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Ignacio se sentó y prendió la computadora, sin decir nada
más. No le dirigió la palabra mientras comprobaba los recibos, ni cuando
-intentando agradarle- ordenó su parte de la oficina.
Capítulo 21:
Las tres horas que faltaban para el almuerzo se le
hicieron eternas. Rellenó el hornito de porcelana de lavanda y salvia, hizo
algunas ventas y durante todo el rato no le quitó los ojos de encima al
detective que desarmaba las estanterías en la pared de la derecha.
Lo vigiló para asegurarse de que no ponía más micrófonos,
ni sacaba una pistola de su zapato, ni disparaba a nadie; por supuesto que no
lo miraba para observar sus bíceps tensos bajo la ropa mientras desarmaba las
pesadas piezas de la estantería, o sus hombros anchos y musculosos cuando
trasladaba las piezas al depósito, o el movimiento continuo de su mano para
guardar los tornillos dentro de la bolsita que colgaba del cinturón de
herramientas.
Incluso aunque no lo observara sabía cuándo salía de la
habitación y cuándo volvía a entrar. Sentía su presencia como la invisible
atracción de un agujero negro, se entretuvo atendiendo a los clientes o
dedicándose a la interminable tarea de quitar el polvo. De esa manera evitó
hablar con él excepto lo estrictamente necesario.
A las diez, la tensión le había provocado dolor de cabeza
y, a las once y media, tenía un tic en el rabillo del ojo derecho. Finalmente,
a las doce menos cuarto, agarró su pequeña mochila de cuero y, tensa como una
cuerda, salió de la tienda bajo la brillante luz del sol. Sintió como si le
hubieran concedido la libertad condicional después de diez años en prisión.
Se reunió con el representante en un restaurante del
centro, se sentaron en la terraza y discutieron sobre collares de plata y aretes.
Una leve brisa agitaba la sombrilla verde por encima de sus cabezas mientras el
tráfico circulaba por la calle de abajo. Ella pidió su plato preferido, pollo al
horno, y un vaso de té helado confiando en que el dolor de cabeza se le pasara
durante la comida.
El tic del ojo desapareció, pero fue incapaz de relajarse
completamente. No importaba cuánto lo intentara, no podía encontrar su
equilibrio interior ni rearmonizar cuerpo y espíritu. No importaba cuánto se resistiera,
sus pensamientos regresaban una y otra vez a Juan Pedro Lanzani, y a las muchas
formas en que el detective podría malinterpretar un error de Ignacio mientras
ella estaba ausente. No creía que hubiera ni una pizca de bondad en el
musculoso cuerpo del detective Lanzani, casi esperaba volver y encontrar al
pobre Ignacio esposado a una silla.
Pero al regresar a la tienda, dos horas más tarde, se
encontró con lo último que esperaba. Risas. Ignacio y Mara estaban parados
junto a la escalera, sonriéndole abiertamente a Juan Pedro Lanzani como si
fueran amigos de toda la vida.
Su socio no estaría tan alegre si supiera que había un policía
decidido a meterlo tras las rejas. Y Lali sabía que Ignacio odiaría la cárcel
más que la mayoría de los hombres. Odiaría la ropa, los cortes de pelo y no tener
un celular.
Guió la mirada de la cara sonriente de Ignacio a los ocho
nuevos estantes que llenaban la pared del fondo. Peter estaba subido en lo alto
de la escalera con un taladro en una mano, un nivel en la otra y una cinta
métrica colgando del cinturón de herramientas.
Lo cierto era que no había esperado que supiera lo
suficiente sobre carpintería para hacer bien el trabajo, pero el sistema que
había utilizado para sujetar la estantería a la pared la sorprendió;
aparentemente sabía más de lo que había creído. Mara se arrodilló al lado de la
pared y colocó el fondo del último estante. La expresión de sus ojos era de
total admiración mientras miraba al detective. Obviamente, Mara era una joven
inexperta y por lo tanto muy susceptible a las hormonas que Peter emanaba.
Ninguno de los tres había notado la presencia de Lali ni
la del cliente que miraba un florero de porcelana.
—No es tan fácil —decía Ignacio al detective situado
encima de él—. Tienes que tener buen ojo y una habilidad innata para hacer
dinero con la venta de antigüedades.
La conversación quedó en suspenso mientras Peter
aseguraba dos tornillos con el taladro en la parte superior del estante de
metal.
—Bueno, no sé demasiado de antigüedades —confesó,
descendiendo de la escalera—. A mi madre le encanta comprar chucherías en
ferias, aunque a mí todas esas cosas me parecen iguales. —Se arrodilló al lado
de Mara y apretó los dos tornillos restantes—. Gracias por la ayuda —dijo antes
de levantarse otra vez.
—De nada. ¿Puedo hacer algo más por ti? —preguntó Mara,
mirándolo como si quisiera morderlo.
—Ya estoy acabando. —Se inclinó y aseguró varios
tornillos más.
—Algunas personas encuentran antigüedades en las ferias
—dijo Ignacio cuando finalizó el ruido—. Pero los distribuidores serios sólo
van a las ventas del estado y subastas. Así fue como conocí a Lali. Ambos
pujamos por la misma acuarela. Era una escena pastoral de un artista local.
—Tampoco sé demasiado de arte —confesó Peter, y apoyó el
brazo sobre un escalón de la escalera agarrando todavía el taladro como si
fuera un arma—. Si quisiera comprar una pintura, tendría que preguntarle a
alguien que entendiera.
—Deberías hacerlo. La mayoría de la gente no tiene ni
idea. Te sorprendería cuántas imitaciones cuelgan en galerías prestigiosas.
Hubo una en...
Continuará…
Se hunde solo agus?? Más! Me encanta!
ResponderEliminarApaaa quizás Ignacio se está metiendo el solito en la boca del lobo. Y Lali por favor que deje de intentar autoconvencerse de que vigila a Peter y no de que lo mira porque le ENCANTA!
ResponderEliminarespero mas noveeee
besos
Lo nerviosa q esta Lali pobre y me parece q Ignacio se esta tirando tierra solito!
ResponderEliminarai dios cortaste en la mejor parte!
ResponderEliminarEN DÓNDE???? ehhh... sos re mala Cami, eh!! Cómo lo vas a dejar ahí?
ResponderEliminarSeguro que dice cualquier cosa menos lo de Arredondo.
Quiero más!
Lore456
Nono, sos mala como vas a,dejarnos ahi!! Espero mas, beso :)
ResponderEliminarArii
Me encanta!
ResponderEliminarmas :)
@ligiaelenaCM
Mas!!! :)
ResponderEliminarWilow
Celosa d Mara?.Esta loquita x Peter ,todos sus pensamientos van a el.Algo raro hay pero espero k Ignnacio no este implicado x el bien d Lali
ResponderEliminarLalita Lalita... como tr gusta Peter eeeeh.... jajajaja Cami me encanta esta nove te juro! ojala lo estes pasando bieen:) beso enormeee
ResponderEliminarAgus no puede se el culpable!!!
ResponderEliminarMe encanta!!!!
ResponderEliminarMaaaaas!
ResponderEliminarmaaaaas please
ResponderEliminar@laliteronfire
claro ella lo esta vigilando no más!! jajja si ella cree eso!y creo que le molesta bastante que mara lo mire a Peter pero bueno ella es la "novia" y puede marcar territorio! Parece que ignacio se esta pisando solito!!
ResponderEliminarespero el proximo!!
Por un momento considere la idea de que fuera Mara pero parece que no :/ no pareciera que fue Ignacio ... quiero LALITER ♥ @LuciaVega14
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