Capítulo 24

Hola!!!!! ¿Cómo les va? Espero que bien y pasando la semana lo mejor que se pueda ;) Gracias por sus comentarios, se los agradezco siempre! Gracias por su tiempo y por leer!!!! Un beso y mañana nos leemos de nuevo!

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Lali abrió la boca para preguntar acerca de la posibilidad de cambiarse a otra habitación, pero la cerró al instante. Se había autoinvitado, y eso la privaba del derecho a escoger. Además, el sillón parecía cómodo.

Capítulo 24:

Agradeció internamente haber metido en la maleta un sweater para ponerse encima del pijama. Es verdad que había estado muchas veces en pijama junto a Peter, en el sillón. Pero entonces sólo eran amigos. Y en aquel momento eran… «Dios», se dijo.

Era cierto, Peter y ella habían pisado una línea invisible con aquel espectacular beso. Y, con ese viaje, la habían cruzado.

¿Qué demonios se suponía que debía hacer ella entonces?

Nada, aparentemente, salvo ignorar la situación. No podía volver el tiempo atrás, ni calmar sus hormonas. Ni alojarse en otra habitación. «Eso sí que puedes hacerlo». ¿Acaso Pablo no se había ofrecido a buscarle otra? Lo único que tenía que hacer era llamar por teléfono y pedir en recepción que la pasaran con la habitación de Pablo. Había empezado a hacerlo cuando el botones se retiró, agradeciendo a Peter su generosa propina, y disculpándose de nuevo por el malentendido acerca de la suite.

Lali, con el auricular en la oreja y a punto de llamar, observó a Peter cerrar la puerta, y no llamó, indecisa. Él se le acercó y se sentó a horcajadas en una de las sillas de la cocina, como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo.

—Tal vez quieras esperar a mañana —sugirió.

—¿Cómo? —exclamó ella en tono agudo.

—Para pedirle a Pablo que te cambie de habitación.

Ella colgó el teléfono.

—¿No crees que debería cambiarme?

—Lali, ¿cuántas veces te has quedado dormida con los pies sobre mis piernas, mientras mirábamos una película?

Ella frunció el ceño.

—Sólo cuando insistes en que veamos una aburrida.

—¿Y por qué crees que hago eso? —preguntó él, moviendo las cejas arriba y abajo exageradamente.

Ella se echó a reír sin poder evitarlo.

—De acuerdo, capto que estoy siendo ridícula. Es sólo que…

Él se levantó y se le acercó con tres zancadas.

—¿Es sólo que qué?

Lali sacudió la cabeza y forzó una sonrisa, porque no iba a decirle lo que realmente estaba pensando.

—Nada. Supongo que me siento culpable, por haberme autoinvitado a alojarme contigo. Tienes mucho trabajo que hacer, y ahora yo voy a estar estorbándote todo el tiempo. No es exactamente en lo que habíamos quedado.

Peter la agarró de la mano, haciéndola estremecerse.

—¿Parece como si me estuviera quejando?

Lali tragó saliva, esperando que se no se le notara lo nerviosa que estaba.

—Eres demasiado bueno como para quejarte.

—Recuérdalo la próxima vez que me escuches gritándole al idiota de mi vecino —dijo, refiriéndose al joven que vivía a su lado y parecía haber confundido su departamento con una sala de conciertos.

Le apretó brevemente la mano y la soltó, antes de dirigirse a la cocina.

En cuanto él le dio la espalda, Lali respiró. Estaba metiéndose en terreno peligroso, intentando no ahogarse, y temía seriamente estar fracasando. Lo que necesitaba era un plan, un objetivo. ¿Y qué mejor lugar para buscarlo que en la realidad? La realidad profesional.

Sintiéndose más segura con ese plan, hojeó la guía de vacaciones que Peter había dejado en la mesa.

—Hay actividades todas las noches. Una gran fiesta en navidad, y hoy, marshmallows y coro de villancicos junto a la fogata.

—Hacen falta más que unas chucherías para que yo cante en público —aseguró Peter, regresando con dos copas de vino—. Mira lo que encontré en el bar.

—¿Tenemos bar? —preguntó ella, y se dio cuenta de que, lo que había creído un mueble, en realidad era un bar bien surtido.

¡Buenísimo! Porque necesitaba una copa.

O tal vez no tan bueno. Desinhibirse siempre era maravilloso, pero con Peter cerca, no le parecía una buena idea.

Lali paseó la mirada por la habitación y, al detenerla en la cama, el estómago le dio un brinco. Definitivamente, no era una buena idea. Aunque cada vez se le hacía más difícil recordar por qué.

Cierto: porque Peter era un buen amigo y temía perderlo, igual que a Benjamín; porque era un irresponsable en asuntos financieros; y porque, si iba a ser responsable, tendría que viajar tanto, que nunca estaría en casa.

Ella había decidido su nuevo mantra: una no se acuesta con los amigos.

Qué pena que, de pronto, Peter le parecía el candidato ideal.

—O bien estás rezando en silencio a los dioses del bar —comenzó él—, o te has ido a otro lado mentalmente. Dime que no ha sido por mi comentario acerca de lo mal que canto.

—No eres tan malo —dijo ella, riendo.

—Créeme, sí que lo soy.

—Te he oído cantar —comentó ella.

Peter, que acababa de tomar de su copa, casi escupió el vino y terminó tosiendo, mientras Lali le daba palmadas en la espalda y murmuraba una disculpa.

—¿Cuándo dejé que me oyeras cantar?

Continuará…