Capítulo 69

Buenas!!!! ¿Qué tal todo por ahí? Ojalá que bien :D ya falta poco y nada para que llegue el finde, el descanso y, porque no, las vacaciones para muchas! Así que a meterle para luego disfrutar!!!! Besos y hasta mañana!!!

Twitter: @Caparatodos

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-Oh, Dios. Es tan bueno.

Peter la sostuvo firmemente contra la pared y comenzó a moverse en su interior.

-Es perfecto –le susurró con voz ronca.

Capítulo 69:

Más tarde, esa noche, Peter permaneció sentado solo en la sala de Lali, jugando distraídamente con su copa de vino, mientras esperaba. Por lo visto, ella era la “ayudante responsable” esa noche, lo que –a juzgar por el aviso de emergencia que había recibido de la policía, solicitando una orden de registro- era algo parecido a ejercer como médico de guardia.

Estaban acurrucados en el sofá, simulando ver una película y comportándose, básicamente, como dos adolescentes, cuando había sonado su celular. Tras mirarlo y disculparse con un rápido beso, Lali se había encaminado hacia el dormitorio para devolver la llamada en privado.

La cotidianidad del momento hizo que Peter cayera en la cuenta de cómo podrían ser las cosas entre ellos. Acogedoras noches de fin de semana juntos, una buena botella de vino, apretar el botón de pausa en el control del DVD mientras uno de ellos se levantaba para contestar una llamada. Nada parecido a los viejos tiempos, cuando su único objetivo era ganarse a la chica de la semana.

Pero ahí sentado en el sofá de Lali, escuchando el murmullo de su voz en la habitación y deseando que volviera junto a él, supo que no preferiría estar en ninguna otra parte.

Sí, era oficial… Se estaba enamorando.

El pánico se apoderó de él al aceptarlo y, mentalmente, se vio a sí mismo huyendo del departamento como un rayo –al estilo de los dibujos animados- como si fuese el Correcaminos. Lali saldría de la habitación tras finalizar la llamada y no hallaría el menor rastro de él, excepto una copa medio vacía y la silueta de un hombre atravesando la puerta.

O podía escoger la opción B.

Quedarse y tratar de convencer a cierta ayudante del fiscal, descarada y cabezota, de que aquello era algo más que una asombrosa aventura casual.

Indudablemente, era una apuesta arriesgada.

Ni siquiera estaba al uno por ciento seguro de sentirse preparado para el compromiso y, lo que era aún más importante, no tenía la menor idea de cómo, si es que era posible, iba a arreglárselas para encajar en el mundo de Lali. A ella le encantaba su trabajo; cualquiera podía darse cuenta de eso. Incluso cuando sonaba el teléfono el viernes a las diez de la noche, interrumpiendo una maravillosa sesión de toqueteo, sus ojos adquirían ese brillo tan peculiar que indicaba que algún matón, ahí afuera, estaba a punto de serle servido a Acusatrix Espósito en bandeja.

Peter oyó volver a sonar el teléfono y, un rato después, ella salió del dormitorio.

-Perdón –le dijo con una sonrisa de disculpa.

Dejó el celular sobre la mesita de centro y, a continuación, agarró su copa de vino y se acomodó en el sofá.

-Le he dejado un mensaje al juez de guardia y he tenido que esperar hasta que el secretario me devolviera la llamada.

-¿Han conseguido la orden de registro?

-Sí.

-¿Qué tipo de caso es?

Ella tomó un sorbo de vino.

-Terrorismo. La policía ha recibido un soplo de última hora sobre un tipo, que será deportado mañana a las seis, que creen que está relacionado con un grupo radical fundamentalista que opera fuera del país. Querían registrar su departamento y sus efectos personales, pero él no dio su consentimiento.

Por supuesto que se trataba de eso. Porque todo el mundo recibía llamadas de la policía y ayudaba a atrapar terroristas radicales, un viernes a las diez de la noche, en pantalón de buzo y tomando relajadamente una copa de vino.

-Me sorprendes, Lali –dijo con absoluta sinceridad.

Y, en ese preciso instante, tomó una decisión.

Ella podía poner todas las reglas que quisiera, pero había un enfrentamiento concreto contra cierta fiscal, que Peter estaba completamente decidido a ganar.

Una vez hubo concluido el fin de semana, el deber se impuso de nuevo.

El domingo por la noche, después de su vuelo, Peter le entregó su equipaje al botones y se acercó a la recepción del Ros Tower de Rosario.

-Estaré en tu antigua ciudad adoptiva –le había dicho a Lali el sábado por la mañana, mientras se despedían en la puerta.

-¿Vas a ir a Rosario? –había preguntado ella-. ¿Para qué?

-Pronto te enterarás.

Lali lo había estudiado con curiosidad.

-¿Qué te traes entre manos ahora?

Pese a sus constantes esfuerzos, Peter se había negado a confesar. Se jugaba mucho con ese viaje, ya que las próximas veinticuatro horas afectarían drásticamente al lanzamiento de Lanzani Network Consulting. Su plan, bien podría ser considerado una de las ideas más brillantes de la historia del marketing, o convertirlo en un completo idiota.

El tiempo lo diría.

La recepcionista sonrió al ver acercarse a Peter.

-Bienvenido al Ros Tower. ¿En qué puedo ayudarlo?

-Tengo una reserva a nombre de Juan Pedro Lanzani.

La recepcionista levantó la mirada del teclado, dejando en evidencia que acababa de reconocerlo, y luego se apresuró a regresar al trabajo.

-Veo que ha reservado una de nuestras suites y que pasará una noche con nosotros.

-¿Puede buscar la forma de aplazar la hora de salida de mañana? –preguntó-. Tengo una reunión que podría alargarse.

O quizá no. Considerando sus opciones, existía la posibilidad de que ni siquiera llegara a pasar de la puerta.

-Por supuesto, señor Lanzani.

En ese momento, el celular de Peter empezó a vibrar. Miró la pantalla y vio que tenía un nuevo mensaje de Lali.

RÓMPELA, LUNARCITO…

SEA LO QUE SEA QUE ESTÉS TRAMANDO.

-¿Hay algo más en lo que lo pueda ayudar? –preguntó la recepcionista.

Con una sonrisa, Peter se guardó el celular en el bolsillo del saco.

-No. Creo que tengo todo lo que necesito.

Continuará…