Capítulo 80

Hola!!!! Cómo están?! Ojalá que hayan pasado un lindo domingo, y sí celebraban el día de reyes, FELIZ DíA!!!! Gracias por sus comentarios ;) son lo más y siempre me sacan una sonrisa! Bienvenida Li!!!!! se te extrañó estos días, espero la hayas pasado más que genial! y Anónimo (que también volvió de vacaciones) quién eres?! tu comentario ME ENCANTÓ y me hizo emocionar!!!! y nada de cursi, LINDO lindo!! Gracias y gracias a todas por siempre estar!!! las quiero y nos leemos mañana... Se viene el final!

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

Aquellas palabras eran el mejor regalo de Navidad que Lali podría haber recibido. Aunque sus padres rechazaran la invitación aquel año, las palabras de su madre bastaban para seguir intentando recuperar a esa familia que durante tanto tiempo creía haber perdido.

Capítulo 80:

Peter empezaba a valorar el significado de la navidad. Debía de habérselo contagiado Lali, o quizás toda la localidad. Fuera como fuera, se sorprendió a sí mismo paseando por la plaza antes de ir a casa para contemplar el árbol y escuchar los villancicos que sonaban por los altavoces.

Además había recibido un regalo inesperado. Daniel Miller, el dueño del estudio para el que su padre había querido que trabajara, se había presentado en su oficina y le había hecho una interesante oferta. La firma del señor Miller estaba buscando a un asesor financiero en Pilar y habían pensado en Peter para el puesto. Era la oportunidad que Peter había estado esperando en su carrera, y aunque la posible reacción de Lali lo hizo dudar, accedió en acudir a una entrevista dos días antes de navidad. La fecha coincidía con la llegada de los padres de Lali, pero confiaba en volver a tiempo para cenar con ellos.

Apenas se despidió de Daniel Miller pensó en llamar a Lali y contárselo todo, pero algo lo retuvo. Sabía que a Lali no la entusiasmaría la idea, pero si todo salía bien podrían tomar juntos la decisión final. No había necesidad de preocuparla antes de tiempo.

Era una excusa patética y él lo sabía. La verdad era que necesitaba tiempo. Tiempo para buscar un argumento lo bastante sólido que la convenciera de que aquella oportunidad era lo mejor para ambos.

Suspiró. Se estaba engañando a sí mismo. Lali iba a enojarse, y también se sentiría dolida porque él no se lo hubiera contado antes.

Pero no estaba posponiendo la conversación indefinidamente, respondió su lado más cobarde. Sólo serían un par de días. Para entonces tendría toda la información necesaria, y tal vez su poder de persuasión trabajara a pleno rendimiento para ayudarlo a conquistarla.

Lali era un manojo de nervios mientras esperaba la llegada de sus padres. Era un milagro que hubiesen accedido a visitarla en navidad, pero una amarga decepción que no pudiera compartirlo con Peter. Aunque sólo sería un ligero inconveniente, ya que estaría allí para la cena.

Miró alrededor para asegurarse una vez más de que la casa estuviera impecable. Entró a la cocina para preparar el café para su padre y el té para ella y su madre y llenó un plato de galletas que había hecho siguiendo la receta favorita de su Majo.

Cuando volvió a la sala, miró por la ventana a tiempo para ver a sus padres estacionando en el camino de entrada. Abrió la puerta y salió corriendo a saludarlos.

—Mamá, papá, me alegro mucho de que hayan venido —dijo, abrazándolos a ambos—. Metamos sus cosas para que puedan descansar un poco.

—Sólo han sido dos horas de camino —observó su padre—. Aunque podríamos haberlo hecho en una hora y media si tu madre hubiera aceptado ir por otro camino.

—Me sorprende que la hayas dejado manejar —comentó Lali.

—La pierna me sigue doliendo un poco —admitió él—. Y empieza a gustarme esto de tener chófer.

—Bueno, no te acostumbres demasiado —le advirtió ella en tono divertido—. El servicio termina apenas estés recuperado.

—Parece una buena razón para tomármelo con calma —respondió él, riendo.

Lali los escuchó fascinada. Era la clase de bromas que se habían oído en su casa años atrás.

Entraron en la casa y sus padres se deshicieron en halagos por todo, incluida la habitación azul marino.

—Es la clase de habitación ideal para que un hombre se sienta cómodo —dijo su padre—. Sin esas tonterías que tanto le gustan a tu madre.

—Peter eligió el color —dijo Lali—. Yo tenía mis dudas, pero ha quedado genial.

Su padre la miró con curiosidad.

—¿Hasta qué punto van en serio ustedes dos? Si lo has dejado elegir los colores de tu casa debe de ser muy importante para ti… ¿Tengo que preguntarle cuáles son sus intenciones?

—¡No, por favor! —exclamó Lali—. Las cosas van muy bien entre nosotros. Estará aquí para la cena, y me alegra que puedan pasar un tiempo con él.

Les enseñó la cocina y su padre sintió inmediatamente el olor de las galletas de azúcar.

—Huelen como las galletas de tu madre —comentó.

—Las hice siguiendo su receta —dijo Lali.

—Entonces me temo que tendré que deshacer el equipaje yo sola —se quejó su madre—. Tu padre nunca se puede resistir a mis galletas de azúcar, y menos si están recién salidas del horno.

Salió de la cocina y Lali le sirvió el café a su padre.

—Papá, no sabes cuánto me alegro de que hayan venido.

—Tendríamos que haber venido hace mucho —dijo él con pesar—. Hemos dejado que pase demasiado tiempo sin interesarnos por tu vida.

Ella le dio un beso en la mejilla.

—Ahora están aquí. Eso es todo lo que importa. Su padre le dio un mordisco a una galleta y sonrió.

—Puede que hayas heredado mi cerebro, pero has salido a tu madre en la cocina.

Lali se echó a reír.

—Que no te oiga decir eso. Es tan inteligente como tú.

—Por supuesto —afirmó su padre, poniéndose serio—. Y todos los días doy gracias por tenerla a mi lado. No ha debido de ser fácil para ella. Ni para ti tampoco.

—Las dos te queremos —le dijo Lali simplemente.

Al final, era lo único que importaba.

Continuará…