Capítulo 31

Holaaaaa!!! Cómo las trató el día?! Espero que bien… Muchas, muchas gracias por leer la nove, comentar y estar ahí! ;) Son geniales, MUY pero MUY genias! Les dejo el capi de hoy y me dejo de chácharas! Besos :D

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—Sí —respondió su hermana—. Juan Pedro, quiero decir, Agustín y yo nos vamos a casar.

Lali se levantó de su asiento y se lanzó a abrazarlos. Después de unos minutos de emoción, todos se tranquilizaron.

Capítulo 31:

—¿Qué fue exactamente lo que pasó?

Candela miró a Agustín y luego a Lali.

—Nos conocimos en un concierto benéfico. Agustín se enamoró de mí a primera vista. Yo miré la invitación que llevaba en la mano y lo confundí con otra persona. Pero eso es pasado perfecto y ya no importa.

Lali miró a su futuro cuñado.

—Así es que trabajas para Juan Pedro Lanzani —dijo, sin atreverse a preguntar qué sabía de su vida amorosa.

—Sí, somos compañeros de trabajo y amigos… o algo así. Yo cuido su casa cuando no está en Buenos Aires, me encargo de su perro, etc.

—¡Su perro! ¡Por Dios! ¡Pobrecito, lo teñí de color violeta… entre otras cosas! Va a ponerse como una fiera cuando descubra quién fue. ¿Y si te despide?

Lali agarró la mano de su hermana.

—No te preocupes, yo me encargue de Rufus antes de que Peter…

—¿Te encargaste de Rufus? —preguntaron Candela y Agustín al unísono.

—Es una larga historia —respondió Lali—. Ya se las contaré en otro momento. Ahora, lo que necesito es hablar con Peter y aclarar esta situación.

—Pero, ¿cómo es que tú conoces a Juan Pedro Lanzani? —preguntó Candela extrañada.

—Se me olvidado contarte que Mariana y mi jefe están enamorados.

Candela abrió la boca con sorpresa.

—¿Estás enamorada de Juan Pedro Lanzani? ¿Desde cuándo?

—¡No! —dijo Lali—. Bueno, no sé, tal vez sí estoy enamorada de él. Cande, te juro que… ¡Cuando lo conocí, yo no sabía quién era, ni él sabía que yo era tu hermana! De hecho, ni siquiera te conoce. Tampoco sabe que…

—Sí, eso sí lo sabe —dijo Agustín—. Sabe todo desde hace algún tiempo. Yo le conté toda la historia.

Apenas terminó la confesión, Agustín miró a Lali y quiso que la tierra se lo tragara.

—¿Lo sabía? —preguntó Lali—. ¿Todo el tiempo ha sabido que Candela estaba enamorada de ti y que yo era su hermana?

—No, no todo el tiempo —reparó Agustín—. Pero después de lo de la muñeca inflable, llegamos a la conclusión de que tú estabas detrás de todo.

Lali lo miró asombrada.

—¿Qué yo…? —luego miró a su hermana—. ¡Ay Dios!

Se tapo la cara con las manos y se dejó caer en una silla.

—¡Es un mentiroso! ¿Cómo pude ser tan estúpida? Así que todos sus halagos tenían un único objetivo. Me veía enredarme cada vez más y más en la madeja y era incapaz de quitarme los hilos que me estaban estrangulando. Me ha estado obligando conscientemente a elegir entre mi hermana y él, cuando no tenía que hacerlo.

—O sea, que Lali no sabía que Juan Pedro y Peter eran dos personas diferentes —dijo Candela y miró hacia su hermana con el ceño fruncido—. ¿Y fuiste capaz de enamorarte de él, aún creyendo que él era el hombre que yo amaba?

La verdad empezaba a aflorar a la superficie.

—No, no exactamente. ¡Pero no importa eso! ¡Me mintió! Tal vez no directamente, pero evitó decirme la verdad, que es más o menos lo mismo.

Agustín se aclaró la garganta.

—Perdón que me meta, pero, ¿Mariana Espósito no es culpable del mismo crimen?

—¿Y qué me dice del misterioso caso del señor Agustín Sierra? —respondió ella.

Agustín se ruborizó.

—Además, cuando el señor Lanzani descubra que he venido aquí a confesar la verdad, lo más probable es que me despida. Me hizo prometer que no se lo contaría a nadie. Pero ya no podía más, necesitaba hablar con Candela —miró su reloj—. Será mejor que vuelva a la oficina y le explique lo que pasó. ¿Quieres salir conmigo esta noche?

Candela asintió encantada, le pasó los brazos por cuello y lo besó con tanta pasión que logró que tanto Agustín como Lali se ruborizaran.

Cuando acabó con su expresión de afecto, Agustín tenía los lentes en la punta de la nariz y estaba de color fucsia.

—Ten… tengo que irme —se dio media vuelta y se dirigió a la puerta.

—Un ratito —le rogó Lali—. Necesito que me prometas algo antes de irte.

—¡Nunca le haré daño a Candela! Es más, pienso hacerla la mujer más feliz…

—No quiero que le digas nada a Peter —lo interrumpió ella—. Esta visita nunca existió.

—No entiendo —dijo Agustín—. Ya está todo aclarado.

—Yo tampoco lo entiendo —añadió Candela, mientras ponía los brazos en forma de jarra—. ¿Puede alguien explicarme qué está pasando? ¡Es todo tan confuso!

Lali se paró y sonrió. Tenía un plan perfecto.

—Agustín, vuelve a tu oficina y, por favor, no digas nada de esto. Candela y yo tenemos que hablar.

Candela escoltó a su enamorado hasta la puerta y tardó unos minutos en regresar a la cocina. Al llegar, se produjo un largo y tenso silencio, hasta que por fin, Lali decidió hablar.

—¿Te acuerdas la historia que te conté sobre enamorarme del ex novio de mi mejor amiga? —le dijo, mientras le servía una taza de café.

Candela asintió.

—Esa amiga era yo, ¿no? Pensabas que Peter era mi ex novio.

—Lo siento, Cande. Al principio, sólo traté de que no te metieras en problemas. Luego ideé un plan para vengarme y hacerle pagar por lo que te había hecho y acabé enamorándome de él como una tonta… Pero quiero que sepas que no podía soportar lo que me estaba pasando. Pensé que te estaba traicionando.

—Pero no era así —respondió Candela.

—¡Yo no lo sabía y está mal, a pesar de todo!

Candela tomó las manos de su hermana.

—Peter Lanzani fue el que te mintió, el que te dejó creer que me estabas traicionando. Él es el único culpable.

Lali sintió el gran afecto de su hermana. Era leal y sabía perdonar sus errores.

—Hay una forma de hacer pagar a Peter por su traición —le dijo Lali.

—¿Cuál es tu plan?

Lali sonrió maliciosamente.

—Primero, voy a dejarlo y, después, voy a cometer un asesinato.

—¿Lo vas a matar?

—No. Te voy a matar a ti.

Continuará…