Capítulo 24

Hola, hola!!! Cómo les va??? Antes que nada, bienvenidas las nuevas lectoras!!! Gracias por animarse y leer ;) y a todas, son unas asquerosas jajajajaj me tenté mucho leyendo sus comentarios sobre el beso :P se lavó los dientes cheee! Jajajaja SON LO MÁS no ven lo que digo?! Gracias, gracias y más gracias por ser así, y siempre darse el tiempo para leer!!! Besos y que sigan disfrutando del día!

 

Twitter: @Caparatodos

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Entonces, de pronto, él le tomó el rostro, y la besó profundamente. Ella se sintió como si fuera un cubo de hielo derretido con el primer rayo de sol, como una flor sedienta de agua... Y lo abrazó y besó con ferocidad...

Capítulo 24:

Peter la alzó y la llevó por las escaleras. Mientras la llevaba en brazos, ella le desabotonó la camisa, y jugó con el vello de su pecho. A medio camino, él se detuvo para besarla nuevamente.

Por un instante, él sintió que estaba llevando el mundo entero en sus manos, mujer e hijo, ambos suyos.

Esa vez él ya conocía el camino a su habitación. La dejó en la cama y se puso encima de ella, y la besó como si no hubiera más días en su vida. Se quitaron la ropa en silencio. Los pechos de Lali estaban más grandes que antes, y su piel era traslúcida, algo que a él le hizo brotar un doble sentimiento: deseo y protección a la vez. Este último, algo nuevo.

–Me resultas tan familiar, Peter. No me he olvidado de nada de lo que... ¡Oh! Sí, ahí, y ahí...

–No sabes lo que he añorado esto... –murmuró él–. Noche tras noche me he despertado deseándote –la subió encima de él.

Se perdió en sus ojos, sus labios hinchados de besos, en el movimiento inocente y seductor de su cuerpo.

Cuando Peter la penetró, ella estaba deseosa de recibirlo. El se adentró en ella más y más, observando la tormenta de placer que se formaba en sus ojos, y esperando el primer grito de satisfacción que le indicara que podía abandonarse a su propio placer. Luego la rodeó con sus brazos, y se quedó quieto.

–Me siento estupendamente. Esto es mejor que el helado de cerezas –susurró Lali, sonriendo.

–Y espero que también sea mejor que los pepinillos.

Ella le acarició el cuello.

–Pareces cansado. Y también has adelgazado–. Pero él no iba a decirle que desde que se había enterado de que estaba embarazada, habían vuelto a rondarlo las mismas pesadillas que le habían quitado el sueño después del accidente.

–Debe ser por el exceso de trabajo y jugar al tenis. En teoría no es bueno para la lujuria.

–¿Quieres decir que no has estado bien? –preguntó ella abriendo los ojos.

–¿Y tú qué piensas?

Ella se ruborizó

–Otra cosa que me ocurre, es que me quedo dormida en cualquier sitio...

–Entonces, tal vez debiéramos meternos debajo de las sábanas, en lugar de encima de ellas...

A los pocos minutos, Lali se quedó dormida en sus brazos. La felicidad, decidió él, era tener la mano de Lali sobre su pecho, la mejilla de ella hundida en su hombro.

Peter se despertó una hora más tarde con el sonido del teléfono en la mesita de noche. Lali se sentó, se frotó los ojos, y contestó.

–Hola. ¡Ah! David, ¿qué pasa? ¿Que qué? Son unos idiotas. No tienen sentido común. Está bien. Estaré allí en quince minutos–. Cuando cortó la llamada se volteó para mirar a Peter–. Han dejado un pedido especial toda la tarde bajo el sol. Voy a tener que ir a ayudar a David... ¡Maldición! ¿Dónde está mi otra media?

–Yo también puedo ayudar... –dijo él mirándola mientras ella se ponía el short.

Ella no quería que David y Peter estuvieran juntos. David pensaba que el padre de su hijo debía hacerse cargo... Se puso la blusa, las zapatillas, y se levantó.

Las sábanas estaban alrededor de las caderas de Peter. A ella le encantaba su cuerpo varonil.

–¿Cómo fue que tú y yo terminamos en la cama? –preguntó ella.

–Porque quisimos.

–No debió pasar. No está en el plan.

–Lali, si estás asustada o confundida o enojada, dímelo. Pero no digas eso de una experiencia que fue... –él buscaba las palabras.

–Elemental –dijo completando la frase.

Se miraron profundamente. Era evidente que Peter estaba molesto por el comentario.

–Será mejor que vayas a atender tus negocios, o se te van a secar las plantas.

–Cuando me levanté esta mañana, no pensé que pudiera suceder algo así–. Y pensó que lo volvería a hacer, una y otra vez, para ser sincera consigo misma. Ella, que tanto había odiado acostarse con Guillermo–. Peter, tengo que irme, ¿puedes cerrar la puerta de un portazo, por favor?

–Claro. No te preocupes. Y cuídate.

Ninguno de los dos dijo nada sobre volverse a ver. Pero cuando Lali volvió esa noche, encontró en la ventana una bolsa de papel marrón con un frasco de pepinillos dentro.

«Llevo al nieto de esa mujer», las palabras de Lali resonaban en la cabeza de Peter, mientras cenaba y paseaba esa noche con su madre, a quien tanto quería.

¡El nieto que su madre tanto deseaba!

Claudia era tan orgullosa como negadora y seguramente no volvería hablar del tema. Pero era una mujer que había tenido un primer matrimonio poco feliz, y que había sufrido la pérdida de su segundo marido, a quien amaba, con dignidad y valentía. ¿Cómo iba a negarle algo tan elemental como un nieto?

Y eso era exactamente lo que él estaba haciendo.

Se fue a la cama temprano. ¿Qué estaría haciendo Lali en ese momento?

Jimena, aunque él se hubiera reprimido sus deseos sexuales para no molestarla, siempre había actuado como si le tuviera miedo. O tal vez habría tenido miedo del sexo en sí. En ocho años de matrimonio, nunca lo había abrazado, con la pasión de Lali, ni se había reído con la frescura de Lali. De manera que con Jimena nunca se había sentido tan libre y relajado como con Lali.

Debía haberle fallado a Jimena en algo básico, sin saberlo. Y ese sentimiento de frustración, era otro más agregado al sentimiento de culpa que sentía por la muerte de Jimena y Milagros.

Milagros... su hija.

Se giró en la cama, apagó la luz, y sorprendentemente se quedó dormido inmediatamente. Pero se despertó a las dos de la mañana, con su propio grito de terror en medio de una pesadilla.

Había cometido el error de ver la camioneta después del accidente. Y en la pesadilla aparecía mezclada con la sangre que invadía todas las imágenes. Pero lo peor eran los gritos de dolor de Jimena y Milagros, un quejido terrible que le destrozaba el corazón, y lo sumía en una agonía insoportable. Unas lágrimas asomaron por los ojos de Peter.

Se sentó en la cama. Y se peinó con los dedos nerviosamente.

Sabía, por experiencia, que era inútil intentar volverse a dormir. En su casa solía levantarse, ponerse a trabajar, o mirar televisión. Pero allí, en casa de su madre, no quería despertarla.

De joven había sido amante del riesgo. Le encantaba escalar montañas, las carreras de autos, e incluso había tenido una moto. También había practicado deportes como la caída libre, pero nada le había dado tanto miedo como aquel sueño.

El mensaje del sueño era claro. No estaba en condiciones de arriesgarse en una relación íntima, y menos en un matrimonio con un hijo. El perder a Milagros lo había destrozado.

Y con Lali había compartido algo muy íntimo...

Sería mejor desaparecer antes de que fuera demasiado tarde, le decía una voz interior. Lali Espósito no era para él. Y nunca lo sería.

Continuará…