Capítulo 83

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—Seguro que Laura también lo creerá. Quiero ver su reacción.

—Me parece que no sabes nada y que sólo intentas arruinarme la vida otra vez.

Capítulo 83:

—Si estoy equivocada, entonces consigues un bonito collar.

—Ni siquiera es auténtico.

—La montura es de oro auténtico. —Lali mantuvo firmemente bajo control su creciente irritación. Todo sea por Nicolás. Y por ella, aunque no podía evitar pensar que si se hubiera limitado a desistir en su búsqueda del asesino de Bartolomé Bedoya-Agüero, aquel plan no sería necesario.

Al cabo de quince minutos recorrían el camino de acceso restringido de Casa Nobles. Lali le mostró su invitación al guardia de la entrada, que en realidad había sido enviada al domicilio de Peter a nombre de la «Señorita Mariana Espósito e invitado». No era perfecto, pero aquello daba muestras de que en cierta medida había sido aceptada en la sociedad de Buenos Aires.

—No puedo creer que esté aquí como invitada tuya —susurró Pamela cuando llegaron al camino de la entrada.

—Estoy segura de que te habrían invitado si supieran que estás en la ciudad —dijo Lali con dulzura—. Pero de esta forma, eres el arma secreta en una investigación por robo y homicidio.

El almuerzo en Casa Grande estaba a cargo de la señora Cynthia Linares, hija de un inventor o algo por el estilo, y esposa del propietario de una de las más grandes concesionarias de autos en el país. La propia Cynthia estaba en la entrada recibiendo a todas las invitadas de la lista.

—¡Pamela! —exclamó, dándole a la ex el tradicional saludo de dos besos en las mejillas—. No tenía ni idea de que estuvieras en la ciudad. Me alegro que hayas podido venir.

—Sí, Lali me pidió que la acompañara. Es nueva en esta clase de eventos, así que acepté ser su guía.

Lali sonrió cuando la cara estirada y los labios de botox se fijaron en ella.

—Hola. Gracias por invitarme.

—Es un placer, Lali. Juan Pedro Lanzani es muy respetado como filántropo.

—Me ha estado animando para que me involucre más en la sociedad local —respondió, adoptando el aire bondadoso de las dos mujeres—. Incluso me ha pedido que trajera su chequera conmigo.

Bueno, en todo caso, no había dicho nada cuando se la había sacado del bolsillo. Se lo contaría más tarde.

—Genial. SPERM estará feliz de ver lo generosos que son Juan Pedro Lanzani y Mariana Espósito.

—¿«SPERM»? —repitió Lali en voz baja mientras seguía a Pamela por la casa.

—¡Lali!

Ella elevó la mirada cuando desde la terraza y las mesas acomodadas más allá de esta apareció una rubia.

—Rocío —respondió con un sonrisa sincera cuando la esposa de Gastón la abrazó—. No sabía que estarías aquí.

—Y a mí nadie me dijo que tú vendrías. SPERM es una de mis causas preferidas.

Lali se acercó lentamente.

—¿Y qué rayos significa SPERM?

Rocío soltó una carcajada.

—Es la Sociedad para la Protección del Entorno y la Región de los Manatíes —dijo—, me gustan porque tienen sentido del humor. Y es una buena causa.

—Concuerdo contigo.

—Hola, Rocío —dijo Pamela—. Qué agradable sorpresa.

Rocío lanzó una fugaz mirada a la ex.

—Pamela. Había escuchado que rondabas por aquí.

—Yo no rondo.

—Te escondes, entonces. —Enganchando el brazo de Lali, Rocío la guió hacia el jardín—. ¿Qué haces tú con ella? —susurró, no pudiendo evitar fruncir el ceño.

—Peter está al tanto —respondió—. Son negocios.

—Gracias a Dios. Cuando el otro día las vi a las dos juntas, yo…

—Se lo dijiste a Yale, y él le fue con el chisme a Peter. Ahora que lo mencionas, gracias por eso.

Por molesta que aún estuviera debido a las complicaciones que eso había causado, Lali no podía evitar que Rocío le cayera bien. Así había sido desde que se conocieron. Mejor todavía, resultaba obvio que Rocío detestaba a Pamela. Y al mismo tiempo, por placentero que pudiera ser deshacerse de Pame, Lali la necesitaba.

—Gastón no le oculta nada a Peter. Y en el fondo, es un chismoso. Debería haberte llamado antes a ti, pero estaba tan… sorprendida, que no se me ocurrió.

—No pasa nada. —Lali tomó aire—. Rocío, ¿te importaría… sentarte en otro lugar? Necesito algo de espacio alrededor de Pamela y mío. No puedo explic…

—Lo que haces no le traerá problemas a Peter, ¿no? —preguntó—. Porque no lo permitiría. Sobre todo porque causarle problemas a Peter representa que se los causes a Gastón.

—No le causaré problemas a Peter. Lo juro.

Lali tenía la esperanza de no estar siendo demasiado optimista. Pero cruzar los dedos sería algo demasiado descarado.

Sin mirar hacia atrás, Rocío regresó con el grupo de mujeres con quienes había estado conversando. Las invitaciones llevaban sus respectivos números de mesa, aunque Lali había borrado el suyo y el de Pamela. Iban a sentarse en la mesa de Laura Bedoya-Agüero. Si Laura no veía el collar, vivía debajo de una roca.

Finalmente divisó a la hija de Bartolomé Bedoya-Agüero, sentada en la mesa número once. Sacó rápidamente un lapicero de su bolso y garabateó el número en la invitación.

—Vamos —dijo por encima del hombro.

Había dado unos pocos pasos antes de darse cuenta de que Pamela no la seguía.

—¿Qué pasa? —dijo, volteando.

Continuará…