Capítulo 56

Hola, hola!!! Cómo les va hoy?! Espero que bien y su día haya sido bueno ;) ya estamos a nada del finde así que hay que meterle así lo disfrutamos más! Jajajaja Gracias por sus comentarios ;) son geniales, geniales en serio! Se les quiere y mañana nos leemos! 

Twitter: @Caparatodos

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—Ahórrate el melodrama, Lali —dijo él que quería hacerla sufrir tanto como sufría él mismo—. Ahórrate las palabras también porque no pienso creer nada de lo que digas. ¡Una segunda oportunidad! ¿No es eso lo que querías? ¡Qué iluso!

—¿Qué me quieres decir?

Capítulo 56:

—Ya te lo dije. Estás conmigo no porque quieres, sino porque te sientes demasiado culpable.

—Eso no es verdad —respondió ella, enojándose—. Eres tú quien no confía en mí. No intentes darle la vuelta a las cosas y echarme la culpa.

—¿Qué no es verdad? Intentas hacerme creer que tu empeño en encontrar al asesino de Erika no está motivado por tu sentimiento de culpa.

—Parece que estás muy enojado. ¿No te das cuenta de que la gente puede tener más de un motivo para hacer las cosas? Admito que me siento culpable por lo que pasó. ¿Y si quiero enmendar mi equivocación? Eso no tiene nada que ver con lo que siento por ti.

—Tiene todo que ver —gritó Peter—. Si hubieras hablado cuando debías, ni siquiera estaríamos en esta situación. Todo hubiera salido a la luz y nuestra relación habría tenido una oportunidad.

Por primera vez, Lali se dio cuenta de que él tenía razón. El miedo que le tenía a su padre habría evitado que contara la verdad sobre Peter en caso lo hubieran acusado.

—Y ahora eres tú el que no nos das esa oportunidad. Estoy harta, Peter. He admitido una y otra vez que me equivoqué, pero tú no puedes olvidarlo. Si pudiera volver el tiempo atrás lo haría, pero es imposible.

—Yo tampoco puedo —dijo él, bajando la voz.

Los dos tenían un aspecto miserable. Su relación era como un columpio a punto de romperse y tirarlos a la desesperación. Antes que Peter pudiera seguir hablando, Lali se levantó y se fue por la puerta de atrás. Peter la vio, pero ni siquiera intentó frenarla.

Peter volvió a casa a la mañana siguiente con el ceño fruncido después de pasear. No había podido dormir, pero el paseo tampoco lo había tranquilizado. Podía haberse equivocado al acusar a Lali, pero no pensaba disculparse. Sin embargo, no podía engañarse a sí mismo. La quiso en ese entonces y la seguía queriendo.

Al doblar la última esquina vio la patrulla de policía estacionada frente a su puerta. El jefe, Joaquín Campos, tocaba al timbre. Cuando lo vio venir fue a su encuentro. Tenía el gorro puesto y no sonreía. En su mano sostenía un documento:

—Peter Lanzani. Aquí tengo una orden judicial que me autoriza a registrar tu casa.

—¿Qué buscas, Joaquín? —preguntó Peter un tanto sorprendido por su tono.

—No tengo por qué contestarte. No correré el riesgo de que destruyas la evidencia.

Peter movió la cabeza y suspiró. ¿Cuándo iba a creer alguien en su inocencia aparte de Lali?

—¿Qué evidencia, Joaquín? Tienes que cometer un crimen para que haya una evidencia y yo no he cometido ninguno.

—Si no colaboras, tendré que detenerte por obstaculizar una investigación.

Peter abrió la puerta decidido a no separarse del policía. No creía que Joaquín fuera un agente corrupto, pero estaba desesperado por arrestar a alguien.

—No he dicho que no pensara cooperar. Sólo dije que no tengo nada que ocultar.

—Ya lo veremos.

Joaquín parecía un policía de película mala. Pero no se trataba de una película.

—¿Cuál es tu habitación, Peter? —preguntó el policía, subiendo la escalera.

—La segunda puerta a la derecha.

Se apoyó en el marco de la puerta mientras Joaquín registraba cajones y armarios mientras murmuraba para sí. Cuando llegó al armario donde Peter guardaba los zapatos se puso de rodillas.

—¿Estás seguro de que no puedo ayudarte en nada?

—Necesito tus zapatillas de deporte.

Sin decir una palabra, Peter entró en la habitación. ¿Para qué podía necesitarlas? Se inclinó, las sacó de debajo de la cama y se las entregó a Joaquín. El policía examinó las suelas. Sacó una bolsa de plástico de un bolsillo, metió las zapatillas y selló la bolsa cuidadosamente. Al voltearse hacia Peter su expresión se hizo aún más seria.

—Quedas arrestado bajo la acusación de haber raptado a Luz Fonsi —dijo sin poder evitar una ligera sonrisa—. Tienes derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que digas podrá ser usada en tu contra entre un jurado. Tienes derecho…

—Un momento —le detuvo Peter sin poder creer lo que escuchaba—. ¿Me arrestas por un par de zapatos?

—En la escena del crimen se hallaron huellas. Estoy seguro de que cuando vayamos a la comisaría coincidirán.

—No lo dudo. Corro por este vecindario. No me extraña que haya dejado alguna huella en el jardín de alguien.

—También puedes haberlas dejado al secuestrar a Luz —respondió Joaquín, sacando unas esposas—. Te sugiero que no digas nada más hasta que te consigas un buen abogado. Te metiste en un lío. ¿Quieres que te espose o vendrás por tu propia voluntad?

—Iré, aunque no por mi voluntad —dijo Peter, haciendo un esfuerzo para permanecer tranquilo.

Joaquín terminó de leerle sus derechos mientras Peter se sentía parte de una película irreal. Estaba claro que no debería haber vuelto nunca.

Continuará…