Capítulo 19

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—¡Me encanta! —anunció a la habitación vacía; luego mojó el pincel en pintura negra y agregó un horripilante par de alas al demonio del cuadro.

Capítulo 19:

A Lali se le pusieron los pelos de punta al ver cómo el detective Lanzani colocaba un microtransmisor dentro del auricular del teléfono. Después, Peter agarró un destornillador y volvió a ponerlo todo en su lugar.

—¿Ya está? —susurró.

Había una caja de herramientas abierta a sus pies y dejó caer dentro el destornillador.

—¿Por qué estás susurrando?

—¿Acabaste, detective? —dijo aclarándose la garganta.

Él la miró por encima del hombro y colocó el teléfono en el soporte.

—Dime Peter, soy tu amante, ¿te acuerdas?

Lali había pasado toda la noche tratando de olvidarlo.

—Novio.

—Da lo mismo.

Ella intentó no poner los ojos en blanco, pero fracasó.

—Una cosa... —hizo una pausa y exhaló un suspiro—, Peter, ¿estás casado?

Él se volteó a mirarla y descansó el peso en un pie.

—No.

—¿Alguna chica afortunada de la que estés enamorado?

Él cruzó los brazos sobre su pecho.

—En este momento, no.

—¿Terminaste con alguien recientemente?

—Sí.

—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?

La mirada de Peter bajó a la blusa color turquesa con grandes mariposas verdes y amarillas en el pecho.

—¿Importa eso?

—Solamente trato de tener una conversación agradable.

Él la miró a la cara otra vez.

—Dos meses.

—¿En serio? ¿Cómo es posible que tardara tanto en recuperar el juicio?

Él entrecerró los ojos y se inclinó hacia ella.

—¿Estás loca? ¿Es eso lo que te pasa? Estás hasta el cuello de cosas y soy el único que puede ayudarte. En lugar de enojarme, deberías intentar buscar mi lado bueno y llevarte bien conmigo.

Apenas eran las nueve de la mañana y Lali ya había tenido suficiente detective Lanzani para nueve años. Estaba harta de que le dijera que estaba loca, y de que se burlara de sus creencias personales. Harta de que la tratara mal, obligándola a ver cómo ponía un micro en el teléfono o a ser su colaboradora. Lo miró fijamente, para provocarlo todavía más. Normalmente trataba de ser una buena persona, pero no se sentía demasiado simpática esa mañana. Apoyó las manos en las caderas y decidió jugarse el todo por el todo.

—Tú no tienes lado bueno.

Peter deslizó la mirada lentamente por su cara, luego miró un punto por encima del hombro de Lali. Cuando volvió a clavar los oscuros ojos en ella habló con voz ronca y sexy.

—Anoche no decías lo mismo.

«¿Anoche?»

—¿De qué estás hablando?

—Desnuda en mi cama, rodando entre las sábanas, gritando mi nombre.

Lali apretó los puños.

—¿Ah? —Antes de que pudiera entender lo que estaba haciendo, Peter le agarró la cara entre las manos y la atrajo hacia él.

—Bésame, amor —dijo calentándole la mejilla con el aliento—. Dame toda tu pasión.

«¿Bésame, amor?» Confundida, Lali no pudo hacer otra cosa que quedarse dura como un maniquí. El olor de los aceites la envolvió cuando su boca descendió y cubrió la de ella. Plantó suaves besos en las comisuras de sus labios, acariciándole la cara con las manos mientras sus dedos se enredaban en su pelo. Sus ojos colmaron los suyos, duros e intensos, en contradicción con su boca caliente y sensual. La punta de la lengua le tocó el borde de los labios y Lali se quedó sin respiración. Sintió una sacudida en todo el cuerpo, un cálido estremecimiento que la recorrió de arriba abajo, curvándole los dedos de los pies y estrellándose contra la boca de su estómago. El beso era tierno, casi dulce, y ella luchó por mantener los ojos abiertos, luchó por recordarse que los labios que acariciaban los suyos, como si fueran los de un amante, pertenecían a un policía envuelto en un aura negra. Pero en ese momento, su aura no parecía negra. Era roja, de un intenso rojo-pasión, su pasión, que los rodeaba y la obligaba a rendirse a su tacto persuasivo.

Perdió la batalla. Los ojos se le cerraron involuntariamente y abrió los labios sin poder resistirse. Él incitó su boca con suavidad, y su lengua tocó la de ella, buscando una respuesta. Ella presionó su boca contra la de él, profundizando aún más el beso, entregándose a las sensaciones que despertaban en ella. Él olía bien. Y sabía mejor. Se apoyó contra él, pero Peter le apartó las manos de la cara y terminó el beso.

—Se fue —dijo en un susurro.

—Hummm. —El aire fresco le acarició los labios húmedos y abrió los ojos—. ¿Qué?

—Ignacio.

Lali parpadeó varias veces antes de que comenzara a aclarársele la mente. Miró detrás de ella, pero ellos eran los únicos que estaban en la habitación. Desde el otro lado de la tienda, llegó el claro sonido de la caja registradora.

—Estaba en la puerta.

—Ah. —Ella se volteó para mirarlo, pero fue incapaz de mirarlo a los ojos—. Sí, me lo imaginaba —masculló, y se preguntó desde cuándo mentir le resultaba tan fácil. Pero sabía la respuesta; desde que el detective Lanzani la había seguido en el parque. Pasó por su lado dirigiéndose al escritorio y se sentó antes de que se le doblaran las rodillas.

Se sentía hipnotizada y un poco desorientada, como cuando había intentado meditar boca abajo, y había terminado cayéndose de cara.

Continuará…