Capítulo 99

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—No me preguntes que qué haría si el pasado te supera, porque yo… tú… —Cerró los ojos por un instante—. Tienes mi corazón. Así que no me lo arranques, ¿estamos?

 

Capítulo 99:

 

¡Vaya! Se acercó y le rodeó enérgicamente la cintura. Al cabo de un segundo sus brazos la estrecharon, abrazándola fuertes y seguros. Segura. Jamás se había sentido tan segura como desde que había conocido a Juan Pedro Lanzani. Se puso lentamente de puntitas de pie y lo besó.

 

—De acuerdo —susurró contra su boca.

 

—Y sigue sin gustarme nada todo esto.

 

—Bueno, y yo no estoy segura de que estés a salvo montando ese caballo.

 

—Entiendo. Te daré algunas lecciones de equitación después de esto. No cambies de tema.

Lali se limitó a abrazarlo durante un minuto, fingiendo que se trataba de lujuria y que en realidad no estaba sacando fuerzas de su apoyo, su presencia y su fe.

 

—¿Puedo llamar Trigger a mi caballo?

 

—Por lo que a mí respecta, puedes llamarle Godzilla.

Reinaldo tocó la puerta del cuarto.

 

—Señor Lanzani, es la una en punto. Ya está preparada la limusina.

 

—El deber nos llama —dijo Lali, soltándose a regañadientes de su abrazo y quitándole el localizador al mismo tiempo—. Estoy impaciente por verte con tu ropa de polo.

 

—Todavía puedo retirarme.

Lali se rió por lo bajo.

 

—Tú jamás te retiras.

Peter estampó el puño contra la pared de la habitación con la fuerza suficiente como para quebrar el yeso.

 

—¡Caramba Lali, hablo en serio!

Sobresaltada, le agarró la mano.

 

—¡Hey!, ya basta. Me gustan esos dedos. —Le dio la vuelta a la muñeca, examinando las profundas heridas de sus nudillos—. Eso ha sido una estupidez.

 

—¿Más estúpido que hacer que te detengan? ¿Acaso tienes que hacerlo todo tan al borde del límite?

Le sonrió al tiempo que lo arrastraba hasta el cuarto del baño.

 

—No me van a detener, tranquilo. Te prometo que tendré cuidado.

 

—No basta con eso. Quiero estar allí mismo, no en el campo, donde no puedo hacer nada.

Su caballero de brillante armadura.

 

—Solamente vamos a hablar —dijo en voz baja, afanándose en retirar el polvo de su mano y buscando un curita, y fingiendo que no estaba a punto de ponerse a llorar. La amaba. La amaba de verdad—. Más tarde te necesitaré, cuando la policía tenga la cinta.

 

—Mari…

Pegando finalmente la tirita en torno a sus nudillos, tiró de su cabello para hacer que bajara la cabeza. Lo besó desenfrenadamente, sintiendo la pasión y la preocupación en su respuesta.

 

—Vamos. No quiero llegar tarde —dijo sin aliento al cabo de un momento—. No te olvides tu traje.

 

—Es un uniforme, no un traje —dijo, siguiéndola de nuevo a la habitación principal. Tomó el maletín con una mano y a Lali con la otra.

 

—Es hora de atrapar a los chicos malos —dijo, dirigiéndose a la puerta y esperando que las autoridades tuvieran en cuenta que estaba en el bando de los buenos, al menos por ese día.

 

 

Cuando llegaron al campo, Peter se fue directamente al vestuario para cambiarse, dejando a Lali paseando alrededor del campo de juego. Todo estaba montado como él había dicho; dos amplias carpas que cubrían las mesas para las bebidas y donativos, y el espacio entre éstas estaba ocupado por un conjunto de mesas con sombrillas y sillas. Lo que no había esperado era que, al parecer, iban a utilizarse dos campos, con los asientos en medio de ambos. Genial. La policía sólo podría acudir desde dos lados. El vestido de día era sofisticadamente acorde con el evento, lo cual complicaba encontrar un espacio para el localizador. La prenda blanca y verde safari de diseñador no encajaba mucho con ella, pero ¡qué importaba!, supuestamente era dueña de una empresa. A juzgar por lo que sabía sobre Laura Bedoya-Agüero, la agente inmobiliaria probablemente tenía también un localizador.

 

Se había comprometido a sujetarlo a la correa del bolso, pero incluso eso parecía ridículamente… obvio para alguien tan acostumbrado a mezclarse y mantenerse en las sombras como lo estaba ella. Dejando escapar un suspiro, lo enganchó al borde interior de su bolso, manteniendo la solapa abierta. Si el aparato de Castillo no podía captar nada desde el interior, sería culpa de él por darle un equipo de baja calidad.

 

Peter también había estado en lo cierto en lo referente a la prensa y las celebridades, pero relajó su expresión cuando los periodistas comenzaron a apuntar las cámaras en su dirección. Todo formaba parte del paquete Lanzani, y por poco que le gustara todo eso, al menos se estaba acostumbrando. La actriz y modelo Julieta Prandi estaba sentada en una de las mesas, con su esposo y una cerveza a su lado. Lali pasó un momento mirando la alta belleza de pelo rubio. Julieta y Peter habían salido por un tiempo, pero a juzgar por las fotos de los tabloides, aquello había estado muy lejos de ser una relación exclusiva.

 

Pamela estaba sentada cinco mesas más allá del grupo de Prandi, con algunos miembros de lo que Peter llamaba «la pandilla de Pame». La cual consistía en alrededor de una docena de mujeres en total que había formado un frente común para compadecerse por la ex y para despellejarlos a Peter y a ella. Que disfrutaran de su entretenimiento; personalmente, pensaba que el vínculo de unión era una carencia de personalidad individual que las distinguiera a unas de otras.

 

No fue difícil reconocer a Castillo; con su traje tostado de policía y sus zapatos baratos, destacaba exactamente lo que era. Pero Laura esperaría su presencia, dado que, incluso con Nicolás en prisión, todavía nadie había sido acusado oficialmente del asesinato de Bartolomé Bedoya-Agüero. Lali supuso que Franco tenía refuerzos, pero si estaban cerca, al menos iban vestidos de una forma lo suficientemente apropiado como para mezclarse.

 

En los viejos tiempos, saber que la policía andaba cerca la habría sacado de sus casillas. En esos momentos tan sólo tenía la esperanza de que guardaran la distancia suficiente para no poder escuchar, y que se encontraran lo bastante cerca como para poder acudir antes de que desapareciera cualquier prueba valiosa. Por lo menos no tendrían que preocuparse por una pistola en particular. Primer punto para los tipos medio buenos.

 

Peter apareció desde los establos, llevando un caballo de polo. Durante largo rato no hizo otra cosa que observarlo mientras se acercaba. Las botas de cuero le llegaban hasta las rodillas para protegerlo de los golpes de los mazos, y los pantalones blancos bajo el holgado polo verde hacían que estuviera… para comérselo. Incluso el casco verde con su pelo castaño debajo resultaba atractivo. Y este tipo iba a volver a casa con ella.

 

—¿Qué te parece? —preguntó, sosteniendo el mazo con naturalidad por encima de su hombro derecho.

 

—Quiero que esta noche te pongas esto para ir  la cama —murmuró, apoyándose contra su delgado cuerpo para besarlo.

 Él rió entre dientes, aprovechando el momento mientras le daba unas palmaditas en el cuello al caballo para mirar hacia la muchedumbre por encima del hombro de Lali.

 

—¿Alguna señal?

 

Continuará…