Capítulo 39

Buenas, buenas!!! ¿Qué tal estuvo su día? ¿Terminaron la semana recargando energías para la que viene? Espero que sí y que empiecen el lunes con todo!!! Besos y nos leemos!!!!! :D

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El silencio la embargó, tan oscuro y frío como la noche. Lali hundió la frente en las rodillas y dejó fluir las lágrimas.

Capítulo 39:

La habitación seguía resonando con el Do de pecho de Luciano cuando la señal del correo electrónico se puso a parpadear.

VEINTE MIL DÓLARES AMERICANOS DEPOSITADOS EN CUENTA SUIZA. ¿ACCIDENTE DE AUTO OK?

El profesional revisó la cuenta y bendijo a las autoridades de los bancos suizos por permitir que se hicieran transferencias veinticuatro horas al día. Ahí estaban los 20,000.

Mimi se estaba poniendo los guantes, diciéndole a Rodolfo que le calentaría las manos. Se estaba muriendo. Los dedos del profesional se alejaron del teclado de la computadora para saborear aquel doloroso y colosal momento. Esa parte era tan conmovedora, tan trágica. El profesional tarareó suavemente la parte en que Rodolfo toma el cuerpo sin vida de Mimi entre sus manos, cantando su pena. Cuando la música acabó, tardó unos segundos en recuperar la compostura antes de ponerse a escribir la respuesta para el irlandés.

OMAR UTURRIA: TRASLADADO A AV. FRANCIA 1200, ROSARIO, SANTA FE, ARGENTINA, BAJO EL NOMBRE DE BERNARDO TINOCO. OK ACCIDENTE AUTO. BUENA SUERTE.

De improviso y por pura curiosidad, el profesional indagó un poco por la ficha robada en busca del segundo nombre de Omar Uturria. Se sentía casi como si revolviera en una habitación vieja. El proceso era rápido. Ahí estaba: Lion. El segundo nombre de Omar Uturria era Lion. ¿Qué clase de nombre era ése? No le extrañaba que sólo pusiera la inicial.

Daba igual, el hombre era historia.

El profesional sonrió. Omar Lion Uturria. Destruido por medio del monitor.

—¡Hey!

El lunes por la tarde Lali sonrió y se quitó el jabón de los ojos. Le gustaba tanto que hubiera otro ser humano en la casa. El domingo había estado dando vueltas por la casa vacía, sintiéndose atrapada entre las cuatro paredes, perdida y sola, hablando con Frodo, quien sólo podía responderle ladrando. Dio gracias a Dios de que llegara el lunes y tuviera una clase abarrotada de niños.

Rafael la había acompañado después de clase y habían repasado sus tareas, pero la Guerra Civil y los verbos quedaron relegados inmediatamente a un segundo plano al ver a Frodo. Rafael se había apurado para terminar y a aprenderse los verbos de memoria antes de salir corriendo a ayudar en la fascinante tarea de adecentar a Frodo.

Para ello necesitaron la tina, medio pote de jabón con esencia de rosa y prácticamente todas las toallas que había en la casa. Tras un par de días de comida, descanso y cariño, Frodo ya parecía otro. Ya casi no cojeaba e iba camino a enamorarse de Rafael; sentimiento claramente recíproco, pues Frodo y Rafael sonreían con la misma cara de bobos.

—Sigues oliendo, amiguito —le dijo Lali a Frodo mientras lo frotaba con fuerza—. Pero al menos ahora hueles un poco más a rosas.

El perro gimió en respuesta.

Tocaron con fuerza la puerta. Lali se levantó con el corazón desbocado.

—Peter. —La puerta ahogaba su voz, pero no había duda de que era él. No había sabido nada de él desde que se fue el domingo antes de que amaneciera siquiera.

Se secó las manos en la única toalla que quedaba limpia y, tratando de calmarse, fue a abrir la puerta. Ahí estaba, guapo e imponente, vestido de negro y sosteniendo un paquete envuelto en papel marrón. Se había pasado el día anterior entero pensando en él y, aunque no hubiera estado pensando en él, su cuerpo se habría acordado de él pues punzadas y los muslos doloridos, como si siguiera dentro de ella.

En cuanto la vio se quitó el sombrero que tenía puesto.

—Lali.

«Ay, por Dios». Esa voz. Le había murmurado cosas al oído mientras le hacía el amor con aquella profunda voz. Al escucharla ahora, tuvo un flashback momentáneo de la oscura habitación y Peter profundamente dentro de ella, moviéndose con rapidez y fuerza. Le temblaron las rodillas.

—Peter. —Casi no le salía la voz. Se hizo a un lado de la puerta y Peter entró, pasando tan cerca de ella que podía olerlo. Cuero, lluvia, hombre.

Desde el baño, Rafael gritó de alegría y Frodo ladró. Peter levantó la cabeza un momento y cuando volvió a bajarla para mirarla a los ojos, Lali casi pudo ver lo que pensaba. Rafael estaba ocupado en el baño con Frodo. Estaban, por el momento, solos.

Lali había ensayado las diferentes poses que podía adoptar cuando volviera a verlo: simpática pero distante; no, fría pero divertida; no, cariñosa pero sin ser pegajosa; no, simpática pero irónica...

No le dio tiempo a poner en práctica ninguna de ellas porque Peter dio un paso hacia delante y la besó. Profunda y apasionadamente. El beso fue el equivalente a la pasión de la noche en que fueron uno.

Se puso junto a ella, la cargó y se la llevó a la habitación. Cerró la puerta y echó el pestillo sin soltarla. Metió una de sus manos debajo de la falda para acariciarle la cadera. Oh, Dios, cómo le gustaba sentirle otra vez por su cuerpo. Con los ojos cerrados, Lali abrió más la boca para él y le apretó la lengua con la suya.

Peter se estremeció. Se hizo un poco hacia atrás y la levantó contra la pared, sujetándola con una mano mientras con la otra le quitaba el culote, las medias y los zapatos. La agarró de las piernas y las pasó por encima de sus caderas; con una mano la acariciaba mientras se desabrochaba el pantalón y volvía a estremecerse. Podía sentir lo lista que estaba.

Era sorprendente. A Lali siempre le había llevado su tiempo estar preparada sexualmente. Le gustaban los preliminares largos y tranquilos, que le dijeran palabras cariñosas y la acariciaran suavemente. No le había dado nada de eso y, aun así, estaba más que lista. Sólo con verlo su cuerpo había reaccionado, como el hámster que sabe que si presiona la barra obtiene bolitas de comida. Peter equivalía al sexo duro y excitante.

Lali estaba completamente poseída por él. Se la comía con la boca y, con el peso de su cuerpo, la mantenía anclada contra la pared mientras le abría las piernas con las manos. La áspera tela de su pantalón le rozaba las piernas.

Se apoyó pesadamente contra ella, separando la boca de la de ella. La miró con los ojos entrecerrados. Su rostro era tan duro, tan inflexible.

—Llevo un día y medio soñando con esto —murmuró con los ojos brillantes.

Así, de repente, Lali empezó a sentir que su cuerpo alcanzaba el clímax, unos empujones fuertes que hicieron que los ojos de Peter se abrieran y la nariz se le inflara. Aspiró aire con fuerza y volvió a empujar con fuerza dentro de ella.

—¿Señorita Rinaldi? ¿Señorita Rinaldi? ¿Dónde está? Frodo necesito la secadora. ¿Señorita Rinaldi?

—¡Mátame! —suspiró Peter.

Continuará…