo llegar y quedarte aquí con tu tía hablando sobre mí?

Lali prefería quedarse y hablar de él, pero el problema era que Peter lo sabía, así que no tenía elección. Tenía que acompañarlo.

Se desató el delantal y se lo sacó por la cabeza.

–Te llevaré –dijo. Luego se giró hacia su tía–. ¿Puedes arreglártelas sola?

       

Era una pregunta retórica, porque había muchas veces en las que Lali dejaba a Gabriela a cargo de la panadería mientras ella iba a hacer algunas compras o llevaba a Martín al pediatra. No obstante, su tía la miró tan mal que Lali estuvo a punto de comenzar a reír.

–No tardaré –añadió.

Y luego fue hacia la puerta.

–Sólo tengo que traer mi cartera –le dijo a Peter. Éste la siguió fuera de la cocina y esperó delante de las escaleras mientras Lali subía corriendo por su cartera y los lentes de sol.

–¿Y el bebé? –le preguntó él cuando regresó.

–Estará bien.

–¿Estás segura de que tu tía puede ocuparse de él y de la panadería al mismo tiempo? –insistió mientras iban hacia la salida.

Lali sonrió y saludó a varios clientes al pasar. Una vez fuera, se puso los lentes de sol antes de girarse para mirarlo.

–Que no te escuche la tía Gabriela preguntar algo así. Podría tirarte una bandeja de horno a la cabeza.

Él no rió. De hecho, no le hacía ninguna gracia. En su lugar, la miró muy preocupado.

–Relájate, Peter. Mi tía es muy competente. Se encarga de la panadería sola bastante seguido.

–Pero…

–Y cuida de Martín al mismo tiempo. Ambas lo hacemos. La verdad es que no sé qué haría sin ella –admitió Lali.

Ni lo que habría hecho sin ella después de quedarse sin trabajo, sin marido y embarazada.

–¿Vamos en tu auto o en el mío? –preguntó después para intentar evitar que Peter siguiera preocupándose por Martín.

–En el mío –respondió él.

Lali anduvo a su lado en dirección a Morales y Asociados, donde había estacionado su auto. Todavía iba vestida con la falda y la blusa que se había puesto para la desastrosa reunión de esa mañana. En ese momento deseó haberse cambiado y llevar puesto algo más cómodo.

Sobre todo, deseó haber sustituido los tacos por unos zapatos planos.

Peter, por su parte, parecía cómodo y seguro de sí mismo con el terno y los zapatos de vestir.

Cuando llegaron al auto, le sujetó la puerta para que Lali se sentara en el asiento del copiloto, luego dio la vuelta y se subió tras el volante. Metió la llave en el contacto y la miró.

–¿Te importaría hacerme un favor antes de ir al hotel? –le preguntó.

Ella se estremeció y se puso tensa. ¿Acaso ya no había hecho suficiente? ¿No estaba haciendo bastante al permitir que se quedara allí cuando lo que deseaba era tomar a su hijo y salir corriendo?

Continuará…