Capítulo 61

Hola!!! Acá, yo, de nuevo jajajaja :D se nota que les gustó el capítulo y querían más! Eso habla de lo geniales que son y comprueba lo que digo siempre jajajaaj SON LO MÁS!!! ;) Acá les dejo el prometido doblete y espero lo disfruten! Ahora sí, conmigo será hasta mañana! Besos y termina lindo TU día, Sofi!!!

Twitter: @Caparatodos

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Lali asintió, pero no podía ir tras Peter antes de llamar a su cuñado. De repente, Daniel representaba un peligro mortal y quería disponer de toda la ayuda que pudiera conseguir.

Capítulo 61:

Peter corrió a la casa de Daniel sin hacer caso de la noche perfumada. Daniel tenía que haberse vuelto loco sin que nadie lo notara. ¿Quién sino podía matar a una niña indefensa? Sólo esperaba que no fuera demasiado tarde para Luz.

Sólo había unas pocas luces encendidas en la casa. La ventana de la torre estaba a oscuras.

Aquella noche, con la luna oculta tras las nubes, la casa se veía amenazante, como el decorado de una película de terror. Peter había sabido que iría desde que había visto la mancha roja en el cuadro, pero no había trazado un plan de acción. Sin embargo, estaba más decidido que nervioso. La culminación de doce años de lágrimas, malentendidos y dolor estaba al otro lado de la puerta.

No podía tocar porque alertaría a Daniel de su presencia. No debía subestimarlo. Había sometido a Lali a una persecución metódica para asustarla. Tanteó la chapa, pero la puerta no se abrió. Alguien con tanto que ocultar como Daniel no dejaría nunca la puerta abierta. Pero Peter no había llegado hasta allí para que lo detuviera una cerradura. Vio una ventana y supo lo que iba a hacer. Haría mucho ruido, pero no tenía otra alternativa. Buscó una piedra. El ruido sonó como una explosión en la quietud de la noche. La ventana estaba a la derecha de la puerta y sólo tuvo que meter la mano y correr el pestillo.

Peter esperó a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad que reinaba en el interior. Los ventiladores estaban apagados.

Esperaba que Daniel apareciera para averiguar a qué se debía el ruido, pero se equivocó. Sabía que no tenía tiempo que perder y comenzó a subir las escaleras que llevaban a la torre. Sin embargo, se encontró en el segundo piso. Cuando empezaba a pensar que debía bajar, encontró otra escalera que subía. Arriba, había una sola puerta. Estaba cerrada. Había una llave colgada de un clavo en la pared. La probó y la cerradura se abrió.

La puerta chirrió, pero Peter no hizo caso. En un rincón, sobre un montón de mantas, había una niña inmóvil. Peter sólo podía distinguir su pelo rubio, como el de Erika, en la oscuridad. Temió lo peor.

Encontró el interruptor de la luz. Al encenderla, la niña volteó para mirarlo. En su cara eran visibles las huellas de las lágrimas. Instantáneamente, se apretó contra la pared como un animal acorralado.

—¿Luz? No tengas miedo. Vine para llevarte a casa.

La niña lloraba cuando la tomó en brazos, todo su cuerpo se sacudía con los sollozos.

—Quiero ver a mi mamá. Quiero irme a mi casa.

—No te preocupes, preciosa. No vamos a quedarnos ni un minuto más —la tranquilizó Peter aunque hervía de rabia por dentro.

—No debiste venir —dijo Daniel, desde la puerta.

Luz lloró aún más fuerte, pero Peter no se sobresaltó. La apretó contra su pecho para que se sintiera protegida. En su interior, la rabia crecía hasta volverse incontrolable.

—Y tú no deberías tener una niña en el ático. ¿Qué clase de monstruo eres?

Daniel llevaba los mismos pantalones negros y la camisa de manga corta de siempre. Tenía el pelo revuelto y los lentes colgaban de la punta de la nariz. Pero sus ojos brillaban con un resplandor nuevo y amenazador.

—La cuido bien. Le doy de comer y le consigo libros para que se entretenga. Y todo por tu culpa —dijo Daniel en un tono completamente distinto—. Nunca la habría traído de no ser por ti. Lo arruinaste todo.

Peter reconoció el peligro en los ojos de Daniel y decidió que era mejor no contestarle.

—Vamos, Luz. Te llevaré a casa.

—No van a ir a ningún lado.

La voz de Daniel temblaba. Se llevó la mano a la correa y sacó una pistola.

—Si sales por esa puerta, firmarás mi sentencia de muerte.

—Tendrías que haberlo pensado antes de secuestrar a Erika y a Luz.

Luz lloraba en silencio, pero se aferraba con todas sus fuerzas al cuello de Peter.

Daniel se enfureció. Le apuntó con el arma, pero un ruido en la puerta lo distrajo. Allí estaba Lali, con la boca ligeramente abierta y el corazón saltándole en el pecho. Después de llamar a Joaquín y decirle a Tomás que se quedara en su casa, había corrido hasta allí. Había rezado por estar equivocada con respecto a Daniel, pero sabía que habían descubierto la verdad.

Continuará…