Capítulo 26

Hola!!! ¿Cómo les va? Llegó el viernes y cargado de partidos de fútbol! Jajaja a alentar al país se ha dicho :P Gracias por sus comentarios y disfruten el finde con todo, pero sobre todo empiécenlo con el pie derecho!!!! Besos y mañana nos leemos!!!

Twitter: @Caparatodos

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—¿Dedicarnos a qué? —Tomó la toalla y salió de la piscina.

Capítulo 26:

—A cómo comportarnos el uno con el otro. Sé que piensas que soy tu enemigo, pero no lo soy. —Aunque no confiara en ella, necesitaba que ella confiara en él. Era responsable de su seguridad y protegerla físicamente era parte de su trabajo.

Y no podía protegerla si seguía de parte de Ignacio cuando las cosas se pusieran feas. En realidad no creía que Ignacio lastimara a Lali, pero si había algo que podía esperar era precisamente lo inesperado. Era la única manera de que no lo agarraran desprevenido.

—Tienes que dejarme hacer mi trabajo. Cuanto antes consiga lo que necesito, antes estaré fuera de tu vida. Tenemos que llegar a algún tipo de acuerdo.

Ella se palmeó la cara y el cuello con la toalla y arrancó las flores del bikini.

—¿Te refieres a un compromiso?

Algo así. Quería que dejara de actuar como una loca y empezara a comportarse como si estuviera enamorada de él. Y que no lo llamara demonio del infierno.

—Exacto.

Ella lo estudió y lanzó la ramita de flores de vuelta a la piscina.

—¿Cómo?

—Primero tienes que relajarte y dejar de actuar como si el mundo se fuera a acabar en unas horas.

—¿Y segundo?

—Puede que no nos guste a ninguno de los dos, pero se supone que eres mi novia. Deja de actuar como si fuera un asesino en serie.

Cuando ella se palmeó la parte superior de los senos con la toalla, él no alejó los ojos de su cara. De ninguna manera pensaba bajar la mirada y ser tragado otra vez por la tierra.

—¿Y si lo hago? —preguntó—. ¿Qué harás por mí?

—Probar que realmente no eres culpable.

—Ajá. —Ella sacudió la cabeza y se envolvió la toalla alrededor de la cintura—. Esa amenaza ya no me asusta, detective, porque no creo que Ignacio sea culpable.

Peter cambió el peso de pie y cruzó los brazos sobre el pecho. Conocía la situación. Ahora era cuando los colaboradores lo extorsionaban para conseguir dinero o querían que todas sus papeletas desaparecieran más rápido que una bolsa de marihuana en un centro de rehabilitación; o tal vez quisiera algo distinto y personal.

—¿Qué quieres?

—Quiero que tengas una actitud abierta. Simplemente no creo que Ignacio sea culpable.

Lo de las papeletas hubiera sido más fácil. Para Peter no había lugar a dudas de que Ignacio Pérez era tan culpable como el pecado, aunque si había algo que había aprendido como policía infiltrado era a mentir sin sentir ni una pizca de remordimiento.

—Está bien. Tendré una actitud abierta.

—¿En serio?

Relajó las comisuras de los labios y se inclinó hacia ella con una sonrisa amable.

—Por supuesto.

Ella lo miró a los ojos como si estuviera tratando de leerle la mente.

—Te crece la nariz, Lanzani.

Su sonrisa se volvió genuina. Ella estaba loca, pero no era ninguna tonta. Tenía suficiente experiencia para conocer la diferencia y si le daban a elegir, preferiría antes a un loco que a un idiota. Levantó las manos con las palmas en alto.

—Puedo intentarlo —dijo, y bajó los brazos—. ¿Qué te parece?

Ella suspiró e hizo un nudo con la toalla sobre la cadera izquierda.

—Supongo que si eso es lo mejor que puedes ofrecer, tendrá que ser suficiente. —Ella fue hacia la casa, luego giró la cabeza para mirarlo por encima del hombro—. ¿Ya comiste?

—No. —Había pensado parar en algún supermercado camino a su casa y comprar un pollo para él y unas zanahorias para Sam.

—Voy a preparar la cena. Si te provoca, puedes quedarte. —Su tono no era demasiado entusiasta.

—¿Estás invitándome a comer contigo? ¿Como si fueras mi novia de verdad?

—Tengo hambre y tú no has comido. —Ella se encogió de hombros y se encaminó hacia la puerta—. Dejemos las cosas así.

Paseó la mirada por su pelo mojado y las gotitas de agua que goteaban de los cabellos para deslizarse por la espalda.

—¿Sabes cocinar?

—Soy una muy buena cocinera.

Mientras caminaba detrás de ella, bajó los ojos al balanceo de las caderas, al redondeado trasero que tanto había apreciado la semana pasada y al borde de la toalla que rozaba la parte de atrás de las rodillas. Cena preparada por una maravillosa cocinera sonaba genial. Y por supuesto, era una buena oportunidad para ambos: él para preguntarle cosas sobre su relación con Ignacio y ella para no estar tan tensa con él.

—¿Qué hay para cenar?

—Pasta con lomo a la crema, pan y ensalada. —Ella subió los escalones hacia la puerta y la abrió.

Peter, que la seguía muy de cerca, se le adelantó agarrando la parte superior del marco de madera por encima de la cabeza y sujetando la puerta abierta.

Ella se paró bruscamente y si él no hubiera prestado atención, la hubiera golpeado. Su torso chocó ligeramente con su espalda desnuda. Lali se giró y le acarició el pecho con el hombro a través del delgado algodón del polo.

—¿Eres vegetariano? —preguntó ella.

—No, que alguien me libre. ¿Y tú?

Sus grandes ojos pardos buscaron los suyos y arrugó la frente. Luego hizo algo extraño —aunque sabía que no debía sorprenderse de nada de lo que ella hiciera—, respiró profundamente por la nariz como buscando algo con el olfato. Peter no podía oler nada más que la esencia floral de su piel. Luego ella sacudió la cabeza ligeramente como para aclarar la mente y se metió en la casa como si no hubiera pasado nada. Peter la siguió resistiendo el impulso de olerse las axilas.

—Intento ser vegetariana —le contó mientras atravesaban una pequeña habitación donde estaban la lavadora y la secadora para llegar a la cocina pintada de un amarillo brillante—. Es un estilo de vida muy saludable. Pero por desgracia no soy practicante.

—¿Eres vegetariana no practicante? —Él nunca había escuchado semejante cosa, pero ¿de qué se sorprendía?

Continuará…