Capítulo 26

Hola, hola! Qué tal arrancaron la semana??? Yo con un día agotador :/ pero bueno, espero que al final haya sido productivo al igual que el de ustedes!!! Gracias por sus comentarios! :) son lo más!!!! Besos y hasta mañana!!!!!!!

Twitter: @Caparatodos

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En el momento en que su madre se puso a hablar con la mujer de al lado, él aprovechó para mirar en todas direcciones, tratando de disimularlo, claro está, con los nervios tan desafinados como los instrumentos que se oían detrás del escenario.

Capítulo 26:

La gente seguía llegando. Pero no había nadie conocido, por suerte. Se relajó en el asiento. Pero de pronto, lejos en el pasillo central, la vio. Era Lali.

Un hombre desconocido estaba a su lado. La llevaba del brazo y ella reía entusiasmada. Parecían estar cómodos el uno con el otro, como si no fuera una relación nueva. Había tenido tres meses para construirla. Y Lali tenía un inconfundible aspecto de embarazada. Dos personas al final de la fila se pusieron levantaron y Lali llegó a su asiento. Llevaba un vestido verde, suelto. El hombre le dio el saco, y se sentaron.

–Peter, ésta es Nancy Salas, una prima de Francisco... ¿Peter? –tuvo que repetir su madre.

–Perdón –murmuró él.

Sin saber cómo, pudo conversar coherentemente con Claudia y la otra mujer. Al menos no lo habían mirado extrañadas. Pero cuando la luz de la sala se fue apagando, suspiró aliviado.

Mozart y Haydn lo entretuvieron hasta el intervalo. El había decidido quedarse en su asiento, pero oyó que su madre le hablaba.

–¿Nos traerías algo para tomar, Peter? Hace mucho calor aquí, y el bar siempre está tan lleno de gente...

Atravesó el pasillo con la vista clavada hacia adelante, sin detenerla en nada ni en nadie. Dejó a Claudia y a su prima política en la antesala y fue a buscar las bebidas. Pero cuando volvió, para su horror vio que Lali y su acompañante se dirigían distraídamente hacia ellos. Lali no los había visto, porque estaba conversando animadamente con el hombre.

–¡Hola, Lali, no sabía que estabas casada...! –le dijo cordialmente Claudia.

Lali se sobresaltó y miró alrededor. Entonces descubrió a Claudia, y luego, parado a su lado, a Peter.

–No estoy casada –contestó ella.

–He tenido poco tacto, ¿no? Por cierto, ésta es Nancy Salas, una prima de mi marido, y ¿te acuerdas de Peter, verdad?

«¡Oh, por supuesto que lo recuerdo!», le hubiera dicho.

Pero los buenos modales no la dejaron patearlo con sus sandalias de tacón.

–Este es Agustín Pérez.

–Felicidades, señor Pérez. Lali, ¿para cuándo esperas? –preguntó Claudia.

–Para junio. ¿Está disfrutando del concierto?

¿Qué otra cosa podía decir en medio de semejante farsa? ¿Que Agustín era el marido de una amiga suya? ¿Que el padre de su hijo estaba al lado de la señora Molinari?

Nancy Salas hizo un comentario sobre la música, que dio para conversar un rato, sobre todo intervino Agustín, que era un amante de la música sinfónica. Peter estaba mudo.

No hacía falta.

–¿Te encuentras bien, Lali? –preguntó Claudia.

–Muy bien, gracias. Los primeros tres meses fueron malos, lo reconozco. Pero ahora estoy bien.

–Ahora comprendo por qué tu ayudante es el encargado de mi jardín. Lo está haciendo muy bien.

Lali le preguntó entonces por los árboles y las plantas de su jardín, pero se daba cuenta del peso del silencio de Peter, y de la cercanía de su cuerpo. El corazón de Lali estaba agitado como el de un pájaro aterrorizado.

–¿Lo estamos aburriendo, señor Lanzani? –preguntó Lali.

De los ojos de Peter parecieron salir chispas.

–No, no estoy aburrido, señorita Espósito. Dígame, ¿piensa casarse con el padre de su hijo? ¿O está más allá de esas fastidiosas barreras morales?

La madre de Peter bufó por lo bajo por la acritud de su hijo.

–Bueno, en realidad, él no me lo ha pedido. Me refiero a que me case con él.

–¡Qué mal de su parte! ¿Y aceptaría usted si él quisiera enmendar su error?

Ella no comprendía por qué le seguía esa estúpida conversación.

–¿Usted cree que debería hacerlo? –preguntó ella, mirando a Agustín, que no negaba el papel que le había asignado, pero estaba tenso.

–Se vuelve al vestido blanco; y parece que los valores de familia vuelven a estar de moda...

–Siempre me ha caído bien el beige. Pero no creo que él me lo pida.

–La vida está llena de sorpresas –dijo Peter.

–Es mejor que volvamos a los asientos. Aquí hace más calor que adentro. Encantado de conocerlos... –dijo Agustín mientras la sujetaba del codo.

–Que disfruten del resto del concierto –dijo Lali, sonriendo a la señora Molinari, y a Peter–. Adiós.

Agustín la llevó a los asientos.

–Mi apellido no es Pérez. Es Sierra. Y nunca le he sido infiel a Cande en toda mi vida, y menos con su mejor amiga. Ese tipo, el modo en que me miraba... ¿Es el padre, no?

–No se lo digas a nadie –dijo ella.

–Se lo diré a Cande, porque le cuento todo. Y no me parece bien que le digas a ese tipo que nunca te pedí que te casaras conmigo. Estoy de acuerdo con Cande, dejando al margen problemas como la violencia y los malos tratos, es mejor para los niños que sus padres estén casados. Creo que ese Peter y tú deberían pensarlo bien.

Agustín, un hombre tranquilo y amable, estaba muy irritado por el hecho de que Lali lo hubiera hecho pasar por el padre de su hijo.

–¡No sabía qué hacer! ¡Su madre estaba ahí! –dijo Lali– ¡Por Dios! ¿Qué le iba a decir? –hizo una pausa, para luego agregar–. No debí venir contigo. Pero no pensé que fuera a encontrarlo.

–No estás plantando petunias, Lali. Estamos hablando del futuro de un niño.

–Entiendo lo que me quieres decir –dijo Lali enojada, y abrió el programa del concierto de Mendelsson.

¿Tendría razón Agustín? ¿Se estarían olvidando de algo tan importante para el bienestar de su hijo a quien amaba ya, con un amor incondicional?

Pero era un asunto de retórica, porque Peter no tenía intención de pedirle que se casara con él, se vistiera de blanco o de beige.

Continuará…