Capítulo 32

Hola!!! Muchas gracias y que disfruten el capítulo :P Les cuento que no falta mucho para el final así que enjoy! ;) Besos

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

—¿Lo vas a matar?

—No. Te voy a matar a ti.

Capítulo 32:

Peter miró al hombre que estaba a su lado.

—He tomado una decisión —aceleró un poco.

Su hombre de confianza lo miró.

—¿Una decisión? —acababan de terminar la reunión mensual de presupuestos para uno de los proyectos y regresaban a la oficina entre el tráfico de la ciudad.

—Voy a poner fin al juego con Mariana Espósito. Se niega a decirme la verdad, así que la voy a obligar.

Peter tenía que luchar contra las continuas imágenes que lo abordaban de Lali, echada en su cama, en ropa interior, con el pelo revuelto sobre la almohada. Aquella noche había hecho el mayor esfuerzo de su vida para no poseerla. Lali se había convertido en todo lo que había querido o necesitado de una mujer.

La realidad era que su plan había fallado. Sí, había sacado todos los flamencos rosa del jardín de su abogado, pero no le había dicho la verdad.

Peter había imaginado la escena de otra manera. Lali le contaría toda la verdad, él la perdonaría, la abrazaría y la besaría y, a partir de ese momento, se despertaría cada día en sus brazos. Pero, después de la pequeña sorpresa que le había dejado en su casa el día anterior por la mañana, Peter empezaba a tener serias dudas sobre un final feliz.

—Creo que este juego de mentiras se está complicando cada vez más.

—¡Yo no soy el que está demorando la situación! Es ella la que ha llenado de espuma mi piscina.

—¿Detergente en el filtro? —preguntó Agustín.

Peter se giró hacía él con una mirada llena de confusión

—Nunca se me hubiera pasado por la cabeza que pudiera hacer algo así. ¿Cómo sabes tú, Agustín?

Agustín fijó su atención en el tráfico que les impedía avanzar.

—¿Qué siente usted por Mariana Espósito?

—La amo —dijo Peter—. La quiero desde la primera vez que la vi, esa es la verdad. Pero, ¿y ella? No tengo ni idea de cuáles son sus sentimientos. ¡Y no pienso arriesgarme más sin saber lo que ella siente!

Agustín se aclaró la garganta.

—A veces un hombre tiene que tomar ciertos riesgos si ama de verdad…

Aquella afirmación sonó tremendamente enfática y profunda. Sin embargo, Peter no estaba dispuesto a seguir arriesgándose.

—A pesar de todo, le pedí a Lali que venga a mi oficina, que necesitaba hablar con ella.

—¿Le va a pedir que se case con usted?

Peter carraspeó.

—¿Qué?

—Si la ama, deberían estar juntos para siempre.

—Y así será, si ella admite que me quiere.

—Tal vez, podría ser usted el que se lo dijera y el que le confesara que lo sabe todo. ¿Qué importa quién lo diga primero?

Peter se apoyó cómodamente en el respaldo y apretó el volante con los dedos.

La sugerencia de Agustín era demasiado sencilla. Se notaba que no conocía a las mujeres.

Lo que necesitaba era darle a Lali un pequeño empujoncito, para que se lanzara a sus brazos. Y, ¿qué mejor que los celos para eso? Si Lali pensaba que él había estado con su hermana, no haría sino confirmar esa creencia. La obligaría a confesarle su amor para salvar su relación… Al menos, eso era lo que esperaba que sucediera.

Sin embargo, había veces que sentía la necesidad de aclarar toda aquella cadena de mentiras. Quién sabe, quizás lo más fácil habría sido hacerlo. Él podía perdonar a Lali y a Agustín fácilmente. Incluso podía ser que Candela y Agustín acabaran juntos de nuevo. Pero no estaba dispuesto a ser él el que confesara primero. Mariana Espósito tenía que ceder.

Al llegar al estacionamiento de la oficina, vio el auto de Lali estacionado allí. Se detuvo justo al lado, apagó el motor y salió rápidamente. Agustín se apuró para seguirlo.

—Señor, ¿no cree que lo mejor sería aclarar esta situación?

—Agustín, sé perfectamente qué estoy haciendo.

Entró como un rayo en el edificio. Irene lo saludó y le informó de que Mariana Espósito lo estaba esperando en su oficina.

Al entrar, se la encontró mirando las fotos que tenía sobre la pared. Eran imágenes de sus proyectos más grandes. Sus clientes siempre salían impresionados y esperaba que ella sintiera lo mismo.

Lo volteó para mirarlo. Su expresión era ilegible.

—¿Por qué estás tan serio? ¿Es que Ludovico te la ha vuelto a jugar?

Peter se colocó detrás de su escritorio. ¿Cómo podía preguntarle algo semejante? Ella sabía de sobra la respuesta. No estaba dispuesto a darle una respuesta.

—Te estuve esperando anoche —le dijo.

—¿Anoche? —preguntó Lali.

—Te dejé escrito en la nota que te esperaba para cenaren casa.

—¡La nota! —dijo Lali con una carcajada—. No la leí. Salí rápido, tenía que irme a trabajar. Lo siento, debería haberla leído pero se me olvidó.

La miró interrogante durante unos segundos. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso estaba enojada con él?

—La otra noche, antes de dormirte… querías decirme algo.

Lali fingió estar estudiando distraídamente un boceto.

—¡Nada importante! —dijo—. ¿Y tú? ¿Tienes algo para decirme?

—La verdad es que sí —le aseguró—. Pero no sé si te va a gustar.

—Seguramente, no —respondió ella con total frialdad—. Pero dímelo igual.

¿Iría a confesar sus errores? Eso sería maravilloso. Todo lo que tenía que hacer era lanzarse a sus brazos y besarlo. La pesadilla habría acabado y no tendría que seguir adelante con su plan.

Continuará…