Capítulo 10

 

Hola!!!! Cómo las trata el domingo??? A mí de muy buen humor así que hoy también posiblemente deje dos capis así que firmen firmen y más tarde les dejo otro capi!!! Besos y mil gracias por sus comentarios ;)

Twitter: @Caparatodos

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–No sabes mucho de rugby, ¿no? –dijo al pasarle los libros. Las puntas de sus dedos se rozaron y ella lo miró.

Capítulo 10:

La cara de Lali se encontraba a escasos centímetros de la suya, por lo que pudo estudiarla con detenimiento. Tenía un cutis perfecto y un leve rubor coloreaba sus suaves mejillas. Sus ojos eran del color del caramelo, y pudo apreciar las finas líneas de los lentes de contacto en los extremos de sus iris. Si no se tratara de una periodista y en su primer encuentro no le hubiese preguntado si había dejado las drogas definitivamente, quizás hubiese pensado que no era del todo fea. Incluso quizás hubiese llegado a pensar que no estaba mal. Quizá.

–Sé lo suficiente –respondió mientras apartaba su mano y metía los libros en el bolsillo delantero del maletín.

–No me cabe la menor duda. –Peter despegó una de las notas de la rodillera de su pantalón. En ella podía leerse: «¿Qué demonios es marcaje al hombre?» La agarró por la muñeca y le dejó la nota en la palma de la mano–. Parece que realmente sabes todo.

Se pusieron en pie y él le cogió el maletín.

–Puedo con él -protestó Lali al tiempo que se metía la nota en el bolsillo del pantalón

–Deja que lo lleve.

–Si estás intentando ser amable, debes saber que ya es tarde.

–No quiero ser amable. Lo que quiero es salir de aquí antes de que se vaya el bus.

–Oh. –Ella abrió la boca para decir algo más, pero la cerró al instante.

Recorrieron el pasillo, Lali con una energía que revelaba su agitación. Una vez dentro del bus, se sentó junto al director deportivo. Peter dejó el maletín sobre su regazo y se fue a la parte de atrás. Victorio se acercó a Peter cuando éste se sentó.

–Oye, Peter –dijo Vico–, ¿no te parece linda?

Peter recorrió las hileras de asientos con la mirada hasta ver la cabeza de Lali y los mechones sueltos de su cola de caballo. No era fea, pero estaba lejos de ser su tipo. Le atraían las mujeres estilo Barbie, con piernas largas y pecho abundante, larga melena y los labios pintados de rojo. Mujeres a las que les gustaba satisfacer a los hombres y no esperaban más que su propia satisfacción. Sabía lo que se decía de él, pero no le importaba demasiado. Lali tenía una bonita piel y su pelo estaría mejor si lo dejara suelto, pero le faltaba un poco de tamaño.

La imagen de la blusa blanca de Lali cruzó su mente. Se había volteado para responder a algo que le habían preguntado y, por primera vez desde el despegue, se dio cuenta de su presencia. Se fijó entonces en los dos puntos que se marcaban en su blusa de seda. Por un instante se preguntó si tendría frío o estaría excitada.

–No especialmente –le respondió a Vico.

–¿Crees que es verdad eso de que se acostó con Bowers para conseguir el trabajo?

–¿Es eso lo que dicen los chicos?

–Con él y con su jefe del Buenos Aires Times.

La idea de una mujer joven como Lali revolcándose con dos viejos verdes para conseguir un trabajo le revolvió el estómago. No entendía por qué le molestaba algo así, y con un encogimiento de hombros apartó de su mente a Lali y cualquier pensamiento acerca de con quién podría o no haberse acostado ella.

Estaba esperando una importante llamada de su representante, Howie. Howie vivía en Los Ángeles y tenía a sus tres hijos internados en una escuela en Pilar. Cuanto más pensaba en ello, más convencido estaba Peter de que un internado era la solución perfecta para Alelí. Para ella sería como volver a sentirse comprendida. Estaría contenta y él recuperaría su vida de antes. Todos saldrían ganando.

Los jugadores de Alumni se registraron en el hotel a las once de la mañana, comieron algo y a las dos ya estaban en la cancha para entrenar. El equipo llevaba dos semanas sin perder un solo partido, y Peter ya había detenido cinco penaltis en lo que iba de temporada. El equipo no había constituido una auténtica amenaza para sus rivales desde la retirada de su antiguo capitán, Santiago Sanz. Ese año la cosa era diferente: estaban en plena forma.

A las cuatro, Alumni estaban de regreso en el hotel. Peter subió en el ascensor a su habitación y llamó por teléfono a una amiga. Dos horas después, salió del ascensor en la planta baja dispuesto a disfrutar de la vida mientras pudiera hacerlo.

Conoció a Paula Recca en un vuelo a Mendoza. Ella le sirvió un vaso de agua con limón y una bolsita de maní en la que había apuntado su nombre y su número de teléfono. De eso hacía tres años, y siempre se veían cuando él estaba en Córdoba o ella pasaba por Buenos Aires. La situación resultaba satisfactoria para ambos. Él la satisfacía. Ella lo satisfacía a él.

Esa noche se encontró con Paula en el lobby del hotel y fueron juntos a cenar. Allí Peter pidió lo que comía siempre antes de los partidos: Milanesa con papas fritas y ensalada.

Después de cenar, Paula lo llevó a su casa donde le ofreció su postre especial. Lo condujo de vuelta al hotel a la hora del toque de queda. A Peter le encantaba su vida cuando estaba de viaje. Ya en el hotel, se sentía totalmente calmado, relajado, listo para enfrentarse a sus oponentes la noche siguiente.

Charló durante un rato con sus compañeros en el bar del hotel, después de lo cual se fue a su habitación. Estaba un tanto preocupado por su rodilla derecha, por lo que cogió la hielera que había encima del televisor y recorrió el pasillo hasta la máquina de hielo. Apenas se había dado la vuelta para regresar a la habitación cuando vio a Lali Espósito introduciendo unas monedas en la máquina de dulces. Llevaba el pelo recogido en lo alto de la cabeza, con unos cuantos mechones sueltos. Dio un paso hacia delante y apretó el botón elegido; una bolsa de M&M's cayó en la cesta metálica de la máquina.

Se encaminó hacia su habitación y entonces pudo ver el trasero redondo y prominente de Lali, con dos vaquitas estampadas. De hecho, había vaquitas por todo su pijama azul. Era de una sola pieza. Se volteó y Peter tuvo que enfrentarse a un horror superior al que implicaban las vaquitas del pijama: lucía unos lentes de montura negra. Los lentes eran grandes y cuadrados, y se suponía que le daban cierto aire de feminista militante. Eran verdaderamente desagradables.

Al verlo, Lali abrió los ojos como platos y se quedó sin aliento.

–Creía que a estas horas ya estabas en la cama –dijo.

Peter no imaginaba que una mujer pudiera parecer tan poco sexy.

–¿Qué es esto? –preguntó él apuntando con la hielera hacia ella–. ¿Te has prometido a ti misma hacer todo lo posible para no volver a acostarte con nadie en la vida?

Ella frunció el entrecejo.

Continuará…