Capítulo 97

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—Eso apesta.

 

—Sí, pero has cumplido con tu parte, y ahora le toca a Laura.

 

Capítulo 97:

 

—Sí, le toca. Y más vale que cumpla. —Se puso de pie, deseando de pronto salir del aquel lúgubre edificio—. Vamos a desayunar. Y será mejor que después hablemos con Castillo.

Fueron a recoger el auto y Lali dejó que él eligiera lugar para desayunar.

 

—Me tomas el pelo —dijo.

 

—¿Qué? ¿Es que no puedo conocer un buen sitio para desayunar?

 

—¿Has comido aquí antes?

Él asintió, acompañándola hasta la puerta de entrada.

 

—Varias veces.

 

—Yo sí que he comido aquí. Su tostada francesa de canela y nueces es de lo mejor.

 

—Sí, es buenísima.

El mozo los sentó junto a la ventana y dejó que miraran la carta. A Peter parecía divertirle que estuviera sorprendida; obviamente no lo llegaba a conocer del todo. Ese hombre si que era una caja de sorpresas constantes.

 

—¿Y qué pasa si hemos comido aquí al mismo tiempo? —preguntó al fin.

 

—Eso nunca pasó. ¿Has probado la media luna rellena?

 

—Sí, ¿y cómo sabes que no hemos comido aquí al mismo tiempo?

Él sonrió.

 

—Porque me habría fijado en ti.

Lali no pudo evitar devolverle una amplia sonrisa.

 

—Qué lindo que eres.

 

—No lo olvides. —Levantó la mirada cuando el mozo les llevó café—. Gracias, y una Coca Cola Light para la señorita, si es tan amable.

 

—Ah, y que galante, además.

Ignoraba cómo Peter lo hacía, pero de pronto el día no parecía tan gris. Dios, estaba sonriendo. Por un instante Lali se preguntó de nuevo en qué estaba pensando Pamela cuando lo engañó.

 

—¿Qué? —preguntó, y Lali se dio cuenta de que se lo había quedado mirando.

Lali salió de sus pensamientos.

 

—Cuéntame cómo es un partido de polo típico. Y háblame también sobre el trazado del campo. Quiero saber dónde voy a meterme esta tarde.

 

—Bueno, es un evento benéfico que dura un día, así que no estaremos en un estadio. Será un campo con sombrillas y mesas a un lado, y una carpa o dos para las bebidas y algunos asientos más.

 

—¿Habrá periodistas?

 

—A montones.

Otra idea le vino de pronto a la cabeza.

 

—En el club me prometiste que habría algunas ex novias y apareció Pame. ¿Y? ¿Cuántas de esas actrices y modelos que has dejado esparcidas a tu paso estarán por allí?

Peter apretó la mandíbula nerviosamente.

 

—Es posible que algunas. No pueden resistirse a verme con mi uniforme de polo. Pero ¿cuántas ex novias debe uno tener antes de que pueda decirse que están esparcidas?

 

—Quiero tú número exacto —contestó. Había visto fotos suyas con ellas, en Internet, en cualquier periodicucho nacional e incluso en las revistas de más renombre. Y sabía que tan sólo había habido tal vez media docena, aunque debido al seguimiento intensivo, la cifra parecía mucho más alta de lo que era.

 

—No te preocupes, chiquita. No miraré a nadie más que no seas tú, que estarás ocupada atrapando ladrones y asesinos y desparramándolos a tu paso.

 

—Claro, ¡y que no se te olvide!

 

 

—Así que han hecho todos estos planes sin decírmelo.

Franco se paseaba de un lado a otro de la pequeña sala de interrogatorios de la policía mientras los fulminaba con la mirada.

 

Personalmente, Juan Pedro pensaba que el detective debía ser algo más indulgente. Aquél era seguramente el lugar que más detestaba Lali en este mundo y, sin embargo, había entrado en la sala de forma voluntaria, y daba la sensación de ser uno de esos detectives de series policiacas, allí parado, con las manos apoyadas sobre el respaldo de una de las sillas metálicas.

 

—Estabas al tanto del plan general. Ahora te estoy poniendo al tanto de los detalles —dijo con aspereza.

 

—Podrías habérmelos contado antes de arreglar nada con los Bedoya-Agüero. O puede que ayer.

 

—Nos tomamos ese día de descanso —respondió Lali.

 

—O podría haberse evitado el contártelos —señaló Peter, ignorando que la idea que Lali tenía de descansar era allanar una mansión—. La cuestión es que estamos aquí. ¿Cuál es el siguiente paso?

 

—Un micrófono —dijeron los otros dos al unísono.

Aquello resultaba un tanto aterrador.

 

—No estoy demasiado familiarizado con las leyes criminales, pero ¿no deben tener una orden judicial o algo por el estilo?

Franco se llevó la mano al bolsillo del saco y sacó una hoja de papel doblada.

 

—No. Lo único que se necesita es el permiso del capitán. Y tal y como han dicho, conocía el plan general. Supuse que podría necesitar algo así.

 

—Allá vamos —apostilló Lali, tomando el papel y leyéndolo—. Salvo por un problema.

 

—¿De qué se trata? —preguntó Castillo, apoyándose contra un falso espejo.

 

—Tu petición no hace referencia a lo útil que he sido para la investigación, y sobre cómo el Departamento de Policía me absolverá de toda responsabilidad por cualquier declaración que pueda realizar mientras atrapado a alguien de donde más le duele. —Soltó el papel y éste descendió ligeramente hasta la mesa.

 

—Pensé en solicitarlo, pero aunque me hayas ayudado con anterioridad, no eres demasiado popular por aquí. Mucho menos cuando tu socio ya está en prisión por este mismo caso.

 

Juan Pedro miró a Lali, preocupado de repente. Si la presionaban, ¿escogería la libertad de Nicolás por encima de la suya? Se culpaba a sí misma de su arresto y, desde hacía una hora, por no sacarlo bajo fianza. No permitiría que Lali fuera tras las rejas por esto… por nada.

Lali frunció los labios, bajando la vista al papel durante un largo momento.

 

Continuará…