Capítulo 100

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—Quiero que esta noche te pongas esto para ir  la cama —murmuró, apoyándose contra su delgado cuerpo para besarlo.

 Él rió entre dientes, aprovechando el momento mientras le daba unas palmaditas en el cuello al caballo para mirar hacia la muchedumbre por encima del hombro de Lali.

—¿Alguna señal?

Capítulo 100:

—Nada de Laura. ¿Qué me dices de Daniel?

—No. Está en mi equipo, así que una vez que estemos en el campo, haré lo que pueda para mantenerlo ocupado.

—¿Cómo se llama tu caballo? —preguntó, dándole una vacilante palmadita cerca del hombro o el omóplato o como quiera que se llame.

—Sir Azulado puro—respondió.

—¿Cómo?

—Tim, para abreviar. Tiene un linaje demasiado largo.

—De ahí el estúpido nombre.

Peter enarcó una ceja.

—Yo mismo tengo un linaje demasiado largo.

—Ya lo sé, Juan Pedro Lanzani, vizconde y marqués de Cambridge.

El la besó de nuevo.

—Lo has entendido, Mariana Espósito de Buenos Aires.

Daniel y Laura salieron en aquel momento de los establos; Daniel con un caballo gris tras él y Laura con una canasta para picnic del brazo.

—¡Bingo! —dijo en voz baja.

Peter no se volteo a mirar, algo para aplaudirlo.

—Ten cuidado —murmuró, besándola en la frente—. Será mejor que vaya a calentar con Tim.

—Ten cuidado tú también —digo, retrocediendo para verlo subirse con soltura a la silla.

—Estaré vigilando.

Con eso, Peter y Sir Azulado puro se fueron trotando hasta el campo, con el aplauso general de los presentes. Lali se sobresaltó. Había olvidado que la gente los observaba. Un grupo de fotógrafos se acercaron, y apenas reprimió el impulso de huir.

—¿Qué lleva puesto, señorita Espósito? —preguntó una de las mujeres.

«Un vestido» fue su primera respuesta, pero sabía lo que querían, y cuanto antes lo consiguieran, antes la dejarían en paz.

—Un vestido de Prada —respondió, quedándose inmóvil durante un minuto para que pudieran tomarle una foto. ¡Wow, qué vida tan extraña!

—El señor Lanzani y usted estuvieron esta mañana en el juzgado. ¿Ha fijado ya una fecha? —preguntó otro.

Lali parpadeó. El juzgado y una fecha. «Una fecha.» ¡Por Dios!

—No —pronunció, sabiendo que su rostro debía de haberse vuelto blanco—. Todavía intento descubrir cómo hace trampas al Scrabble.

A juzgar por la risa general, debía de haber dicho lo correcto, y escapó tras un breve saludo con la cabeza. Aquélla era una pregunta que no iba a comentar con Peter. Jamás. La sola idea de…

El árbitro tocó el silbato, y los dos equipos se congregaron en el centro del campo. Lo mismo sucedía a su espalda, pero el partido era lo que captaba su atención. Durante un momento deseó no tener que hacer otra cosa más que ver jugar a Peter.

Pero eso era para alguien con una vida diferente a la suya. Con un suspiro conectó la grabadora, luego fue a buscar una mesa con una vista decente y esperó a que Laura le llevara sus manzanas… igual que la malvada reina de Blanca Nieves. La única diferencia era que Lali no era tan tonta como para darles un mordisco.

—¿No resulta extraño, u oportuno, que Peter y Daniel estén en el mismo equipo? —preguntó Laura, tomando asiento en la silla frente a la de Lali y dejando la canasta de picnic sobre la mesa delante de ella.

—Creo que ninguna de las dos cosas —respondió Lali, manteniendo la vista en los jugadores mientras corrían de nuevo hacia la portería del equipo rojo—. Peter no forma parte de esto. Ese es el trato, ¿recuerdas?

—Lo recuerdo. Vi tu aparición en los juzgados en las noticias de mediodía. Es una lástima que no pudieras fijar una fianza para el señor Vázquez.

—No insistas, o tendré que aumentar mi comisión al treinta por ciento.

—No es posible.

Lali se giró para mirar a Laura.

—Limítate a estar segura de que Daniel y tú cumplen con su parte del trato. ¿Me has traído unas pocas manzanas?

Laura levantó la tapa de la canasta y sacó una reluciente manzana roja.

—¿Estás segura de que puedes hacerte cargo de esto?

—Claro que sí.

—La próxima vez elige algo menos complejo —comentó, entregándole a Lali la manzana.

Era pesada. Demasiado pesada para ser sólo una manzana. Ocultando sin problemas su alivio tras años de práctica, Lali dejó la fruta sobre la mesa, al lado de su codo. Muy bien, ya tenía pruebas del robo. Ahora necesitaba pruebas del asesinato. Hora de jugar su partida.

—¿Cómo vas a asegurarte de que Daniel no te mate igual que como hizo con tu padre? La compañía irá a parar a ti, después de todo. ¿No es así?

Con una sonrisa, Laura se colocó la canasta de picnic sobre su regazo.

—Estamos muy unidos. Además, si aparece muerto otro Bedoya-Agüero, ni siquiera Daniel podrá librarse del arresto gracias a su encanto.

—Claro, eso tiene lógica para ti y para mí, pero yo no soy adicta a las drogas. Estás atrapada, ¿no? Quiero decir que o aceptas pagarle su adicción a la coca o empiezas a esquivar balas.

Lali divisó a Pamela saludando a Daniel con su pañuelo, y la respuesta del mazo de éste. ¡Figúrate! Pame jugaría a dos equipos hasta que uno de ellos volviera para darle una patada en el trasero.

—Preferiría hablar sobre márgenes de beneficios —respondió Laura.

—Ésa es una charla demasiado tranquila para alguien con una canasta de rojos rubíes en el regazo.

—Si yo me deshago de objetos robados, entonces eres tú quien los recibe.

Vaya, sí que tenía confianza en sí misma. ¿Acaso a Laura no le importaba que su hermano hubiera matado a su padre? ¿O la despreocupación por Daniel se debía a que era ella misma quien había apretado el gatillo? Eso tenía mucho sentido, pero Lali necesitaba estar segura. Había llegado el momento de echar más leña al fuego.

—¿Sabes?, Nicolás conoce perfectamente cuánto vale un Giacometti —dijo pausadamente.

—Por eso lo robó.

—Salvo que él lo hubiera robado la misma noche en que desaparecieron los rubíes y los cuadros. No habría vuelto una semana después a por él.

—Ahora que lo pienso, en los documentos del seguro no figura ninguna estatua de Giacometti. Debía de pertenecerle a otro.

—Eso es poco convincente —alegó Lali, calentando la conversación. Le encantaban los rompecabezas, sobre todo justo antes de ser resueltos—. ¿Cuánta gente asistió al velatorio? Imagino que al menos cincuenta entraron en el antiguo despacho de tu padre y vieron la estatua allí. ¿Quieres probar de nuevo? Ah, espera, ahora es mi turno. —Lali se recostó en la silla, esperando parecer la viva imagen de fría seguridad, algo que no era, teniendo en cuenta la cantidad de suposiciones y saltos de fe que estaba a punto de realizar—. Fuiste tú quien mató a Bartolomé porque él no quería darte ayuda económica para la inmobiliaria. ¿Cuántos meses de retraso tienes con el pago del alquiler de la oficina? No es de extrañar que aceptaras con tanta rapidez cuando Peter te llamó. Menos mal que no tenías otras citas que cancelar… Ah, no, eso no es algo bueno, ¿verdad? Tu padre sabía que necesitabas dinero de manera inmediata. Por eso me llamó, para asegurarse de que no le hicieras nada antes de que modificara el testamento y el fideicomiso. Pero no lo consiguió, ¿no es así? ¿Cuan poco satisfactorio resultaría para la hija de uno de los ejecutivos de mayor éxito del país el fracasar en su propio negocio, mucho más con el precio de la propiedad por estos parajes?

Continuará...