Capítulo 31

Hola, hola!!! ¿Qué tal su inicio de semana? Ojalá que todo bien y al menos arrancando con el pie derecho! ;) A remarla y pasar los días de la mejor manera posible! Besos y miles de gracias por tan lindos comentarios!!!! Hasta mañana!!!

Titel: Yo también te mando saludos y un abrazo enorme!!! Mucha fuerza y darle así se soluciona todo de la mejor forma posible ;) Besos!!!! 

#VamosVale :P jajajaja

Twitter: @Caparatodos

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–Dios mío, la reunión. Tengo que volar.

–Voy a ir contigo. No intentes impedírmelo.

Capítulo 31:

Lali se alegró de que el día llegara a su fin.

Lucía Torres la había dejado en casa, y se lo agradecía muchísimo. Le dolía la cabeza y había necesitado de toda su energía para convencer a Peter de que no quería que la llevara él. Lo que más necesitaba en el mundo era dormir, y eso era lo que había hecho mientras Mariela cuidaba a Paz.

Ahora estaba en la mecedora del cuarto de la chiquita, viéndola dormir en su cuna mientras la niñera buscaba algo en la cocina.

La reunión matinal había sido increíblemente difícil a pesar de que Peter se había portado como un santo. Y para empeorar las cosas, Lucía estaba en lo cierto. La familia era perfecta, era todo lo que había esperado para Paz.

Paz. Todo era por ella. Y pronto se iría y la dejaría sola.

Lali sabía que no debería estar pensando en ella misma, en cómo se iba a sentir cuando Paz se fuera. Pero no podía evitarlo. Había tomado todas las precauciones posibles para evitarlo y aun así había sucedido. Se había encariñado con esa chiquita que estaba en la cuna a solo unos metros de ella.

Una cosa le había quedado clara: Peter quería adoptar a la bebé con todo su corazón. Tal vez no figurara en el registro como padre de Paz, pero Lali no necesitaba que le hicieran ninguna prueba para confirmar su paternidad. Le creía. Su deseo de quedarse con ella no era un capricho. La quería, era su padre.

Lali sintió una punzada de dolor. Paz también era parte de ella. Era su hija. La hija de los dos.

El corazón le decía que Paz le pertenecía a su padre, que ya la quería aunque no fuese perfecto. ¿Podría olvidarse ella de sus planes, de los sueños que tenía para que Paz estuviera en la familia perfecta y darle a Peter lo que nunca podría comprar con todos sus millones?

De esa forma no habría escandalosos enfrentamientos en los tribunales, no quedaría un legado amargo.

Lali se levantó y se acercó a la cuna donde Paz dormía plácidamente.

–¿Qué es lo que tú quieres, mi chiquitita? –le preguntó.

         

         

Era Nochebuena.

Con la excusa de que su hermano y su hermana estaban en África, Lali había invitado a Peter a cenar. No le sorprendió que él aprovechara la oportunidad para pasar tiempo con Paz.

Lali había decorado la mesa con platos rojos y verdes para ella y para Peter. También había un lugar para Paz, y Lali tenía pensado subirle la sillita a la mesa para que participara en la cena.

Aquella Nochebuena era especial. Era la primera navidad de Paz y Lali sabía que sería la última que ella pasaría con la pequeña.

En aquel momento Paz estaba echada bocarriba sobre la alfombra, disfrazada de ayudante de Papa Noel.

Estaba para comérsela a besos.

El timbre interrumpió sus pensamientos. Debía ser Peter. Cuando abrió la puerta se lo encontró bajo el cálido sol de la tarde con los brazos llenos de paquetes.

–No tendrías que haberlo hecho –se rio Lali invitándolo a pasar–. Deja los regalos bajo el árbol, te ayudaré a abrir los demás paquetes.

Había un ramo de flores, bombones, una torta helada de navidad… y garrapiñada.

–Esto no era necesario –Lali torció el gesto.

–¿Cómo? ¿Y perderme la oportunidad de mimar y consentir a Paz? –Peter empezó a colocar los paquetes cuidadosamente envueltos bajo el árbol.

Lali no pudo evitar fijarse en lo bien que se le ajustaban el pantalón negro a la cintura y las piernas, y en cómo el polo le marcaba los musculosos hombros.

¡Ay, Dios! Solo le faltaba un lazo rojo para ser el regalo perfecto de navidad. Pero debía recordar que no era para ella.

Cuando terminaron de cenar, Lali se sentó en la alfombra de la sala, apoyada contra el sillón y con las piernas estiradas, con Paz entre los brazos terminando el biberón.

Peter estaba frente al árbol con la cabeza apoyada en el codo contemplándolas a las dos.

–Paz está casi dormida –dijo Lali en voz baja inclinando la cabeza.

Sentía a la niña relajada entre sus brazos.

Durante mucho tiempo se había sentido dolida por no abrazar ni dar de comer a Paz, por mantener la distancia. Pero esta noche estaba disfrutando de la experiencia. Mariela había ido a pasar navidad con su familia, y le pareció el momento correcto. Lali sabía que pasaría mucho tiempo con Paz durante los próximos dos días, y que cada hora que pasara se encariñaría más con ella, lo que haría que la separación fuera mucho más difícil. Pero lo había asumido. El dolor iba acompañado de un inmenso placer. La felicidad de ver a Paz comer, de pasarle un dedo por la piel de seda. Y aquellos días le darían la oportunidad de despedirse de esa pequeñita.

Pero aquella noche estaban los tres: ella, Peter y Paz. Casi una familia. Miró al angelito que tenía en brazos. Sí, formaría parte de su vida y la visitaría, pero, ¿sería suficiente? Lali sacudió la cabeza y sintió un nudo en la garganta. Peter quería a la beba y había formado un fuerte lazo con ella. ¿Qué importaba que Paz no tuviera una figura materna? Tendría un padre que la amara.

–¿Lali? ¿En qué estás pensando?

Continuará…