Capítulo 76

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—Creí que Nicolás se había retirado cuando lo tú hiciste.

—Lo hizo. Me estaba haciendo un favor a mí.

—¿A ti? Lali, me prometiste que…

Capítulo 76:

—Cállate. Tengo que pensar un rato.

Con el pánico adueñándose de su pecho, la agarró del hombro.

—¿La policía te comenzará a buscar por esto?

Durante un segundo lo miró con tal vacío en su expresión que Peter supo la respuesta antes de que hablara.

—No. No. No es eso. Se suponía que ni siquiera debía aceptarlo. Solamente necesitaba saber quién intentaba vendérselo. Le dije que… —gruñó, dando un puñetazo sobre el tablero—. No importa. Tengo que sacarlo de allí.

Durante momento la imaginó entrando a la fuerza en la comisaría.

—Juntos lo sacaremos —respondió, sacudiéndola para asegurarse que lo escuchaba—. Llamaré ahora mismo a Gastón.

Lo que no dijo era que no estaba seguro de qué podría hacer el abogado. Lali acababa de decir que Nicolás había recibido alguna clase de artículo robado. Algo que ya había hecho antes, demasiadas veces como para llevar la cuenta. Si se trataba de que las circunstancias, simplemente, lo habían superado… A juzgar por lo que Lali había dado a entender en numerosas ocasiones, Nicolás podría pasar un largo tiempo en la cárcel.

Incluso mientras llamaba a Gastón, consideraba también que, por doloroso que pudiera ser para ella, sacar a Nicolás de la vida de Lali podría, además, serle de mayor provecho. Había intentado alejarla de su pasado delictivo y obviamente Vázquez seguía teniendo un fuerte dominio sobre ella.

Juan Pedro se bajó del auto cuando Rocío Dalmau contestó el teléfono. A Lali no le haría ningún bien escuchar sus respuestas a cualquier comentario despectivo que pudiera hacer Gastón. Ya tenían, de por sí, una relación lo bastante delicada tal y como estaban las cosas.

Cuando subió de nuevo al Bentley, ella estaba sentada en el asiento del pasajero, mirando por la ventana. Todo aquello debía ser doloroso. Lali no dejaba entrar a muchas personas a formar parte de su vida, y Nicolás estaba más unido a ella que nadie. Tal vez, hasta más que él.

—De acuerdo. Gastón ha dicho que…

—Me voy a la comisaría. Tengo que sacarlo bajo fianza.

—Espera un minuto, Lali. Tienes que escucharme.

Ella lo fulminó con la mirada.

—¿Para qué, para que puedas convencerme? ¿Crees que voy a dejar a Nicolás en la cárcel un segundo más de lo necesario?

—No, no lo creo. Pero también pienso que antes de presentarnos en la comisaría, deberíamos dejar que Gastón tuviera un tiempo para averiguar de qué se le acusa exactamente. Si el Giacometti tiene algo que ver contigo, es posible que quien lo haya delatado pueda haber mencionado tu nombre.

—Yo no lo robé, Peter.

—Y yo en ningún momento he dicho que lo hubieras hecho—respondió, aunque la idea se le había pasado por la cabeza—. Pero sabes algo, lo que significa que alguien podría saber de ti. —Tomó aliento, estremeciéndose al pensar en lo que la cárcel le haría—. De hecho, tal vez debiéramos considerar irnos a Londres otra vez.

—No. Tuve que quedarme escondida y observar como Carlos era llevado a prisión durante el resto de su vida. Murió allí. No voy a abandonar a Nicolás. —Su voz se quebró de nuevo—. No puedo.

—No tendrás que hacerlo. Pero, en estos momentos, tenemos que irnos a casa y esperar la llamada de Gastón.

Ella sacudió la cabeza.

—No. Tengo que investigar algunas cosas. —Abrió la puerta antes de que él pudiera impedírselo y salió del auto.

—Lali, por el amor de Dios…

—Te llamaré. Y dame las llaves del SLR o tendré que hacerle unas falsas.

Como hombre de negocios, había ocasiones en que tenía que reconocer la derrota. Admitió que ésa era una de ellas. Buscando en su bolsillo, encontró la llave del Mercedes y se la lanzó a través de la ventana.

—Ten cuidado.

—Lo tendré.

Por un instante pensó que él no se iría, pero tras dirigirle una última mirada preocupada, se incorporó de nuevo a la carretera con gran estruendo.

Lali caminó tres cuadras hasta el estacionamiento y buscó el SLR. Podría sacar a Nicolás en menos de una hora. Aquello representaba tener un arma, algo que nunca había hecho en toda su carrera, pero podría hacerlo. Entrar en la comisaría no sería ningún problema, ni siquiera para alguien menos diestro que ella. Salir sería más complicado, pero también podría lograrlo.

La parte de la que no estaba segura, lo único que la hacía dudar, era saber que después tendría que huir. Tendría a Nicolás, sí, pero no a Peter. Jamás volvería a verlo. Pues aunque él la amara después de su entrada en prisión, era una persona demasiado pública. La gente siempre sabía dónde estaba, y sería arrestada en cuanto tratara de verlo otra vez.

—¡Demonios! —murmuró, inclinándose para apoyar la frente sobre el volante. Golpeó violentamente la cabeza contra el tenso cuero, sintiendo la aguda punzada de dolor en su frente, ya golpeada—. Piensa, Lali. Piensa.

Si Augusto le hubiera dado el teléfono de Nicolás a alguien, esto hubiera sido simple. Pero quienquiera que hubiera contactado con su perista, lo había encontrado por sus propios medios. Con todo, sólo le había hablado a una persona sobre el posible valor del Giacometti. Tenía que ser Daniel.

Pero ¿por qué había delatado a Nicolás? ¿Era para colocar evidencias por el robo con homicidio? Levantó la cabeza, el hielo taladró su pecho. La casa de Nicolás no contaba precisamente con alta seguridad. En cuanto alguien la encontrara, entrar en ella era un juego de niños.

Puso en marcha el auto y hacía el barrio donde vivía Nicolás. Pero se detuvo al doblar la esquina de su calle. Uno, dos, tres patrullas de policía, con las sirenas encendidas, acordonaban la mitad de la cuadra.

—¡Mierda! —Apagó los faros, retrocediendo hasta que pudo doblar hacia la calle transversal.

Había estado tan obsesionada con realizar toda la investigación a su manera que había dejado a Nicolás completamente expuesto y desprotegido. Cualquiera que observara la oficina sabría que trabajaban juntos, y cualquiera que la investigara a ella, al igual que Bartolomé, habría deducido que utilizaba a Nicolás como perista. Aquello era culpa suya. Todo.

—De acuerdo, vamos, une las piezas. —Si Daniel había sido responsable de aquello, entonces sabía que le había hecho daño. Estaría preparado si se enfrentaba a él. Dios, podría incluso haber colocado algo en su yate que pudiera incriminarla. Repasó la mañana en su cabeza. Había puesto las manos en la botella de vino y en una copa, además de las barandas, el parabrisas y el muelle.

Parecía egoísta preocuparse por su propio pellejo mientras Nicolás estaba siendo fichado, fotografiado y sus huellas tomadas, pero tal era la naturaleza del juego. Además, si la policía iba a seguir con ella, tenía que estar preparada.

Continuará…