Capítulo 1

 

Hola, hola!!! Ya estoy de vuelta (ahhh como si se hubiera ido jajajaja) :P espero les guste el nuevo diseño de blog (Gracias Cris) y como para estrenarlo arranca “Propuesta Arriesgada”! Espero les guste y me acompañen en una nueva historia!!! Las quiero y gracias por los comentarios en el final de “Con un poco de espíritu” me alegra que les gustara!!! Besosy ya saben, si alguien quiere descargar la nove anterior, el link está a la izquierda, en caso tengan problemas avísenme que se las mando ;)

Twitter: @Caparatodos

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Capítulo 1:

Juan Pedro Lanzani revisó su agenda.

-¿Mariana Espósito? ¿Quién es? ¿Otro político que quiere una obra de caridad? Si es así, no me interesa.

La señora Torres tosió disimuladamente antes de responder:

-Mariana Espósito no tiene nada que ver con la política, señor Lanzani. Es la dueña de una empresa que se dedica al diseño de jardines, aquí en Buenos Aires.

-¿Y qué es lo que necesita?

-No me ha querido decir el motivo de su visita, señor. Pero insistió en tener una reunión con usted lo antes posible.

-Seguro quiere pedirme algo. Todo el mundo busca algo hoy en día.

Era lo que el éxito traía consigo, al menos era la impresión que Peter tenía. Desde que ganó el premio internacional de diseño de interiores, los dueños de tierras, funcionarios y arquitectos no dejaban de perseguirlo. Se frotó los ojos. No había dormido bien esa noche, y la mezcla de truenos y lluvia no había sido un gran incentivo para llegar al trabajo. Rosario parecía no haberse enterado de la inminente llegada de la primavera.

La señora Torres le dio una mirada llena de compresión. Le gustaba trabajar con el señor Lanzani, las pocas veces que éste visitaba las oficinas en Rosario. Era, en general, un hombre de buen carácter, y la trataba como a una persona, y no como a un mueble. Además, era uno de los hombres más guapos, incluso sexys, que había conocido, aunque ella no solía usar esa palabra con frecuencia.

-¿...en el almuerzo?

La señora Torres estaba distraída, y contestó angustiada.

-¿Cómo dice, señor?

Peter le repitió pacientemente la pregunta. Después la señora Torres se enfocó de lleno en su trabajo, lo que la mantuvo ocupada el resto del día. Pero a las dos de la tarde, no estaba tan ocupada como para que la llegada de Mariana Espósito pasara desapercibida.

A las dos menos tres minutos las puertas del ascensor se abrieron, y salió una mujer joven que se acercó al escritorio de la señora Torres.

-Tengo una entrevista con el señor Lanzani a las dos. Mi nombre es Mariana Espósito.

El pecho de la señora Torres pareció cargarse de un cierto romanticismo. Sin ningún tipo de envidia, porque amaba a su esposo Roberto, decidió que Mariana Espósito era exactamente lo que necesitaba el señor Lanzani en un día tan gris como aquél.

-Venga por aquí, por favor -dijo la señora Torres, y tocó la puerta de la oficina de Lanzani.

Peter había estado trabajando en los planos de uno de sus últimos proyectos, la remodelación de la fachada del puerto. Estaba totalmente concentrado en la computadora, y no estaba contento con los resultados. No le gustaba el lugar en el que se había ubicado el camino, pero no era capaz de descubrir que era lo que faltaba.

-Pase -dijo Peter fríamente. No pensaba dedicarle a la entrevista más de diez minutos.

Lali se dio cuenta de la brusquedad en su tono. No era el primer ejecutivo que la había tratado con dureza. Ni sería el último. Aunque su experiencia la hubiera ayudado siempre.

-La señorita Espósito, señor Lanzani -dijo la señora Torres, y cerró la puerta a regañadientes.

Lali entró segura. Los artículos de periódicos la habían preparado para su encuentro con Juan Pedro Lanzani. Pero en persona era mucho mejor que en fotos. De hecho pensó que era una suerte estar inmunizada...

Peter se la había imaginado una mujer de pelo canoso, y ahora se encontraba con una mujer bastante más joven que él, y que sin embargo tenía eso que suele llamarse presencia.

-Es muy amable de su parte recibirme. Sé que está bastante ocupado.

El se levantó automáticamente, y deseó, al menos, haber estado peinado para recibirla. Tenía la corbata floja, el saco sobre una silla, y las mangas de la camisa arremangadas. Pero bueno, ella tendría que aceptarlo tal cual.

-¿Me permite su abrigo? -dijo él educadamente.

Ella se lo quitó, y él respiró en el aire la esencia de su perfume. Bajo la luz que apuntaba a su cabeza, el pelo de Lali parecía de caramelo.

-Siéntese, por favor -dijo él, colgando su abrigo. Luego alejó los papeles de su escritorio, y agregó, sin rodeos.- ¿En qué puedo ayudarla?

Ella se quedó unos minutos en silencio. Llevaba una falda de color azul, y una blusa blanca de seda. Parecía una mujer confiada en su propio gusto, y que disfrutaba de la textura y del color. Su cara era como un buen cuadro: podía mirarla incansablemente, y valía la pena hacerlo una y otra vez. Parecía animada, pensó Peter.

Lali dio un paso hacia adelante y le sonrió. No porque fuera un hombre tan atractivo iba a cambiar sus planes.

-Me gustaría pedirle algo, señor Lanzani, y deseo darle algo a cambio.

Continuará…