Capítulo 28

Hola!!! Espero el domingo las haya tratado genial y lo pasaran lindo! :D Ahora a empezar la semana con todo!!!! Un beso y hasta mañana!!!

Cap. Dedicado a Inma y a todas las que ya estén en exámenes!!! Dale chicas, ustedes pueden!!!! :D

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—Qué raro.

—Sí, rarísimo. —Él señaló con la cuchara el rincón del desayuno—. ¿Qué es todo eso?

Capítulo 28:

—Los aceites esenciales para la feria —explicó ella mientras ponía la lechuga en dos cuencos para ensalada—. Hago mis propios aromas y aceites curativos. Hoy es el primer día que tengo libre para probar un filtro para el sol que preparé con sésamo, germen de trigo y lavanda. Eso es lo que estaba haciendo en la piscina.

—¿Funciona?

Ella bajó el cuello de la blusa y estudió la línea del bikini, el contraste entre la piel blanca y morena.

—No me quemé. —Ella levantó la mirada, pero él no le miraba ni la cara ni la marca del biquini. Clavaba los ojos en su estómago desnudo; la mirada era tan ardiente que un calor intenso traspasó su piel—. ¿Qué aliño te gusta en la ensalada? —preguntó.

Él se encogió de hombros y volvió su atención a la salsa. Ella se preguntó si se habría imaginado la forma en que la había mirado.

—La barbecue.

—Ah. —Se dio la vuelta hacia la refrigeradora para ocultar su confusión—. Bueno, sólo tengo salsa italiana y salsa italiana light.

—¿Para qué me preguntaste como si hubiera algo que elegir?

—Lo hay. —Si él podía pretender que nada había pasado entre ellos, también podía hacerlo ella, aunque sospechaba que él era mejor actor—. Puedes elegir salsa italiana o salsa italiana light.

—Italiana.

—Buenísimo. —Aderezó la ensalada, luego llevó los dos recipientes al comedor y los colocó en la mesa desordenada. Como no solía tener compañía para cenar con mucha frecuencia, tuvo que poner sus revistas y recetas de aceites dentro de la vitrina de la porcelana china. Una vez que la mesa estuvo libre, colocó una pequeña vela en el centro y la encendió. Sacó los individuales de lino y las servilletas a juego, un par de servilleteros y la vajilla de plata que había heredado de su abuela. Cogió dos platos y se dijo que no estaba tratando de impresionar al detective. Quería usar la mejor vajilla porque casi nunca tenía la oportunidad de exhibirla. No había otra razón.

Con su porcelana más fina en las manos volvió a la cocina. Él seguía donde lo había dejado. Se detuvo en la puerta, devoró con los ojos el pelo oscuro y la nuca, los hombros anchos y la espalda. Dejó que su mirada vagara por los bolsillos traseros de su pantalón y bajara por las largas piernas. No recordaba la última vez que había tenido a hombre tan guapo en su casa para cenar. Sus dos últimos novios no contaban porque no habían estado precisamente bien dotados en el tema físico. Héctor había sido buen tipo y le había encantado escucharlo hablar de la luz espiritual. No había sido una relación demasiado aburrida, pero Eugenia tenía razón, Héctor era demasiado viejo para ella.

Antes de Héctor, había salido con Ricardo, un hombre bastante agradable, que hacía relojes zen para ganarse la vida. Pero ningún hombre le había acelerado el pulso ni le había provocado mariposas en el estómago, ni le había abrasado la piel con la mirada. La atracción que sentía por ambos, Héctor y Ricardo, no había sido sexual y la relación no había progresado más allá de los besos.

Habían pasado años desde que había juzgado a un hombre por el aspecto y no por la calidad de su alma. Había sido antes de su conversión ecologista, cuando odiaba tanto lavar los platos que sólo los había usado de papel. Los tipos con quienes había salido en esos días probablemente no habrían notado la diferencia entre la porcelana fina y un plato de plástico. En aquel momento de su vida se había considerado una artista seria y había escogido a los hombres por razones puramente estéticas. Ninguno de ellos había sido muy culto y algunos no habían sido demasiado inteligentes pero realmente el intelecto no había sido el punto a tener en cuenta. Sólo los músculos. Músculos, un buen trasero y resistencia era lo que contaba.

La mirada de Lali subió por la espalda de Peter y de mala gana admitió que había deseado tener al otro lado de la mesa a un hombre guapo y cargado de testosterona. Peter ciertamente no parecía preocupado por la iluminación espiritual, pero parecía más inteligente que los típicos cara bonita. Entonces lo vio levantar el brazo, doblar la cabeza y olerse la axila.

Lali miró los platos que llevaba en las manos. Debería haber cogido platos de papel.

Continuará…