Capítulo 88

 

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

Lali tomó aire lenta y profundamente. Castillo no la había decepcionado aún. Siempre había una primera vez, pero con un poco de suerte, no sería esa. Necesitaba que él supiera qué estaba pasando, y necesitaba que pudieran confiar el uno en el otro, aun a costas de una apuesta.

Capítulo 88:

—Aún no, pero estoy casi seguro que fue Daniel, y creo que Laura sospecha de él. —Todas las razones podían esperar hasta después.

—¿Y? — el detective, tras unos minutos, le dio pie para que continúe.

¡Ah, bueno! Todo el mundo parecía conocerla demasiado bien.

—Y por eso me ofrecí a ayudar a Laura a deshacerse de cualquier objeto robado y evitar que su hermano fuera arrestado.

La punta del lápiz de Castillo se partió.

—¿Que hiciste qué?

—¡Es tu culpa! Siempre me estás diciendo que necesitas pruebas.

—Claro, pero… —Franco soltó un insulto—. Si te descubren haciendo algo ilegal y te tienden una trampa como hicieron con tu amigo, estás fregada, Lali.

—No me atraparán haciendo nada. Soy yo quien tiende la trampa. Ellos son los que caen en ella.

Peter también la miraba fijamente.

—No te olvides de que no se trata de un simple robo. También es un asesinato.

—Por eso hago esto… por Bartolomé. Sólo quiero respuestas… y pruebas.

—No. —Peter se levantó, caminando hasta la ventana y volviendo—. Sé cómo presionas a la gente para que te revelen cosas, Lali. Presionando de esa forma para descubrir a un asesino lo único que conseguirás es que te maten.

—Perdón que interrumpa —medió Franco—, pero a pesar de las corazonadas, no hemos encontrado ningún rastro de evidencia de que alguno de los hijos de Bedoya-Agüero esté relacionado con el asesinato de su padre. Ningún motivo, nada. Puede que únicamente se aprovecharan de las circunstancias y robaran la caja fuerte.

—Tal vez —reconoció Lali de mala gana—, pero no lo creo.

—Dijiste que desapareció dinero —comentó Peter al tiempo que continuaba paseándose—. Debo decir que es muy sencillo ingresar dinero en efectivo de más en una empresa inmobiliaria. Y Laura Bedoya-Agüero tiene una.

Puede que Peter lo supiera todo acerca de los estafadores del mundo de los negocios, pero ella sabía de robos y codicia, y la forma en que funciona la mente de las personas. En realidad, formaban un muy buen equipo.

—Y Daniel tiene adicción a la cocaína. Una grave adicción.

Castillo sacó otro lápiz del bolsillo.

—Eso podría explicar su necesidad de robar los rubíes… sobre todo sabiendo que la aseguradora clausuraría la propiedad, pero eso sigue sin demostrar un asesinato. Su padre le compró un yate, después de todo. Y tiene una cuadra de caballos de polo o algo así.

—Tiene un par —dijo Peter—. Jugamos en el mismo equipo el lunes por la tarde, para el fondo de beneficencia a favor de los bomberos.

—Creo que debemos revisar los documentos de la compañía de seguros —meditó Lali—, porque Daniel dijo que el yate no era suyo… todavía. Y apostaría lo que fuera a que los caballos tampoco le pertenecen. Bartolomé no era tonto. Tenía que estar al tanto de la adicción de su hijo por las drogas. Tal vez Bartolomé estuviera cortando el chorro para obligar a Daniel a hacer rehabilitación. ¿Podemos comprobar si ha estado en alguna clínica recientemente? ¿O si tenía previsto ingresar en un centro y no lo ha hecho?

—Eso va a ser complicado, pero puedo buscar la forma de averiguarlo.

—También yo —agregó Peter un momento después—. Y no olvides que Laura está metida en todo esto.

—Digamos que creo todo lo que me dicen con esta teoría —dijo Castillo—. Y digamos que tiene más sentido que cualquier otra que mi equipo y yo hayamos podido descifrar. ¿Cuál sería nuestro siguiente paso?

—Eso es fácil —respondió Lali, guardando la respuesta de Franco en su mente para utilizarla en contra de Peter más tarde. Ella iba, exactamente, un paso por delante de la policía—. Esperaremos la llamada telefónica. ¿Te provoca comer un asado?

Sábado, 7:15 p.m.

Juan Pedro estaba sentado en una de las sillas de fierro forjado cerca de la piscina y observaba a Lali, junto con Daniel y Olivia Dalmau, tirarse en el extremo que más cubría de la piscina como bombas. Por lo que dijo Lali, no había tenido una buena infancia, pero recuperaba el tiempo cuando estaba con los hijos de los Dalmau. Notó en que Cristóbal Dalmau, el mayor de los hermanos, había de repente decidido que no era tan maduro y digno como para no darse un chapuzón en la piscina… y sabía que esa perspectiva había cambiado cuando el estudiante de derecho había visto a Lali con su bikini rojo.

Esa noche formaban un grupo variado: la ladrona, el detective de policía, el abogado y el aristócrata millonario. Peter tomó un trago de cerveza. Era sumamente extraño y, sin embargo, durante los tres últimos meses todo se había vuelto bastante… normal.

—¡Hey! —dijo Lali, subiendo rápidamente para tirarle agua en el hombro—, ¿te vas a quedar toda la noche ahí, sentado, dándole vueltas a tu cabeza?

—Estoy cocinando.

Sus fríos labios le besaron la oreja.

—Peter, solo se trata de un asesinato y algo de escándalo —susurró—. Se está convirtiendo en mi especialidad.

Peter torció la cabeza para mirarla.

—Bueno, perdóname si no estoy alegre como una castañuela por la manera en que te pones en peligro.

—Tranquilo. Ni siquiera me ha llamado. Podría no hacerlo.

—¿Y si no lo hace? —Durante un breve momento tuvo la esperanza de que Laura y Daniel hubieran decidido huir del país en vez de acercarse a Mariana Espósito. Si la conocieran tan bien como él, lo pensarían dos veces.

—He estado pensando en eso —dijo, bajando la voz un poco más—. Lo mejor sería un simple allanamiento por una buena causa.

Se le pusieron las manos frías.

—Lali, promet…

Ella le puso un dedo sobre los labios.

—Ya no se trata sólo de Bartolomé. Se trata de salvar a Nicolás. Y nunca lo prometí. Dije que lo intentaría.

«¡Maldita sea!»

—No…

—Te lo contaré antes. —Se enderezó de nuevo—. Por lo menos consigue una ropa de baño para Franco. Siguen siendo compañeros, ¿no?

Continuará…