Capítulo 26

Hola, chicas!!!! ¿Cómo les va? Ya dando el último esfuerzo de la semana no? Daleeee que ya falta poquito para relajarse :D Gracias por sus comentarios, por leer y estar… sueno repetitiva, pero no me importa jajaja es que no hay forma de no agradecerles!!!! Un beso a todas!

¡¡¡¡¡¡¡FELIZ CUMPLE A MI LECTORA MARATÓNICA!!!!!!!! Qué los cumplas muy feliz, Keny!!! Beso grande y si los tiempos me dan, subo uno más tarde, dale? ;)

Twitter: @Caparatodos

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No era de extrañar que no estuviera de acuerdo con que él adoptara a Paz. Pero tenía intención de cambiar la situación. Había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa y contarle la verdad a Lali.

Capítulo 26:

Peter caminaba de un lado al otro por el piso de mármol de su departamento mientras esperaba que Lali le devolviera la llamada. Había llamado a su oficina, pero Fabiola, su asistente, le dijo que estaba reunida con un cliente y que le daría el mensaje cuando terminara. Peter había insistido en que era urgente. No sabía por qué se había comportado de forma tan infantil. No estaba acostumbrado a que las mujeres no estuvieran disponibles para él.

Cuando Lali por fin lo llamó, Peter se lanzó sobre el celular.

–¿Me estabas buscando? –le preguntó ella con voz dulce.

Peter sintió cómo la tensión que lo angustiaba desde que había hablado con Agustín comenzaba a disiparse.

–Sí, quería hablar contigo.

–Llamé a Mariela. Dice que Paz está bien. ¿Se trata de Candela? ¿Le pasó algo?

–No, no pasó nada con Candela.

–Entonces, ¿qué sucede?

–No pasa nada.

Peter cambió el peso de un pie a otro. Se sentía como un idiota. ¿Iba a contarle por teléfono a Lali lo que pensaba hacer? Tenía que recuperar la cordura.

–Eh… mañana por la noche tengo que asistir a una gala benéfica.

Hoy era el día D. ¿No se estaría arriesgando demasiado dejándolo para el día siguiente?

–¿Y? –Lali parecía confundida.

–Acepté la invitación hace varias semanas, para mí y para mi acompañante –en ese entonces todavía salía con Natalia–. Quería saber si te gustaría acompañarme.

–¿Quieres que salga contigo? ¿Y eso es lo que era tan urgente?

Su tono enojado hizo que Peter se estremeciera. No estaba siendo sincero. Empezó a caminar por la habitación, de arriba abajo, otra vez.

–La organizadora me llamó, necesita el nombre de mi acompañante para hacer las listas de las mesas. Lo necesita con urgencia porque la gala es mañana.

–¿Y por qué quieres ir conmigo?

Peter vaciló otra vez. El engaño se enredaba cada vez más, y eso que tenía planeado ser sincero y poner fin a todo aquello.

–Porque a mí no me vengas con el cuento de que no tienes a nadie más a quien llamar –señaló Lali.

La única persona a la que quería pedírselo era a Lali.

–¿Por qué yo? –volvió a preguntarle ella.

–Porque si apareciera con una reina de la belleza de mi lista de contactos seguro que lo utilizarías en mi contra para la adopción.

Tras aquella respuesta se hizo el silencio.

–Por favor –le pidió Peter resondrándose a sí mismo por no haberse mordido la lengua.

–Podrías ir solo.

–Eso es lo que voy a hacer. Una pena –suspiró–. Te habría gustado el ballet.

–¿Ballet? ¿Qué ballet?

Peter contuvo el aliento. La visión de unas gastadas zapatillas de ballet colgadas de sus cintas de seda apareció ante sus ojos. ¡Ya la tenía! Una sonrisa le curvó los labios.

–Giselle.

Peter escuchó cómo Lali contenía el aliento.

–Me encantaría ir contigo al ballet.

         

         

Lali colgó el teléfono después de hablar con Lucía Torres. El día que esperaba había llegado. Miró su reloj. Peter la recogería en dos horas. Todavía tenía que atravesar la ciudad en hora punta, sacarse la leche para el biberón nocturno de Paz, ducharse y prepararse. Y encima Lucía iba de camino.

La trabajadora social tenía una pareja que pensaba que cumplía con todas las exigencias de Lali. Una pareja que ya había adoptado a una niña de dos años, que tenía una buena relación con los padres biológicos de la niña y con sus abuelos. Vivían en un barrio a las afueras de la ciudad, a menos de cuarenta minutos en auto desde la casa de Lali. Tenían mascotas y un jardín enorme. Aquella familia lo tenía todo.

Lucía estaba emocionada. Le iba a llevar el informe a Lali para que lo viera cuanto antes. Y, Lali sabía que debería estar profundamente contenta, pero solo sentía miedo.

Cerró los ojos. No quería pensar en la casa que Peter iba a comprar. Se imaginaba a Paz corriendo en aquel jardín, jugando en el columpio que Peter quería poner.

Pero aquella iba a ser una adopción abierta. No había razón para que Paz no disfrutara de todo eso cuando visitara a su tío. La posible familia adoptiva alentaba la participación de la familia biológica. No había razón para dudar. Lali sabía que debía romper aquella barrera y dar el paso final. Aquella situación en tierra de nadie no era justa para Paz. Cada día que pasaba perdía una oportunidad para que la niña formara un lazo fuerte con su nueva madre.

Lali examinaría el informe que Lucía iba a llevarle con mente abierta… y trataría de no comparar la casa con el hogar soñado que había visitado con Peter el fin de semana.

Luego tendría que enfrentarse al propio Peter cuando la recogiera aquella noche y decirle lo que había decidido.

         

         

Los aplausos resonaron por todo el teatro.

El telón cayó tras el dramático final del primer acto de Giselle. Se encendieron las luces. El público estaba ya inundando los pasillos para disfrutar del intermedio. Peter tuvo tiempo de contemplar la expresión maravillada de Lali antes de que ella parpadeara rápidamente.

–¿Te alegras de haber venido?

–Claro, por supuesto que sí –Lali se estremeció mientras se levantaba–. Gracias. Ha sido increíble. No sé cómo van a superarlo en el segundo acto.

El delicado chal de seda se le deslizó por los hombros, dejando al descubierto la espalda en forma de uve de su ajustado vestido negro. Peter le rodeó la cintura con el brazo y la guio hacia el pasillo. Ella no se alejó de su agarre, así que dejó su mano ahí, disfrutando del calor de su cuerpo contra el suyo.

Deslizó la mirada por la piel suave que el vestido dejaba al descubierto. Se moría por tocarla, por deslizarle un dedo por la espalda y ver cómo se estremecía de deseo.

Un mozo se acercó con una bandeja llena de copas de champán y Peter agarró dos. Tras unos minutos sonó la llamada que anunciaba el fin del intermedio.

–A ver qué nos ofrece el segundo acto –comentó Lali mientras volvían a la sala–. Veamos qué quieren hacerle los espíritus de las novias abandonadas al mentiroso e infiel Albrecth.

Aquello trajó a Peter a la realidad.

¿Qué diría Lali cuando se enterara de la mentira en la que habían participado Candela, Agustín y él?

Peter se sintió avergonzado.

Continuará…