Capítulo 17

Hola!!! Antes que nada gracias a las que están enganchadas con la maratón! Acá les dejo otro capítulo y seguimos :) besos y gracias de nuevo!!!! 

Twitter: @Caparatodos

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Ese beso... No tenía nada que ver con quedar embarazada. A no ser que fuera como una niña pequeña que se creyera que los niños se hacían con los besos, pensó ella

Capítulo 17:

Lali se puso de pie. Abrió el ropero y se observó en el espejo de la puerta. Su cuerpo desnudo parecía resplandeciente. Era el cuerpo de una mujer que acababa de hacer el amor satisfactoriamente con un hombre que no sólo la había deseado sino que la había cuidado y mimado y había intentado hacerla feliz.

Nada de esto tenía que ver con quedar embarazada.

Incluso le daba igual si estaba embarazada o no, se confesó a sí misma. Porque lo que le había dado Peter era más valioso. Él le había devuelto una parte de sí misma.

«No puedo decirle eso. No está en el trato que hemos hecho», pensó Lali.

Sintió cierta pena. Entonces se dio la vuelta y se puso a hacer la cama. Luego abrió el armario y sacó una bata con la que se cubrió. Y bajó a hacer el café. Al subir nuevamente, Peter la llamó.

–La ducha es toda tuya, Lali.

Ella abrió la puerta, indecisa.

Peter estaba en medio de la ducha, envuelto en vapor. El agua le chorreaba del pelo, y parecía muy joven y atrevido. Y feliz, pensó Lali. Se lo veía distendido y feliz, mucho más que la noche anterior.

–¿Tienes una máquina de afeitar? –preguntó él.

–Está diseñada para mis piernas, no para tu barba –ella extrajo su pequeña depiladora de un armario. Él se rió, y le dio un beso en la nariz, en la mejilla y en los labios. Entonces le abrió la bata para verla.

–Peter...

–Eres tan hermosa... –dijo él, y se acercó.

Ella sintió la humedad de su pelo en la piel de sus pechos, y se estremeció. Luego él la miró.

–¿A qué hora terminas de trabajar hoy?

–Alrededor de las seis, más o menos.

–Te llevaré a cenar –dijo Peter para después agregar– Lali, ¿cómo te sentirías si me viniese a tu casa en lugar de seguir en el hotel?

La inseguridad en la mirada de Peter la conmovió.

–Me gustaría mucho –dijo ella.

–¿Ya lo habías pensado?

–Sí. Pero no me hubiera animado a pedírtelo –la sonrisa de Peter se borró.

–Lali, no debes arrepentirte o callar cuando estés decidida a algo. No sé qué se esconde detrás de tu miedo, sólo sé que tiene que ver con Guillermo. Sé que has sido muy valiente anoche, y que finalmente, has vencido tus temores.

–Vas a hacerme llorar de nuevo –murmuró ella. Peter la jaló hacia él, y sin decir nada la besó.

Ella sentía todo el cuerpo de él a lo largo del suyo. Y supo que volverían a hacer el amor

–Podemos encontramos aquí antes de cenar –susurró Lali.

–¿Para un aperitivo?

–Me encantan...

–Hecho entonces –dijo él, y le dio una palmada en el trasero, y la empujó hacia la ducha–. Será mejor que te alejes de mí, o ya sabes en qué terminará esto...

–¿En una ducha fría? –lo burló ella.

–Sabes perfectamente que eso no es lo que tengo en mente.

–Me encanta cuando te ríes –dijo Lali con sinceridad–. ¿Me equivoco al pensar que no ha habido demasiada risa en tu vida últimamente?

–No te equivocas, no. Métete a la ducha, Lali.

Algo en el gesto de Peter hizo que ella no preguntare más. Se puso un gorro de baño y se metió debajo del agua. Cuando salió de la ducha Peter ya se había afeitado y vestido, e intentaba peinar su pelo.

Ella se quitó el gorro de baño y extendió una mano para llegar a una toalla. «Es todo tan cotidiano... Como si estuviéramos casados», pensó ella. «No es como yo pensaba».

_ ¿Qué sucede? –preguntó Peter.

–¡Nada! Yo... Bueno, me parece mentira que hace dos semanas ni siquiera te conociera.

–Se trata de Einstein y la relatividad del tiempo –dijo él secamente.

Lali pareció asustada otra vez. El fue hacia ella, le apartó el pelo y la besó apasionadamente. Luego se separó.

–¿Qué tiene que ver ese beso con dejarme embarazada? –Peter dio un paso atrás. Sintió como si ella lo hubiera cacheteado. No podía pensar en nada. Ella se dio cuenta de que había hecho mal en decir eso, y se arrepintió–. Lo siento... ¡No debí decir eso!

–Se nos va a hacer tarde, Lali. Será mejor que nos vayamos de aquí –la mirada de Peter parecía tener algo en el fondo que ella no era capaz de descifrar.

–Hay café en la cocina –murmuró ella–. Peter, lo siento.

–Te veré abajo.

No más besos, eso es lo que él quería decir, se dijo Lali. Ella se vistió de prisa. Temía que él se fuera sin decir adiós.

Al entrar en la cocina lo vio llevar la taza al fregadero.

–Riquísimo el café... –le dijo él, sonriendo de forma impersonal–.Reservaré una mesa para las siete, y te pasaré a buscar a las siete menos cuarto. ¿Qué te parece?

O sea que no iban a hacer el amor antes de cenar.

–No me gustan las decisiones unilaterales, cuando afectan a dos personas –le contestó ella con frialdad.

–Pero tú has tomado una decisión mucho más importante unilateralmente, Lali. Tú quieres que yo desaparezca de tu vida después de este fin de semana. ¿O te has olvidado de ello? –entonces, agitando las llaves de su auto, pasó delante de ella, recogió su saco y fue a la puerta de entrada.

–Estoy tan enojada contigo que podría escupirte... –dijo ella de mala manera, mientras el abría la puerta.

–No creo que tus padres, si eran tan estrictos como dices, hubieran aprobado ese modo de despedirte de tu amante.

–Llevan muertos muchos años, y se habrían escandalizado tanto de que tuviera un amante, que el escupir sería irrelevante comparado con eso.

–Echas fuego por los ojos –dijo Peter, divertido.

–Y a la vez te estoy tan agradecida por lo de anoche –agregó ella deliberadamente–. Muchas gracias, de verdad.

Vestida con un pantalón color beige y su pelo recogido parecía otra mujer que la que había estado junto a él en la cama. A él le había dado mucha rabia su comentario acerca del beso y el embarazo, por una sencilla razón. Porque tenía razón. Porque dudaba mucho de que todo lo que había hecho en las últimas doce horas tuviera algo que ver con dejarla embarazada. El asunto había ido mucho más lejos. Era mucho más profundo.

No era parte del plan.

–Te veré esta noche –dijo él, y cerró la puerta.

Lali se quedó en medio de la sala. Las cenizas de la chimenea estaban frías y grises. El fuego de la chimenea se había apagado sin lugar a dudas.

¿Pero cómo haría para apagar el fuego que había surgido entre ella y Peter?

Continuará…