Capítulo 19

Hola!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien hoy! Gracias por tan lindos comentarios acá y por tw, AMO leerlas!!!! Bienvenidas a las nuevas lectoras que se animaron a leer y comentar, gracias por el tiempo :D Un beso y mañana nos leemos!!!!

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Lali captó la indirecta y se concentró en darle de comer a su hija. No obstante, tenía claro que si su madre volvía a las andadas, arremetería contra ella con toda la artillería. Ya se le estaba acabando la paciencia y las consecuencias cada vez importaban menos

Capítulo 19:

Cuando todo el mundo terminó de comer, María José, Teresa y Roberto, como no podía ser de otra manera, se fueron a la cocina para lavar los platos. El resto de hombres regresó a la sala para continuar viendo el partido de béisbol. Lali y sus primas trataron de ayudar un poco, pero sus respectivas madres rechazaron la oferta diciendo que no había suficiente espacio en la cocina.

—¿Por qué no vienes a ver el partido con nosotros, Peter? —sugirió Julián—. Quiero enseñarte una página web que encontré anoche en mi teléfono. Tiene mucha información útil sobre autos clásicos.

Peter asintió y lo acompañó.

Patricia y Clara se sirvieron un té y se fueron al jardín con Laura, Inés y Lucas. Patricia había llevado un montón de juguetes para entretener a los niños y unas cuantas revistas para leer con su hermana.

—Como ahorita no están haciendo nada… —le dijo la abuela a Lali—. Podemos conversar un poquito sobre mi artritis. Las manos me duelen bastante últimamente. A lo mejor tú me puedes dar algunos consejos que no se le han ocurrido a mi terapeuta.

—Yo cuido a Valen —dijo Sandra, extendiendo los brazos—. A lo mejor le provoca venirse conmigo y jugar un ratito en el piso mientras los demás miran el partido. Pondré una manta para que se siente y cuidaré mientras juega.

—Debe estar cansada. Seguro se aburre de que la lleven en brazos.

Valentina empezó a dar pataditas y Sandra la tomó en brazos, hablándole en la jerga de los bebés.

—Hay juguetes en la bolsa —dijo Lali.

—Yo voy a por ellos. Anda con tu abuela. Valentina estará bien con nosotros —le dijo Peter.

—Gracias —Lali le sonrió.

Sintiéndose enormemente responsable, Peter no le quitó la mirada de encima a la pequeña desde el momento en que entraron en a la sala. Sandra le pidió a Néstor que pusiera una manta en el piso de madera y acostó a Valentina encima. Le puso los juguetes cerca y se sentó a su lado con las piernas cruzadas.

—¡Ay, mírala! —exclamó Sandra al ver incorporarse a la niña, apoyándose en las manos y en las rodillas.

La niña empezó a balancearse adelante y atrás.

—¿Ya está gateando?

—Todavía no —dijo Peter desde el sofá—. Está a punto, pero todavía no coordina bien los movimientos.

—Empezará a correr antes de que se den cuenta —dijo Néstor.

—Seguro que sí.

—Mira, Peter… Esta es la página de la que te hablaba —Julián le dio su teléfono, señalando la pantalla—. ¿Qué te parece?

—¡Wow! —dijo Peter.

Durante los siguientes quince minutos, Peter repartió su atención entre Julián y Valentina. De repente se escuchó el sonido de un celular. Era el de Sandra. La joven agarró su cartera rápidamente y miró a los demás con un gesto de disculpa.

—Bueno, tengo pensado buscar… —decía Julián.

—¿Valentina? ¡Ay, Dios mío!

Peter se levantó del sillón como un resorte al escuchar el grito de Sandi. La joven acababa de tirar el celular al piso. Néstor, que se había quedado dormido, se despertó de un salto.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

Valentina estaba tumbaba boca abajo, con la carita compungida. Tenía los labios azules.

—Se está ahogando.

Todos los hombres se levantaron de golpe. Sandra estaba al borde de la histeria. Movía las manos sin parar y miraba a la bebé, horrorizada, paralizada por el miedo.

Sin detenerse ni un segundo a pensar, Peter agarró a la pequeña. Había tomado clases de primeros auxilios unos años antes, después de que su padre sufriera un pre infarto. Miró dentro de la boca de la niña. Había algo en la garganta, pero no podía sacarlo con el dedo. La pequeña hizo un ruido que sonaba como una arcada, pero Peter sabía que no podía toser, y era evidente que no tenía aire suficiente. Tomando una decisión rápida, la inclinó boca abajo sobre el brazo y le dio un golpe firme en la espalda, justo entre los omoplatos. Repitió varias veces el procedimiento y la pequeña terminó expulsando el objeto. Nada más hacerlo, tosió con fuerza y gritó de miedo.

Peter la puso boca arriba, la apoyó sobre el hombro y empezó a darle palmaditas en la espalda. La pequeña gritaba y lloraba sin parar, pero a él no le importaba nada más. Para hacer tanto ruido era necesario tomar muchísimo aire y eso significaba que no le faltaba.

—Ya paso, chiquitina —murmuraba, frotándole la espalda igual como hacía Lali—. Ahora todo está bien.

Aferrándose al cuello de su camiseta con una manita diminuta, Valentina escondía la cara contra su cuello. El llanto ya empezaba a convertirse en un ligero sollozo.

Lali apareció en la sala justo en ese momento. Miró a su hija y a Peter. Fue hacia ellos directamente.

—¿Qué pasó?

—Se atragantó —dijo Julián. Se inclinó y recogió un zapato de plástico de muñeca del piso—. Con esto. Supongo que una de las niñas lo dejó por aquí.

—Lo siento mucho, Lali. La estuve vigilando todo el tiempo, pero… —Sandra se retorcía las manos, nerviosa—. Pensaba que todos los otros juguetes estaban fuera de su alcance, y como todavía no sabe gatear. Sonó mi celular y la deje de ver unos segundos…

—Todavía no gatea, pero puede arrastrarse con facilidad —Lali, blanca como el papel, tomó a su hija en brazos.

—Peter manejó la situación perfectamente —le aseguró Néstor a su sobrina—. No perdió la calma en ningún momento. La agarró y empezó a hacerle una de esas maniobras enseguida. La pequeña está bien.

La última afirmación iba dirigida tanto a Lali como a Sandra. La rodeó con el brazo y se la llevó a la cocina, asegurándole que un té la calmaría un poco.

María José y Teresa aparecieron en ese instante. Cuando le contaron lo sucedido, la madre de Lali no pudo con su genio y empezó a representar el papel de la abuela aterrada. Se llevó la mano a la garganta y empezó a gesticular con frenesí, lanzando preguntas a diestra y siniestra.

—Está bien, mamá —dijo Lali por enésima vez.

Majo puso los ojos en blanco.

—Me alegro. Cuando pienso en lo que podría haber pasado —tomó el aire estrepitosamente y se dirigió a su hija—. Espero que en el futuro seas más sensata a la hora de dejar a la niña en manos del primer extraño que se ofrezca a cuidarla.

Lali contuvo el aliento, indignada. Por suerte, Sandra no estaba en la habitación para oír semejante insulto.

—¿Por qué no nos vamos a dar un paseo, Valentina, tú y yo? —sugirió Peter, poniéndose entre su madre y ella—. Creo que así todos nos terminamos de tranquilizar.

Lali respiró hondo y asintió con la cabeza.

—Creo que es una buena idea.

A Majo se le iluminó la cara.

—A lo mejor los acompaño.

Roberto fue hacia su esposa y la agarró del brazo.

—Creo que a Lali y a Peter les gustaría pasar un rato con la pequeña, amor. ¿Por qué no vamos a jugar esa partida de dominó de la que hablamos antes y dejamos que el resto termine de ver el partido? Teresa y la abuela quieren jugar, y a lo mejor Patricia y Clara quieren unírsenos.

Peter le dedicó una mirada de agradecimiento al esposo de María José.

Continuará…