Capítulo 57

Hola, hola!!! Y llegó el viernes! :D woohooo que tal las trató el día?! Ya listas para descansar y disfrutar del finde?! Vamos, vamos que hay que aprovechar estos días de descanso ;) Gracias por estar y sus comentarios!!! Un beso y nos leemos mañana!

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—Iré, aunque no por mi voluntad —dijo Peter, haciendo un esfuerzo para permanecer tranquilo.

Joaquín terminó de leerle sus derechos mientras Peter se sentía parte de una película irreal. Estaba claro que no debería haber vuelto nunca.

Capítulo 57:

La cárcel de Arcadia no era más que una celda de custodia. Al construirla, la gente había insistido que se hiciera a las afueras para mantener a los posibles criminales tan lejos como fuera posible. Además de Peter y el fallecido Abel, los únicos que la habían ocupado eran dos jóvenes de Mendoza que habían robado el grifo.

Lali entró en la comisaría echando humo. Había cerrado la tienda apenas se enteró de la noticia. No había olvidado su discusión con Peter, pero había cosas más importantes de las que ocuparse.

—¿Te volviste loco? —le gritó a Joaquín—. ¿En qué estás pensando para arrestar a Peter? ¿No sabes que hay un asesino suelto? ¿De verdad crees que haces algo arrestando a un inocente?

Joaquín levantó su enorme cuerpo para tener alguna ventaja.

—Cálmate —gritó—. ¿Yo voy a la tienda a decirte como tienes que administrarla? Entonces déjame hacer mi trabajo.

—¡Y un cuerno! No voy a tolerar que te dediques a ganar puntos entre la gente a costas de un inocente. Quiero saber en qué te basas para acusar a Peter de secuestro.

Joaquín tuvo que hacer un esfuerzo por tranquilizarse.

—Sabes que no tengo por qué decirte nada. Pero visto que eres mi cuñada y estás fuera de tus casillas te lo diré. Hemos encontrado unas huellas de zapatillas en el jardín de los Fonsi. Coinciden exactamente con las zapatillas de deporte de Peter.

—¿Y qué más?

—Que lo hemos arrestado por secuestro.

—¡Qué estupidez! Es la evidencia más débil que he visto en mi vida. Pensaba que Luz había desaparecido cuando volvía de la casa de una amiga. Hay un centenar de razones que pueden explicar esas huellas. Hay un perro grande que siempre lo persigue cuando corre. ¿Y si lo hizo salirse de la vereda y pisar el jardín?

Lali esperaba que Joaquín dijera algo, pero guardaba silencio. Aquello la puso más furiosa todavía.

—Es una tontería arrestarlo. Han pasado semanas desde que Luz desapareció. ¿No te das cuenta de que no pueden ser del día del crimen porque la lluvia las hubiera borrado ya? ¿No entiendes que es una tontería?

Como la mayoría de los hombres cuyo lado fuerte no es la inteligencia, a Joaquín lo enojaba que lo llamaran tonto.

—Si no fuéramos parientes te sacaría de aquí por desacato a la autoridad.

—Sólo porque sabes que tengo razón —gritó ella sin hacer caso—. Creo que te han presionado tanto para que arrestaras a Peter que ni siquiera te importa que sea inocente.

—Lali, ya basta. Puedes elegir entre escucharme o no, pero no le has hecho caso a tu hermana. Ana te llamó anoche. Cuando no contestaste no fue muy difícil adivinar dónde estabas.

—Eso no es tema tuyo, Joaquín —respondió ella, recordando que había estado discutiendo con Peter.

—De repente no, pero te nubla el entendimiento. No puedes ver lo que hay delante de tus narices porque lo tienes demasiado cerca.

—Ahórrate el psicoanálisis —dijo ella, dándose cuenta de que Joaquín no iba a ceder—. Voy a contratar al mejor abogado que pueda encontrar. Tus evidencias no resistirán una revisión. Son tan débiles que no resistirían aunque contratara al peor de los abogados.

—Te aconsejo que no te metas en mi camino.

Lali no se intimidó. Si Joaquín quería guerra, guerra iba a tener.

—Dime a cuánto asciende la fianza para que pueda sacarlo de aquí.

—No es posible. Tengo que trasladarlo a Buenos Aires para que un juez fije la fianza y no podré hacerlo hasta mañana por la mañana.

—¿Perdón? Son las diez de la mañana. ¿Qué tienes que hacer hoy?

—Asuntos de la policía —dijo Joaquín, bajando la mirada hacia el escritorio—. No puedo. Tendrá que pasar la noche aquí, te guste o no.

—No me gusta. Y yo sí sé que hacer para aprovechar el tiempo. Por lo pronto, quiero ver a Peter.

Lali creyó que su cuñado iba a negarse. Sin embargo, para su sorpresa la acompañó hacia la puerta que daba a las dos pequeñas celdas.

—Está ahí.

Lali iba a abrir la puerta cuando se dio cuenta de algo que se le había pasado por alto.

—¿Para qué me llamó Ana anoche?

Joaquín guardó silencio un momento. Era evidente que trataba de decidir si debía contestarle.

—Reconozco que era para decirte los resultados de la autopsia de Erika. No te lo diría, pero mañana lo publicará el periódico. Parece que Erika murió a consecuencia de un golpe en la cabeza.

—¿No pudo ser un accidente?

—Sólo en tus sueños. Recuerda esto. Si vas a seguir con Peter, tendrás que acostumbrarte a hablar con él a través de los barrotes.

Lali lo ignoró y entró en la zona de las celdas. Estaban limpias ya que eran nuevas, pero no tenían nada de alegres. Eran oscuras y sólo había una cama en cada una. Peter estaba sentado en la suya. Tenía un aspecto tembloroso y nervioso. Alzó los ojos cuando Lali se acercó, pero su expresión no era de bienvenida.

—Hola.

—Nunca me imaginé que un día me visitarías en la cárcel —dijo él sin devolverle el saludo—. La verdad es que me sorprende que me visites.

Lali encontró un banco y lo acercó a los barrotes. ¿Cómo podía hacerle entender que ya no tenía diecisiete años? ¿Cómo decirle que mientras él quisiera permanecería a su lado a pesar de todo?

Continuará…