Capítulo 73

Hola!!! Qué tal recibieron el año??? Espero que bien y a full para arrancar uno nuevo con todas las pilas ;) Gracias por estar, compartir y sus lindas palabras siempre!!! Las quiero y vamos por más y con todooooo este 2013! Besos y nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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—Si juegas bien tus cartas, no creo que durmamos mucho esta noche.

Peter fingió estar horrorizado.

—En ese caso, necesito comer un poco.

Lali agarró la caja y tomó una porción de pizza antes de pasarle el resto a Peter. Para entonces la pizza ya se había enfriado, pero había valido la pena.

Capítulo 73:

María había quedado para comer con Sebastián aquella noche, pero en esa ocasión había sido idea de su ex marido. No sabía por qué la había invitado, pero estaba impaciente por verlo. Tal vez consiguiera reunir el valor necesario para confesarle sus sentimientos, como le había sugerido Lali. Pero antes tenía que averiguar cuáles eran las intenciones de Sebastián. No podía tratarse de navidad, ya que habían discutido sus planes para las vacaciones hasta el último detalle.

Tal vez quisiera decirle que iba en serio con aquella otra mujer que trabajaba con él en su concesionario. Tal vez iba a sugerirle que la incluyeran en los planes navideños. Sólo de pensar en esa posibilidad se ponía a temblar.

Una vez en el restaurante, observó a Sebastián por encima de la mesa. Seguía siendo un hombre muy atractivo, y María se había dado cuenta finalmente de que los hombres como Sebastián Laos sólo aparecían una vez en la vida. Ojalá lo hubiera sabido antes del divorcio…

Aunque tal vez no fuera demasiado tarde. El único modo de saberlo era poner todas sus cartas sobre la mesa, y el brillo malicioso de los ojos de Sebastián le dio el coraje que necesitaba.

—Sebastián, me he estado preguntando algo —empezó, hablando despacio y cuidadosamente para buscar el enfoque adecuado.

—¿Sí?

María tenía mucha facilidad de palabra, pero aquello era demasiado importante para decirlo a la ligera.

—¿Alguna vez te has arrepentido…? —la voz le falló—. Quiero decir… ¿crees que nos precipitamos al divorciarnos?

Él la miró boquiabierto, con el tenedor inmóvil en el aire.

—¿Qué dijiste?

—Ya me escuchaste —dijo ella con impaciencia—. ¿Te parece que nuestro divorcio fue un error?

—No —respondió él, en tono tan tajante que María se puso pálida.

—Ah, está bien —murmuró, sintiendo como se ponía colorada—. Sólo me lo preguntaba —cortó rápidamente un pedazo de carne y se lo llevó a la boca. No le supo a nada—. La carne está riquísima, ¿no?

—Me da igual la carne —soltó él—. ¿Por qué me has preguntado eso ahora?

—No tendría que haberlo hecho. Olvídate.

—No te molestaste en preguntármelo hace años, cuando te dije que quería el divorcio —le recordó él—. Te comportaste como si lo estuvieras esperando.

María reprimió un suspiro. Ya no podía echarse atrás.

—Supongo que sí —admitió—. Nunca fui lo bastante buena para ti. Siempre pensé que tarde o temprano te darías cuenta.

—¿Perdón? —exclamó Sebastián—. María, eres la persona más segura de sí misma que conozco. Cualquier otra persona menos fuerte que tú se habría derrumbado si hubiera pasado por tus mismos traumas.

—Si tanto me admirabas, ¿por qué me abandonaste?

—Ya sabes la respuesta, pero te lo volveré a explicar. Sin embargo, quiero que antes me digas por qué has sacado este tema. ¿Te has levantado esta mañana con la idea de hurgar en el pasado o algo así?

Ella no quería responder y arriesgarse a sufrir una humillación mayor, pero Sebastián la miraba tan fijamente que no le quedaba más remedio.

—No es eso. Últimamente hemos pasado mucho tiempo juntos, disfrutando de nuestra mutua compañía. Tenemos mucho en común, además de una hija, y todo eso me ha hecho pensar y preguntarme si no tiramos la toalla demasiado rápido.

—Eso fue exactamente lo que hiciste —corroboró él.

Ella lo miró sin poder creerse lo que oía.

—¿Yo? No fui yo la que pidió el divorcio.

—No, pero tampoco te negaste a ello. Apenas te inmutaste cuando lo sugerí, y enseguida me ayudaste a hacer las maletas.

María no podía estar más confundida con su reacción.

—¿Querías que intentara detenerte?

—Sí, eso era precisamente lo que esperaba. Confiaba en que me vieras con otros ojos y te dieras cuenta de lo que teníamos. Siempre supe que amabas a Nicolás, pero yo te quería lo suficiente para pasarlo por alto y darnos una oportunidad para ser felices. Pero al cabo de unos años me cansé de ser el segundo plato y que nada cambiara. Sabía que tendría que tragarme mi orgullo y seguir fingiendo que no importaba. Y ya no podía seguir haciéndolo.

—Lo siento —susurró ella. Por primera vez podía ponerse en el lugar de Sebastián. Nunca lo había engañado, pero nunca le había entregado su corazón. Se había contentado con la relación que tenían, y había creído que para él también era suficiente—. Lo siento mucho.

—Yo también.

—Me gustaría intentar cambiarlo, si me dejas —se atrevió a decir, arriesgándose a otro humillante rechazo—. No estoy pidiéndote que iniciemos otra relación… Tan sólo que sigamos viéndonos y veamos si podemos empezar de nuevo. Si te sirve de algo, sé que fui una estúpida.

La expresión de Sebastián no era nada alentadora.

—No sé, María… Me costó mucho tiempo superar nuestra separación. No sé si quiero volver a pasar por lo mismo.

—No volveríamos a nada —insistió ella—. Empezaríamos algo nuevo, desde cero. Nos quedaríamos con lo bueno de ambos y nos olvidaríamos del resto.

—No es tan fácil olvidar el pasado.

—No, claro que no. De hecho, hay que recordarlo para no repetirlo —lo miró a los ojos e hizo algo que se había jurado no hacer jamás. Suplicar—. Por favor, Sebastián. Sólo te pido una segunda oportunidad. Déjame demostrarte que he cambiado y que puedo amarte como te mereces. Al fin he madurado lo suficiente para valorar lo que eres… lo que siempre has sido.

—No sé —repitió él, mirándola con recelo.

—¿No lo sabes porque estás saliendo con otra persona?

—No hay nadie más, María. Siempre has sido la única mujer para mí, por más que me pese.

Ella puso una mano encima de la suya.

—Entonces dame otra oportunidad… Por favor.

Él giró la mano y entrelazó los dedos con los suyos.

—Esta vez tendría que ser diferente —dijo en tono tranquilo y sereno, pero mirándola con expresión inquieta.

—Lo será. Te lo prometo.

—Déjame terminar. No volveré a conformarme con menos de lo que merezco, María. Nunca más.

Con aquella declaración, negándose a aceptar menos de lo que merecía, Sebastián no sólo se ganó el respeto de María, sino también el corazón que ella siempre le había negado.

Después de todos los errores que había cometido no iba a resultar fácil demostrarle que lo amaba con todo su corazón. Pero estaba decidida a recuperarlo, costase lo que costase. Y sabía que el esfuerzo merecería la pena.

Continuará…