Capítulo 30

Hola, hola!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal las trató el día? Ya llega el finde y woohoo jajajaja a relajar toda la tensión de la semana y recargar para la que se viene ;) Gracias por sus comentarios y por leer!!! Les mando un beso enorme y hasta mañana!!!

¡¡¡¡¡Feliz, feliz, cumple Paula (reinosopaul)!!!!! Pásala lindo :D besos y capítulo dedicado!

P.D.: ¿Ya leyeron la nove de Vale? Daleee que está buenísima ;) http://vagomi.blogspot.com/

Twitter: @Caparatodos

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–No sé en qué estabas pensando –espetó Claudia–, ocultando a mi hijo la existencia de este niño durante tanto tiempo. Deberías habérselo dicho en cuanto te enteraste de que estabas embarazada. No tenías ningún derecho a quedarte con un heredero de la familia Lanzani.

«Y con esto empezamos», pensó Lali, para nada sorprendida.

Capítulo 30:

Tampoco se sentía ofendida, aunque sabía que de cierta forma tenía motivos. Probablemente porque la reacción de Claudia a su reaparición era la esperada.

–Mamá –dijo Peter en un tono en el que Lali jamás lo había oído hablar.

Lali se volteó para mirarlo y le sorprendió verlo tan enojado.

       

–Ya hablamos de esto cuando te llamé –continuó él–. La situación sobre el nacimiento de Martín es sólo un tema mío y de Lali. No dejaré que la insultes mientras esté aquí. ¿Entendiste?

Lali vio sorprendida cómo Claudia apretaba los labios.

–Entendido –respondió–. La cena se servirá a las seis en punto. Los dejo para que se instalen. Y por favor, recuerden que en esta casa nos arreglamos para cenar.

Miró a Lali con desprecio y se dio media vuelta para marcharse.

–En medio de todo, salió bien –murmuró, Lali, dejando escapar un suspiro.

Pretendía decirlo en tono sarcástico, pero Peter sólo sonrió.

–Te lo dije –comentó, levantando a Martín un poco más–. Vamos a deshacer las maletas. Creo que a Martín le vendría bien una siesta.

Ella alargó la mano para acariciar la cabeza de su hijo.

–No debería estar cansado, ha dormido en el auto.

Peter sonrió.

–No me había dado cuenta.

Ella rió, no pudo evitarlo. Ese era el Peter que había conocido cuando empezaron a salir: divertido, amable, considerado… y tan guapo que le cortaba la respiración.

Sintió calor cuando le dio la mano y comenzó a subir las escaleras.

¿Cómo podía sentirse tan bien estando tan cerca de Peter al mismo tiempo que se sentía tan mal estando en aquella casa?

Peter vio cómo Lali iba y venía por sus habitaciones, preparándose para la cena. Martín estaba durmiendo en una cuna que él había mandado poner. Pero era la presencia de su ex esposa la que hacía que tuviera el estómago encogido. Le gustaba volver a tenerla allí.

No estaba seguro de que se tratara de tenerla allí, en la casa de su familia, sino de tenerla a su lado, en su dormitorio, estuviera donde estuviera esa habitación. La había extrañado. Había extrañado ver sus cosas encima de la mesa y en el baño, su ropa en el closet, el olor de su perfume en las sábanas.

       

Había extrañado verla, así, yendo de un lado a otro, peinándose, maquillándose o escogiendo qué ponerse. Era evidente que no tenía tantas joyas como cuando había estado casada con él, pero sus movimientos eran los mismos.

Incluso llevaba su perfume favorito, probablemente porque había dejado un frasco en el tocador al irse, y Peter no había podido deshacerse de él.

En esos momentos, se alegraba mucho. Se lo había regalado a Lali por su cumpleaños. Hacía mucho tiempo. Pero el hecho de que hubiera vuelto a utilizarlo, de que estuviera allí con él, y de que, al parecer, confiara en él… le hizo preguntarse si podrían resolver sus diferencias y darse otra oportunidad.

–¿Cómo estoy? –le preguntó ella de repente, interrumpiendo sus pensamientos.

–Preciosa –respondió Peter sin pensarlo, sin siquiera tener que mirarla. Aunque lo hizo. Mirarla siempre era un placer.

Llevaba un sencillo vestido de tirantes amarillo y sandalias, y se había recogido el pelo detrás de las orejas. Peter se excitó al verla, se humedeció los labios con la lengua y deseó poder lamerla como si se tratara de un manjar.

La mirada de Lali se volvió misteriosa y sonrió de manera sensual antes de frotarse las manos en la falda.

–¿Estás seguro? Ya sabes cómo es tu mamá y no traje nada más elegante. Tenía que haberme acordado de que aquí hay que arreglarse para cenar–. Tomó aire, lo soltó y volvió a pasarse las manos por la falda con un gesto nervioso–. Aunque, de todos manera, ya no tengo vestidos elegantes, así que no habría podido traer ninguna ni aunque hubiera querido. Pensé que tal vez todavía estaría aquí la ropa que dejé, pero…

Dejó de hablar y alejó la mirada de la de Peter. Peter se sintió culpable.

–Lo siento. Mi madre hizo que se la llevaran toda cuando te fuiste. Yo tampoco esperaba que volvieras, así que no guardé nada.

Lo cierto era que guardar cosas de Lali le habría resultado demasiado doloroso. De hecho, había firmado los papeles del divorcio más bien motivado por la ira que por el deseo de ser libre otra vez.

No debió de haber dejado que su mamá se deshiciera de las cosas de Lali, se dio cuenta en ese momento. Tenía que haber sido él quien tomara la decisión, tenía que haber buscado a su ex esposa para ver si quería quedarse algo, pero en aquel entonces sólo había querido deshacerse de todo y se había sentido casi aliviado cuando su madre le había dicho que ella se encargaría.

Lo único que había quedado había sido el frasco de perfume.

–Estás preciosa –repitió, avanzando para acercarse a ella y agarrarla de los hombros–. Y no hemos venido a impresionar a nadie. Ni siquiera a mi madre –añadió sonriendo.

Lali esbozó una sonrisa y Peter se inclinó para darle un beso suave. Sólo tocó sus labios, en vez de devorárselos, que era lo que de verdad deseaba. Sólo le rozó la piel de los hombros, en vez de meter las manos por debajo del vestido.

El beso duró un par de segundos y luego Peter se separó antes de que su deseo se hiciera demasiado notorio.

       

–Tal vez tengamos que saltarnos la cena y pasar directamente al postre –comentó en voz baja.

–No creo que a tu madre le guste la idea.

A Peter le gustó escuchar que a Lali también se le había puesto la voz ronca. Eso significaba que no era el único en sentir deseo.

–No me interesa en lo más mínimo –murmuró.

–Ojalá pudiéramos hacerlo, aunque creo que es una mala idea. Cualquier cosa sería mejor que tener que enfrentarme a Claudia otra vez.

Peter frunció el ceño. ¿Lali estaba insinuando que hacer el amor con él sería sólo menos malo que cenar con su familia?

Antes de que le diera tiempo a responder tocaron la puerta.

–Debe de ser la niñera –dijo, intentando ocultar su decepción.

–¿Contrataste una niñera? –preguntó Lali en tono de sorpresa y desaprobación.

–No, es una de las empleadas de mi mamá, que va a quedarse con Martín un par de horas. Es una buena idea, ¿no?

Lali frunció el ceño.

–No sé. ¿Es buena con los niños?

–No sé –admitió él, repitiendo su frase–. Vamos a abrirle la puerta y hacerle un interrogatorio.

Agarró a Lali por el codo y fueron juntos hacia la puerta.

–No quiero interrogarla –murmuró Lali antes de abrir–. Sólo quiero saber si está capacitada para cuidar a mi hijo.

–Vamos a estar en el piso de abajo, así que podrás subir a ver cómo está Tincho, las veces que quieras –le aseguró Peter, también en voz baja–. Esta noche será su noche de prueba, si te gusta, podrá quedarse con Martín cuando la necesites. Si no te gusta, buscaremos una niñera de verdad. Una en la que confíes al ciento por ciento.

–Sólo estás intentando tranquilizarme, ¿no? –le preguntó ella, un tanto molesta.

Peter, que ya tenía la mano en la chapa de la puerta, se volteó a mirarla y sonrió.

–Obviamente. Mientras estés aquí quiero que tengas todo lo que necesites, o todo lo que tú quieras.

Ella abrió mucho los ojos y Peter supo que iba a protestar, así que se inclinó y le dio un beso.

Cuando se separó de ella todo su cuerpo ardía de deseo.

–Perdóname –le dijo, metiéndole un mechón de pelo detrás de la oreja y deseando besarla otra vez–. Por favor.

Continuará…