Capítulo 34

Hola!!!!!!!!!!!!!! ¿Cómo les va, chicas? Ojalá que todo bien y a la que no, que estén superando de a pocos los problemas! Gracias por tan lindos comentarios que dejan! SON GENIALES aparte me encanta que les guste tanto la nove! Ya se termina así que… no las aburro más! Besos y hasta mañana!!!!

Twitter: @Caparatodos

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Los ojos de Candela se nublaron. Por primera vez en su vida, Lali no se sintió conmovida por las lágrimas de su hermana. Su acostumbrado instinto de protección no consiguió materializarse. Esta vez a quien quería proteger era a Paz.

Capítulo 34:

–Es demasiado tarde, Candela.

–¿Ya la adoptaron? ¿Firmaste el consentimiento? –Candela vio la respuesta en sus ojos–. Tendrías que habérmelo dicho.

–Te fuiste y me dejaste con el problema, ¿no sé si te acuerdas?

–Porque sabía que tú serías capaz de darla en adopción. Ya lo habías hecho antes. Y lo harías sin problema –Candela se acurrucó contra Agustín– Yo no soy tan dura como tú, Lali. No habría podido enfrentarme a ese dolor.

¿Dura? Lali sintió una punzada de dolor. ¿Era así como la veía su hermana? ¿No se daba cuenta de lo dolorosas que resultaban para ella aquellas decisiones?

Lali tragó saliva. Había perdido a un bebé, no perdería a otro.

–No he dicho en ningún momento que haya dado a Paz en adopción. Voy a casarme y voy a cuidar de ella.

–¿Casarte? –Candela soltó una carcajada nerviosa–. ¿Con quién?

–Tu hermana se va a casar conmigo.

Escuchó aquella voz profunda a su espalda. Peter. Lali experimentó un profundo alivio cuando la apretó entre sus brazos. Cerró los ojos y se dio el lujo de apoyarse en su fuerza. En su comprensión. En su calor. Eso era lo que Peter le había ofrecido durante aquel tiempo tan conflictivo. Había estado allí para Paz y para ella en todo momento. No les había fallado ni se había ido a ningún lado.

Era un hombre único. Un hombre al que valía la pena amar. Para siempre.

–Hemos regresado por la bebé –Agustín se enfrentó a su hermano mayor.

–Hasta que vuelvan a cambiar de opinión la semana que viene.

–No cambiaremos de opinión.

Lali puso las manos sobre los antebrazos de Peter para enfatizar su unidad frente a sus hermanos. Estaban haciendo lo correcto. Los dos querían a Paz y conseguirían que aquella relación funcionara. Se sintió segura de su decisión.

–Lo siento, Candela. En un principio, quedé embarazada por tus deseos de ser madre, pero luego Agustín y tú decidieron que necesitaban tiempo y espacio para pensar. Ahora no puedo entregarles a Paz. Soy su mamá.

Al decir aquellas palabras, algo se liberó en su interior. Todo el dolor del pasado se suavizó. Por primera vez en muchos años se sintió plena. En paz.

–Cuando murió mi primer hijo pensé que nunca podría volver a sonreír –murmuró con voz quebrada–. Pero ahora soy feliz. Paz me ha hecho feliz. Por favor, alégrate por mí. No quiero pelear contigo –le dijo a su hermana. Ya había peleado bastante. Contra Peter. Contra sí misma. Pero ya no batallaría más–. No he hablado con Peter de esto, pero, ¿qué les parece si ustedes dos son los padrinos de Paz? Así pueden ser una parte importante de su vida.

A Candela le brillaron los ojos.

–Ya hablaremos de eso –dijo–. Primero quiero ser la dama de honor de tu casamiento.

Lali sabía que debería ser sincera y decir que no habría ningún matrimonio. Todavía no le había dado una respuesta a Peter aunque a Candela y a Agustín les hubiera dicho que se iban a casar. Irónicamente, ahora deseaba desesperadamente casarse con él. Solo había un pequeño inconveniente.

Peter no la amaba.

         

Rojo. Amarillo. Verde.

Las luces del árbol de Navidad iluminaban el pálido rostro de Lali. Paz estaba durmiendo su siesta de la tarde y acababan de despedirse de Candela y Agustín, que se habían quedado al almuerzo navideño. Peter les había dado las llaves de su auto y la libertad de quedarse en su departamento. Estaba ansioso por librarse de ellos porque necesitaba hablar con Lali.

Lali les había contado a sus hermanos que iban a casarse, que iba a hacerse cargo de Paz. Debería estar contento porque estaba logrando todo lo que quería, pero no le gustaba la tranquilidad que ella aparentaba. No era ni de lejos la felicidad que se esperaría de una futura novia.

–Lali, ¿estás bien? –le preguntó.

Ella dejó de recoger los papeles de regalo que estaban esparcidos por el suelo y lo miró con cierto temor.

–No quiero que te sientas obligado a casarte conmigo por lo que le dije a Candela.

Peter se inclinó y le acarició el pelo. Ya no estaba tan seguro de que casarse por el bien de Paz fuera suficiente para él. En las últimas semanas sus miedos habían cambiado. Ya no temía que Lali abandonara a la pequeña algún día como su madre los había abandonado a ellos. Lo que ahora le daba miedo era que Lali no llegara a amarlo nunca. No quería vivir con aquella incertidumbre. Quería su amor, y lo quería en aquel momento.

Pero tampoco quería presionarla. Debía ser generoso y anteponer los deseos de Lali a todo lo demás.

–¿Qué es lo que tú quieres, Lali? ¿Cuál es tu sueño?

                 

Lali se mordió el labio.

¿Cómo decirle a Peter que su sueño estaba en la maravillosa casa que había comprado para Paz y para él? Quería compartir ese hogar con ellos, compartir su futuro. Porque los quería a los dos más que a nada en el mundo. Ellos le habían enseñado a volver a amar. Le habían devuelto la vida.

Peter le agarró el rostro con las manos. Ella lo miró a los ojos… y tembló por dentro.

¿Podría arriesgarse a revelarle su sueño? ¿Y si la ridiculizaba? ¿Y si la rechazaba?

Continuará…