Capítulo 62

Hola, hola!!!! Cómo están?! Qué tal las trató el martes??? Espero que bien y mejor que el mío… se me viene una semana sobre estresada y ya de pensarlo me pongo de mal humor jajajaja GRACIAS por sus comentarios y me pone feliz que la nove les guste tanto! Me entretiene leerlas jajaaja Un beso y nos leemos mañana!!!

Twitter: @Caparatodos

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Daniel se enfureció. Le apuntó con el arma, pero un ruido en la puerta lo distrajo. Allí estaba Lali, con la boca ligeramente abierta y el corazón saltándole en el pecho. Después de llamar a Joaquín y decirle a Tomás que se quedara en su casa, había corrido hasta allí. Había rezado por estar equivocada con respecto a Daniel, pero sabía que habían descubierto la verdad.

Capítulo 62:

—Daniel, ¿cómo pudiste?

Daniel se puso pálido al verla, pero no bajó la pistola. Al contrario, le indicó que se pusiera al lado de Peter y Luz. Lali obedeció asustada. No le tenía miedo a Daniel pero aquel no era Daniel, sino un loco.

—Tuve que secuestrarlas, ¿no lo entiendes? Él es como un veneno para ti. Te hubiera arruinado la vida. Sólo intentaba alejarlo de ti.

Lali sintió que se le revolvía el estómago. Doce años atrás, había amado a Peter con toda la pureza de una niña mientras que el mal crecía en el corazón de su mejor amigo. Una niña había pagado con su vida.

—No. No lo entiendo. No entiendo por qué tuviste que matar a Erika —dijo asqueada.

Daniel detectó la repulsión que le causaba. Pareció herirlo, pero no bajó el arma.

—Yo no la maté. Le grité al ver aquella estúpida manta roja en la ventana. Empezó a llorar y me acerqué para decirle que se callara. Ella se cayó de espaldas y se golpeó la nuca contra el alféizar.

Lali y Peter miraron hacia la ventana. El alféizar era de mármol y tenía la altura de un niño. Erika debió pararse en puntas de pie para poner su manta en la ventana.

—Y en vez de llamar al médico, en vez de pedir ayuda, la llevaste al pantano —lo acusó Lali, llorando.

—¡No me estás escuchas! —gritó Daniel—. Ya estaba muerto. No se podía hacer nada por ella. Yo te amaba. Intentaba salvarte la vida.

—¿Y Abel Pintos? ¿También lo mataste?

A Daniel le temblaba violentamente la mano.

—¿No entiendes? Tenía que morir. Te seguí aquel día y lo escuché decirte que me había visto llevarme a Erika. Tú no lo entendiste, pero yo sabía que sólo era cuestión de tiempo. Tuve que seguirlo al río y ahogarlo. Todo lo hice por ti.

—¡Ah, no! —exclamó ella, al darse cuenta de que el Daniel que ella había querido se había ido para siempre—. Me amenazaste. Destrozaste mi habitación. Me seguiste hasta darme un susto terrible.

—No podía soportar que durmieras con él. Lo hice porque te amo.

—¿A eso le llamas amor? ¿A privarme del único hombre con quien podría haber sido feliz? ¿A apuntarme con una pistola le llamas amor?

—No entiendes nada —gritó él—. Sólo quería que tú me amaras.

Sus hombros empezaron a agitarse y dejó caer la mano que sujetaba la pistola. Peter supo que aquella podía ser su única oportunidad. Con una mirada le hizo señas a Lali para que fuera hacia la puerta. Sólo se oían los sollozos de Daniel y de Luz. Lali ya estaba en la puerta cuando Peter empezó a moverse.

—¡Quédense donde están! —chilló Daniel, apuntándolos otra vez—. Al primero que se mueva le pego un tiro.

Peter supo lo que tenía que hacer. Era una amenaza, tenían que seguir.

—No pares —le susurró a Lali.

—¡Alto! —repitió Daniel.

Siguieron avanzando. Peter se preparó para sentir el impacto de una bala en su cuerpo. Pero en vez de dolor se sintió aliviado como nunca en su vida cuando los tres llegaron a la escalera a salvo. Joaquín subía los escalones con la pistola desenfundada.

—Daniel está ahí y tiene una pistola —dijo Peter con voz apagada—. Acaba de confesarlo todo.

Joaquín asintió. Daniel había gritado tanto que desde la calle lo habían escuchado.

—Yo también lo he escuchado. ¿Está bien la niña?

—Tan bien como puede esperarse —dijo Peter.

Joaquín entró en el ático.

—Vámonos de aquí —dijo Lali.

Cuando llegaron a la calle, se sintió invadida por una profunda tristeza. Luz seguía llorando, pero Lali lloraba por dentro. La noche era silenciosa, incluso los grillos se habían callado. La luna asomó un momento para volver a ocultarse tras el manto de nubes.

El sonido de un disparo rompió el silencio. Un momento después, Joaquín salió de la casa con la cabeza gacha. Miró un segundo al trío e hizo un gesto negativo.

Y ya no hubo más silencio porque Lali comenzó a llorar más fuerte que la pequeña Luz, que se había visto en el centro de un triángulo del que nadie había sospechado hasta aquella noche.

Continuará…