Capítulo 77

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Parecía egoísta preocuparse por su propio pellejo mientras Nicolás estaba siendo fichado, fotografiado y sus huellas tomadas, pero tal era la naturaleza del juego. Además, si la policía iba a seguir con ella, tenía que estar preparada.

Capítulo 77:

Y también Peter. El tenía una importantísima reunión al día siguiente. Lo último que necesitaba era que Castillo, u otro, lo interrumpiera con una orden de allanamiento. En su mundo, las apariencias lo eran todo. Tres meses atrás, entre los dos habían hecho algo más que arruinar la vida de Martín Valente con evidencias de homicidio y robo, habían arruinado su negocio y su futuro… y su matrimonio. Lo mejor, más rápido y sencillo para obtener una respuesta seguía siendo Nicolás. Y todo lo que le había dicho a Peter había sido en serio: no pensaba abandonar a su amigo en la cárcel un segundo más de lo necesario.

Respirando hondo, Lali arrancó el auto. Seguramente Peter tenía una pistola en la guantera, pero haría una concesión: primero intentaría hacerlo de forma legal. Salió del estacionamiento y giró a la izquierda, rumbo a la cárcel.

Juan Pedro cambió de dirección a medio camino de casa, y quince minutos más tarde estacionaba en la puerta de Dalmau. Tan sólo tuvo que tocar dos veces el timbre antes de que Gastón la abriera bruscamente.

—Tranquilízate, Peter —espetó, haciéndose a un lado—. Dani tiene que estar a las siete de la mañana en el colegio porque tiene partido.

—Lo siento —dijo, bajando la voz. Y pensar que Lali lo culpaba de ser demasiado civilizado—. ¿Qué has averiguado? —Juan Pedro se dirigió hacia las escaleras y al escritorio de Gastón.

—Estoy trabajando en ello. Te dije que te fueras a casa y que yo te llamaría,

—Prefiero involucrarme más.

Gastón entró en la oficina después de él y cerró la puerta.

—Eso no resulta demasiado sano. No estoy en mi mejor momento, ¿de acuerdo? Es viernes por la noche y, francamente, lo mío es leer y corregir contratos, buscar lagunas fiscales y redactar documentos corporativos… no trabajar para criminales o tratar de hallar una manera de sacarlos de la cárcel.

Juan Pedro lo miró a la cara, la sorpresa suavizó el ardor de sus venas.

—¿Así que eliges este momento para poner en práctica tu rebelión piadosa?

—Ya te lo advertí, Peter… no me gusta escarbar en el lado oscuro por Espósito. ¿Ahora me pides que la ayude a sacar de la cárcel a su perista, y doce horas antes de la reunión sobre Fittings-dom? ¿Qué te pasa?

Juan Pedro cerró los ojos por un instante. Gastón y él eran amigos desde hacía más de diez años. Y entendía lo que el abogado estaba poniendo en tela de juicio, tanto si estaba dispuesto a echarle toda la culpa a Lali como si no.

—Entiendo tu punto —dijo, manteniendo un tono de voz firme y serena—. Entiendo que eres un hombre legal, por eso te contraté. Pero no te pido que mientas por Nicolás Vázquez, o que hagas algo ilegal a favor de él o de otra persona. Te estoy pidiendo que averigües qué está pasando. Eso es todo. Podría hacerlo yo mismo —lo interrumpió—. Lo haré si no lo haces tú. Ella lo quiere, ¿está bien? Considera a Nicolás como a un padre. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras Lali hace Dios sabe qué para intentar liberarlo. Voy a averiguar qué pasa, y si eso conlleva utilizar parte de mi influencia para ayudarlo a obtener la libertad bajo fianza o en su defensa, la usaré.

Gastón cruzó los brazos sobre el pecho, sin retroceder.

—¿Tienes idea de lo mucho que podría costarte esto? Y no estoy hablando de dinero, aunque a la cabeza me vienen ocho millones en un sólo día.

—Lo sé. Y como mi abogado, te pido que cumplas mis órdenes. —Tomó aire—. Y como amigo, te pido que hagas lo que puedas para ayudarme.

—Te dije que esa mujer era un solo de problemas. Pero ¿me escuchaste? No, seguiste haciendo lo que te da la gana como siempre…

—Antes de que digas otra palabra, puede que quieras considerarlo con cuidado, Gastón. Tienes que buscar un discurso diferente. Ese ya pasó de moda.

Dalmau se hinchó como un pez globo, luego expulsó el aire bruscamente.

—Tengo que hacer cinco llamadas: al jefe de policía, al detective a cargo, al capitán de policía, al fiscal y al juez Diego Bonilla. Esta vez, le deberás un favor a alguien.

—Puedo vivir con eso.

—De acuerdo. —Gastón asintió—. Vete a casa, Peter. Voy a encargarme de averiguar por qué fue arrestado Vázquez, y de qué va a acusarlo la fiscalía. Te llamaré apenas sepa algo. Lo prometo.

Cada parte de su ser se rebelaba en contra de irse sin más a alguna parte y esperar a que otro actuara. Por otro lado, no iba a lograr nada invadiendo la casa de Dalmau y lanzando miradas furibundas.

Pronunciando un insulto en voz baja, pasó junto al abogado y se dirigió escaleras abajo.

—En cuanto sepas algo —repitió.

Continuará…