Capítulo 1

Hola chicas!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien por ahí y pasando lindo sábado! Antes que nada, GRACIAS y mil GRACIAS por estar ahí, son lo más!!!! Gracias por su tiempo, por leer, disfrutar, hacer el aguante y todos sus comentarios!!! Ahora, espero les guste la nueva nove “Para toda la vida”! Ya me contarán ;) Besos y mañana nos leemos!

P.D.: Pronto subo Dame Razones para descargar… banquen que tengo que hacer la portada y no tengo mucho tiempo jajajaja a penas pueda la subo ;)

Twitter: @Caparatodos

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Capítulo 1:

—Crees que no soy capaz, ¿no? —le preguntó Juan Pedro Lanzani a su amigo y socio, Martín Battezzati.

—No. Tal vez para una hora, aproximadamente. Pero no para todo un fin de semana.

—¿Quieres apostar?

—Este… chicos… —Mariana Espósito se movió sobre su asiento.

Ellos la ignoraron, aunque fue ella la que sacó el tema.

—Acepto la apuesta —dijo Martín, mirando a su amigo—. ¿Qué tal un billete de cien?

—Trato hecho —Peter levantó la barbilla.

—En serio, chicos. No vamos a hacer esto. Mi mamá va a tener que aguantarse la decepción. Una más.

Lali podría haberse ahorrado el comentario, teniendo en cuenta la respuesta que recibió de sus compañeros de almuerzo de los miércoles.

—Suelo estar de acuerdo con Martín —dijo Eugenia Suárez, dándole un bocado a su comida mientras intentaba seguir la conversación—. No estoy segura de que esto funcione.

Antes de que Peter pudiera decirle algo, Candela Lanzani, su hermana y compañera de trabajo de Lali, se metió en el debate.

—Peter podría hacerlo, sin duda. Él es especialista en bromas.

—Los casados tienen como un noséqué… como señales. Peter y Lali no las tienen —señaló Euge.

—Porque no lo han intentado —dijo Candela.

Cada vez más incómoda con aquella conversación, casi incapaz de mirar a Peter a los ojos, Lali se aclaró la garganta. A lo mejor no debería haberles comentado sobre el pedido de su mamá la noche anterior. Su madre, esa mujer excéntrica que se había casado cinco veces… Por lo visto, desde hacía un año, iba diciendo por ahí que su hija estaba felizmente casada con el padre de su hija de nueve meses. Le había pedido que llevara a la niña, y a alguien que fingiera ser el papá, a una reunión familiar.

Lali había aprendido a restarle importancia a las locuras de María José Riera desde hace tiempo atrás. Si se hubiera tomado todo en serio, a esas alturas ya hubiera estado tan loca como ella. El humor y la evasión se habían convertido en las mejores armas para hacer frente a esas estrategias periódicas creadas para llevarla nuevamente a la caótica vida de la cual había escapado nueve años antes, al cumplir los dieciocho. Aunque les había dicho a sus amigos que no tenía intención alguna de hacerle caso a su madre, de alguna manera la conversación había terminado en un debate colectivo por averiguar si alguien, Peter en especial, podía engañar a la familia de Lali y hacerles creer que llevaba un año y medio casado con ella.

Miró a Peter un instante. A pesar de ese giro inesperado que había tomado la conversación, él parecía de lo más cómodo y tranquilo en su silla, siempre tan despreocupado y guapo. Al ver que ella lo miraba, le guiñó un ojo. Ella bajó la vista rápidamente. De repente sintió que las mejillas le ardían. Durante los cinco meses anteriores había hecho todo lo posible por esconder esa atracción que sentía por Peter, y pensaba que lo había logrado. Intentaba negárselo a sí misma a como dé lugar, pero eso había sido un esfuerzo inútil.

—Peter también tendría que convencerlos de que es el padre de su hija —señaló Martín—. Así que no solo tendría que fingir que está enamorado de Lali. También tendría que llevarse bien con la pequeña. Y que la niña empiece a gritar cada vez que la cargan no ayuda mucho.

—Se llama Valentina —murmuró Lali—. Y yo…

—Eso no sería un problema —dijo Peter, riéndose a carcajadas—. Simplemente no la cargo. Lali puede hacer el papel de mamá protectora y no dejar que nadie más se acerque a la nena.

—Y, además, Valentina es muy chiquita para hablar, así que eso tampoco sería un problema —agregó Candela.

Euge apoyó un codo sobre la mesa y miró a los hombres con el ceño fruncido.

—Esto sigue sin ser una buena apuesta para ti, Martín. ¿Por qué iba alguien a preguntarle abiertamente a Lali sobre su relación con Peter? Necesitarías una prueba más clara para demostrar que fue capaz de convencer a la familia de Lali de que es un esposo maravilloso.

Martín parecía confundido.

—¿Qué tipo de prueba?

—El anillo de la abuela —dijo Candela rápidamente.

Lali casi se atragantó.

—Ah, no. Eso ya es ir demasiado lejos.

Les había contado a sus amigos que su abuela materna, viuda desde hacía mucho tiempo, estaba muy triste con todos los divorcios que habían en la familia. La abuela Riera estaba tan descontenta que había decidido regalarle su propio anillo de compromiso al primero de sus nietos que lograr una unión duradera. Hasta ese momento, la señora no le había dado el visto bueno a ninguno de los novios y esposos de sus nietos y los acontecimientos no habían hecho sino darle la razón. Solo uno de los siete estaba casado, pero las cosas no le iban muy bien. Sin embargo…

Candela hizo un gesto con la mano para restarle importancia a la objeción de Lali.

—No he dicho que aceptes el anillo con un engaño. Obviamente, eso estaría muy mal. Pero si Peter y tú logran convencer a la abuela para que se los ofrezca, eso significaría que Peter es el ganador.

—Y eso no está mal —dijo Lali con sarcasmo.

Candela la miró. Sin duda estaba muy contenta por haber conseguido una solución tan buena.

—Eso podría funcionar —dijo Euge—. Si la abuela ofrece el anillo, no quedaría la más mínima duda de que Peter se los metió a todos al bolsillo.

—Esa sería la prueba definitiva —dijo Martín.

—Pero yo sigo diciendo que si alguna persona, ya sea la abuela u otro familiar, deja entrever la más mínima duda o sospecha, entonces la apuesta está perdida.

—Bueno, como no vas a estar allí, ¿cómo vas a saber si eso pasa? —preguntó Euge—. Peter no tendría por qué decirnos nada.

Candela y Martín parecían ofendidos.

—Peter no me mentiría para ganar una apuesta —dijo este último.

—Solo le mentiría a toda mi familia —dijo Lali, sacudiendo la cabeza. Estaba un poco incómoda con la conversación, pero no podía evitar sonreír de vez en cuando.

—Bueno, sí —dijo Candela con contundencia—. Ese es el desafío, ¿no?

Continuará…