Capítulo 53

Hola!!!! Arrancó una nueva semana y con ella abril :O Wow!!! Ustedes como lo empezaron?! Espero que bien y con el pie derecho para que siga así! Gracias por leer, comentar y estar ahí! Gracias de verdad!!! Un beso enorme para todas y mañana nos leemos ;)

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

Deseaba hacerle el amor más que charlar, pero entendía que Lali necesitaba sentirse segura. Lo que no sabía era si podía ofrecerle esa seguridad.

Capítulo 53:

—A veces es tan difícil de creer. Hace poco hicimos el amor, pero desde entonces, hemos estado discutiendo. Tengo la sensación de que querías mantener la distancia. No sé lo que sientes por mí o si tenemos alguna relación—. Lali dejó de hablar y no pudo evitar reír. Se le había ocurrido una idea que no había pensado hasta ese instante—. Ni siquiera sé si tienes una amiga en Buenos Aires.

Peter no podía hablar de su relación porque ni él sabía dónde estaban. Sin embargo, podía contarle sobre su vida en Buenos Aires. Normalmente no se sentía obligado a hablar de su vida amorosa con una mujer por haber compartido una cama. Pero Lali era diferente.

—No he sido un santo, Lali. Ha habido más mujeres de las que te imaginas, pero nunca sentía nada en serio por ellas. Todas eran guapas, pero de una manera artificial. ¿Entiendes lo que intento decirte? Las mejores ropas, los mejores maquillajes. Muchas eran modelos. He descubierto que esa clase de mujeres no me afectan a nivel emocional. Nunca he pensado en casarme porque no he encontrado a la mujer adecuada. ¿Alguna otra pregunta?

—Sí, una más —dijo ella sabiendo que el futuro dependía de su respuesta—. ¿Piensas volver a Buenos Aires?

Peter se separó de ella y se levantó del sillón. Se acercó a la ventana que daba al jardín trasero y miró la oscuridad de la noche. Después se volteó y la miró a ella, pero Lali no podía leer sus ojos desde donde estaba.

—En Arcadia, la gente me mira como si fuera una especie de monstruo. Incluso si aparece el culpable, nunca olvidaré esas miradas. Este lugar siempre me traerá malos recuerdos.

Los ojos de Lali se llenaron de lágrimas. Se las limpió antes de que él pudiera notarlas. El vínculo entre ellos era casi nulo, no tenía derecho a atosigarlo con exigencias. Ni siquiera le había dicho que lo amaba, pero podía demostrárselo.

Se levantó y se acercó a él. Le puso las manos sobre el pecho para sentir los latidos del corazón. Levantó la mirada y vio un hombre que había cambiado mucho con los ojos. Sin embargo, todavía podía mirarla y hacer que se sintiera la persona más importante del universo.

—Quédate conmigo esta noche. Quiero que podamos tener buenos recuerdos.

Lali acercó sus labios y él aceptó la invitación. Los acontecimientos de la noche y los horrores del pasado desaparecieron al unir sus bocas. Al principio se besaron con suavidad, con dulzura. Después el beso creció en intensidad y urgencia. La besó bajo la oreja y a lo largo de la mandíbula. El deseo estalló en su interior con un fuego ardiente.

Peter le agarró el rostro entre las manos para mirarla a los ojos. La besó dulcemente en los labios. Lali supo que la noche estaba llena de promesas y esperanzas. No era hora de secretos y misterios sino de un amor que había sobrevivido a los años y la distancia en Lali. Sonrió y él la tomó en brazos para llevarla a su habitación.

Peter prendió una lámpara con la intención de disfrutar con la mirada tanto como con el cuerpo antes de depositarla sobre la cama. Se quitó los zapatos y se reunió con ella. La deseaba más que al aire que respiraba, su masculinidad presionaba contra la tela de los pantalones.

Sus bocas se buscaron en un beso que era desesperado y tierno a la vez. Lali cerró los ojos para concentrarse en la sensación de su cuerpo contra ella. Se abrazó a él como si no quisiera soltarlo nunca, pero sabiendo que un día tendrían que separarse. No le sorprendía que nunca hubiera sentido nada serio por ningún otro. Su corazón pertenecía por completo a Peter.

La besó en la garganta, pero Lali se separó. Abrió los ojos y vio su gesto de sorpresa. Le contestó con una sonrisa. Después se incorporó para quitarse el destrozado pantalón.

—Déjame a mí —dijo él con un brillo en los ojos que Lali esperaba fuera algo más que deseo.

Le apartó las manos y bajó el cierre del pantalón. Con suavidad, le pasó las manos sobre la curva de las caderas antes de bajárselo.

A Lali se le contrajeron los músculos del vientre al sentir las manos sobre su piel. Peter le desabotonaba la blusa mientras descargaba una lluvia de besos sobre su estómago. Cuando quedó con la ropa interior, Peter saltó de la cama para desnudarse rápidamente y volver a su lado.

«Te quiero» dijo Lali para sí, pero sin pronunciar las palabras.

Pronto los besos le impidieron pensar. Sus labios se buscaban. Peter le mordió el labio inferior con suavidad y la desafió con la lengua. Mientras le acariciaba el cuerpo le besaba el cuello, los hombros, los pechos. Una mano se apoyó en sus nalgas para acercarla más a él, si eso era posible.

Ella dejó correr las manos a lo largo de su espina dorsal hasta alcanzar sus nalgas redondas. Abrió los ojos y vio que Peter le sonreía. La besó otra vez y tomó su mano para guiarla hasta su masculinidad. Hervía de deseo. Ella lo acarició hasta que Peter encontró el centro húmedo y cálido de su placer. Lali no podía esperar más. Lentamente lo guió hacia su interior, una sensación tan exquisita que tuvo que contener la respiración.

Peter no había descubierto nada comparable a estar inmerso en la femineidad de Lali. Se preguntó vagamente cómo había podido vivir tantos años sin ella, sin aquella sensación de plenitud. Decidido a prolongarlo lo más posible, se mantuvo inmóvil unos minutos antes de iniciar un ritmo acompasado, el ritmo del amor.

Una y otra vez llegaba a la cumbre, pero se detenía para prolongar el placer de Lali.

Y luego el mundo desapareció en una explosión de placer tan intenso que Lali pensó que la cama temblaba con su propio cuerpo. Y poco a poco, el mundo volvió a la tranquilidad y a la seguridad entre los brazos de Peter.

—Ha sido maravilloso —dijo él, besándola.

La abrazó disfrutando de la sensación de sentir su piel. Era mucho más deseable que a los diecisiete años, aunque en aquella época él no lo hubiera creído posible.

Continuará…